José Alejandro vara-Vozpópuli
La letanía del trifachito, la derecha tricéfala y la foto de Colón quedó obsoleta. Hace falta un paso más. Alinear al PP en una aventura anticonstitucional y golpista
Se nos ha llenado todo de amenazas de golpes de Estado, de tricornios, espadones, cuartelazos… Coletazos decimonómicos, ecos del siglo pasado, historias de un lejano ayer que, en forma tenaz e ignominiosa, algunos pretenden resucitar, entre la inquietud y el estupor general. No lo llaméis golpe, pero ellos lo van tejiendo. Entre el chavismo y el peronismo. Y avanzan… El futuro de nuestro sistema de libertades es cada día más incierto. ‘Pura estrategia preelectoral’, dicen unos. ‘Bravuconadas de macho alfa’, apuntan otros.
Pablo Iglesias ha pasado del discurso suave de hace unos días a recuperar el verbo vitriólico del ‘miedo cambia de bando’. ¿Qué nos hemos perdido? ¿Qué ha ocurrido en un par de semanas para que el vicepresidente del Gobierno se despoje del sayal de franciscano y se enfunde el del matonismo desaforado, el de hampón caraqueño? No solo ha mutado en las formas. También el fondo. De tender manos en pos de consensos ha pasado a tachar de golpista a medio Parlamento, es decir, al PP y a Vox. Ya saben, ‘le falta coraje’. Una campaña de tensión creciente, una apuesta por la bipolarización y el frentismo que ahora se manifiesta en su más descarnada versión.
El vicepresidente del Gobierno se ha prodigado en los medios para vender el nuevo eje de su estrategia: La derecha quiere derribar al Gobierno, hay un golpe en marcha y ‘nos estamos jugando la democracia’. Así, de repente. Sin mediar novedad ni prueba alguna, sin más argumento que su imaginación ni más base que su capacidad de ficción. ¡La patria está en peligro, corramos a salvarla!, clama con ese punto de sobreactuación marca de la casa. Y apunta directamente al entrecejo del PP
El ‘caso de las cloacas’, eje de su campaña electoral de 2016, se está convirtiendo en el ‘caso Iglesias’, un confuso y pestilente vodevil
«Élites españolas y medios de comunicación intentan socavar la presencia de Podemos en el poder». «Hay deseos golpistas en estos ámbitos, que no tiene capacidad de doblar la voluntad de los ciudadanos». «Una ultraderecha política y mediática pretende romper los consensos y afirmar formas de golpismo». «Una operación obscena de persecución contra un Gobierno democráticamente elegido».
Y dos señales alarmantes. Cuando le preguntó a García Egea, número dos del PP, en sede parlamentaria, si está llamado a la insubordinación de un cuerpo armado». Y cuando acusó a Espinosa de los Monteros de pertenecer a un partido que pretende dar un golpe pero ‘le falta coraje’. Golpe va, golpe viene. De ahí no salimos más que para presentar el salario mínimo vital, otra escena fundamental de este remake del peronismo ibérico.
Quienes olisquean el submundo podemita han detectado varias razones para justificar tan acelerada metamorfosis, muy propia en un político que, como Alfonso Guerra, experimentó en el mundo de la escena antes de dedicarse a la política profesional.
PROBLEMAS JUDICIALES. El líder de Podemos precisa reforzar su perfil y desviar al foco de atención de sus enredos en los tribunales, tal y como aquí ha subrayado Luca Costantini. El ‘caso de las cloacas’ se convirtió en el ‘caso Iglesias’, un confuso vodevil por el que desfilan una antigua asistente, el esposo de ésta, el infaltable Villarejo, fotografías indiscretas, revistas populares, oscuros secretos, turbias rectificaciones y otros elementos propios de cháchara de peluquería de señoras. O base para una inhabilitación política. A Dina, la protagonista del enredo, le han regalado un periódico digital a cambio, según parece, de su silencio. El juez García Castellón tiene la palabra.
