Antonio Casado-El Confidencial
- En modo comparecencia del presidente, hoy se celebra en el Congreso un debate sobre el precario estado de la nación
En modo comparecencia del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hoy se celebra en el Congreso un enésimo debate sobre el estado de la nación. Por cuenta del último Consejo Europeo, la ‘excepcionalidad ibérica’, el cambio de la posición en el conflicto del Sáhara y el llamado ‘plan de choque para paliar las consecuencias de la guerra de Ucrania’, cuyo decreto-ley salió ayer del Consejo de Ministros.
Básicamente, se trata de tomarle el pulso a la España herida por un acelerado proceso de deterioro económico y empobrecimiento de las familias. Ese proceso es una de las dos erupciones que mueven el pedestal de Sánchez. La otra, la pérdida de credibilidad de un personaje lastrado por la opacidad y el personalismo.
El presidente pide adhesiones inquebrantables, so pena de pasar por antipatriota, a un plan de 16.000 millones de euros, del que los grupos parlamentarios no han tenido cumplida noticia. O la han tenido solo a medias y sin tiempo suficiente para sumarse al reto de Estado. Disponen de un mes, hasta que el decreto pase por el Congreso para su convalidación.
Estamos ante una verdadera cruzada contra el alza de precios que afecta a los tres eslabones de la cadena: producción, distribución y consumo. Pero entre los españoles (uno de cada cuatro en riesgo de exclusión social, según el INE) cunde el miedo a que, una vez más, taponen con cuentos (León Felipe vive) los gritos de angustia de los camioneros, la gente del campo, los pescadores, las pequeñas empresas y las familias.
El Gobierno pide adhesiones inquebrantables a un plan de16.000 millones, del que los grupos no han tenido cumplida noticia
En el acierto o desacierto de las medidas previstas nos jugamos estabilidad política y recuperación económica como antídotos del malestar social. Véase pacto de rentas, bonificación generalizada del carburante, prohibidos los despidos ‘objetivos’, tope del 2% en las subidas del alquiler, bono social ampliado, etc.
Cursa como respuesta a los efectos de la guerra. Ayudas directas sin bajada de impuestos. Una incierta vía de escape en la senda indeseable que nos lleva hacia la implosión social de causas económicas y consecuencias inevitablemente políticas. El plan fue calificado ayer de “serio y ambicioso” por la vicepresidenta del Gobierno Nadia Calviño, aunque lo cierto es que está siendo cuestionado tanto por liberales confesos (las subvenciones crean más inflación) como por los intervencionistas frente a los excesos del mercado (se queda corto).
Otra de las trampas reside en la propia denominación del llamado ‘plan de choque’. Me refiero a su exclusiva vinculación con la guerra de Ucrania (2022). Mal hecho. Debería vincularse también a un anterior hachazo del destino: la pandemia (2020), que hundió la economía a niveles inéditos desde la Guerra Civil (11% de caída en el PIB).
Ahora se culpa a Putin de todos nuestros males. Mal enfoque. Con los precios por las nubes y el crecimiento frenado, ya íbamos camino del abismo antes de que el tirano ensayara en Ucrania su salto a la gloria.
En el acierto o desacierto de las medidas del plan, nos jugamos la estabilidad política y la recuperación económica del país
Olvida Sánchez que antes de la invasión ya había colas del hambre, se había roto el marco presupuestario, se había disparado la inflación (6,5% al terminar 2021) y se habían revisado a la baja todas las previsiones de crecimiento que venían dopadas por un multimillonario volquete de ayudas europeas, de cuyo empleo poco sabemos (los últimos datos son de diciembre).
Hay un efecto aún más perverso que endosar solo a Putin la motivación del plan de choque aprobado ayer por el Gobierno. Y es la incertidumbre sobre el final de la guerra, a la que se contrapone un plan con la vigencia tasada en plazo fijo. Es la otra trampa de un plan limitado a tres meses para vencer los efectos de una guerra sin fecha de caducidad, a pesar de los aparentes progresos negociadores de las últimas horas.