También late una no disimulada inquietud por la judicialización de las víctimas de la pandemia ya que el vicepresidente podemita era responsable oficial de las residencias de ancianos, donde se registraron miles de muertes en dramáticas condiciones pendientes de clarificar. De ahí su empeño en señalar a los jueces, en adjudicarles el adjetivo de franquistas o derechistas que están al servicio de intereses espúreos. Por lo que pueda venir en forma de banquillo.
De ahí el empeño en desacreditar fieramente a Casado. La letanía del trifachito, la derecha tricéfala y la foto de Colón quedaron obsoletas
El líder morado, de larga visión política, adivina que ese requiebro de Sánchez hacia el centroderecha puede ir seguido de un pasito más, el que lleve al PSOE a pactar con el PP, algo que le pedirá Europa a cambio de esa carretada sin fin que nos disponemos a solicitar a la vuelta del verano. Nada quiere saber Iglesias de esa historia. De ahí el empeño en desacreditar fieramente a Casado. La letanía del trifachito, la derecha tricéfala y la foto de Colón quedaron obsoletas. Hace falta un paso más. Alinear al PP en una aventura anticonstitucional y golpista le incapacita ante cualquier posible alianza. Hay que arrojarlos del tablero político, fusilarlos políticamente y sepultarlos bajo toneladas de ignominia para siempre jamás.
EL GOLPE VERDADERO. La jerga que maneja estos días el líder de Podemos es un calco de la que frecuentan los líderes chavistas, empezando por el propio Chavez y siguiendo por su criminal sucesor, Maduro, ambos protectores y financiadores del germen podemita. Mismos mensajes, idéntico objetivo. Iglesias se presenta como la víctima de un golpe antidemocrático en marcha, liderado por el principal partido de la derecha, y del que participan jueces y fuerzas de Seguridad del Estado. No es casual el descabezamiento vertiginoso de la cúpula de la Guardia Civil y el obsesivo acoso a los togados. El diario ‘El País’ escribía esta semana, calentando el ambiente, que en el Gobierno hay preocupación por la ‘agresividad’ que se detecta en círculos de la Guardia Civil, donde se vive un ‘pulso abierto de sus mandos’ contra Marlaska. E incluía a Policía y magistrados en ese runrún creciente de movimientos subterráneos contra el Gobierno.
Este es el verdadero y único golpe que está en marcha. No harán falta espadones ni cuartelazos, ni pronunciamientos en el Congreso, ni revuelo de uniformes ni caballos de Pavía
Sánchez e Iglesias han ido demoliendo, tenazmente, las principales instituciones del Estado. Los pilares del edificio constitucional están al borde del derrumbe. El CIS, RTVE, la abogacía del Estado, la Fiscalía General, los medios de Comunicación, el Parlamento… faltaban las Fuerzas de Seguridad, la Justicia y la Corona. La excepcionalidad de esta crisis, el decreto de alarma eterna, la asunción unos poderes extraordinarios en manos del Ejecutivo, facilitan este escenario. La imagen de la Guardia Civil ha sido dañada. Ahora tocan los jueces. Y, al tiempo, la oposición. Togados, tricornios, casados, Vox, todos en el mismo paquete, el de los enloquecidos golpistas, herederos del franquismo y dinamitadores de la libertad, que pretenden consumar una asonada ancien regime.
Casado y el caballo de Pavía
Este es el verdadero y único golpe que está en marcha. No es el de los espadones, con trompetería cuartelera y con Casado a lomos del caballo de Pavía. Esta es la película de Iglesias. El verdadero golpe se se está fraguando ahora mismo, mediante la campaña de señalamiento a la oposición, a la que se pretende incapacitar de por vida para el juego democrático, el hostigamiento a la Justicia hasta la asfixia y la desnaturalización de los Cuerpos y Fuerzas del Estado. El cambio de régimen quedará así expedito por la vía de los hechos consumados. Triunfe o no el sueño totalitario de Iglesias, su acariciado golpe, jamás en estos cuarenta años el futuro de nuestro sistema de libertades ha sido más incierto.