- Antonio Gala, Pedro Sánchez, José Luis Martínez-Almeida e Irene Urdangarin; la autora comenta lo más destacado de la semana a través de sus protagonistas.
Antonio Gala
El escritor tardó media eternidad en morirse. De haberlo sabido, habría preferido despedirse con un par de whiskies en el arrullo de una siesta, antes de levantar el vuelo hacia el otro mundo desde los jardines de su finca «La Baltasara», donde las tardes se teñían de una quietud sofocante y premiosa.
Antonio Gala abandonó Madrid cuando el cáncer ya solo le prometía disgustos. Vendió el chalet de la calle Triana y puso rumbo al sur, como todos los veranos. No volvió a ver a sus amigos, como tampoco volvió a escribir una novela ni un poemario en letra pequeña. Todo en él parecía prescrito. Nativel Preciado y yo le llamábamos interesándonos por su estado, pero nunca pudimos pasar más allá de su secretario. Antonio se sentía muy abatido y solo encontraba consuelo durmiendo a ratitos para olvidar sus dolencias.
Nos habría gustado visitarle siquiera en una última ocasión, lo justo para reírnos un poco y comentar viejas anécdotas, como aquella vez que lo entrevisté a propósito de su último libro (La regla de tres), antes de irme a Fuerteventura cumpliendo con el compromiso de participar en la feria del libro local. Todo lo que me ocurrió en la isla fue inenarrable. Por ejemplo: la primera persona que conocí allí se llamaba Aspasia, nombre que coincidía con el de la protagonista de La regla de tres. Extraño nombre, el de Aspasia, aunque en realidad se llamaba Elsa. Aspasia me habló de la Fundación Antonio Gala, en Córdoba, y de los numerosos alumnos que anualmente pasaban por ella.
Con motivo de su muerte, la capilla ardiente del escritor ha estado expuesta al público para que todos los vecinos de Córdoba pudieran despedirse de él. Sobre su ataúd, en lugar de una cruz pusieron dos bastones cruzados a juego con dos rosas. Desde aquel día, las cenizas del escritor reposan en el jardín de la Fundación.
Pedro Sánchez
Las próximas elecciones generales caerán en verano, concretamente el 23 de julio, domingo (día de playa, piscina o excursión). Habiendo tantos días como hay en el año, Pedro Sánchez fue a elegir una fecha insólita. El presidente no pudo encontrar un día más difícil. También son ganas. Repasando la situación de mis amigos próximos, me encuentro con que la mayoría de ellos tendrán dificultades pare ejercer su derecho al voto.
Que yo recuerde, unos han pagado ya un adelanto para un crucero a los fiordos noruegos. Otros veranean de alquiler en Motril y siempre deciden hacerlo de 15 a 15, que son sus fechas preferidas. Las más apetecibles, en lo que refiere al veraneo de los españoles, siempre han sido la segunda quincena de julio y la primera de agosto. Es época de calor, playa y fiestas patronales.
[¿Puedo librarme de la mesa electoral el 23-J si tengo un viaje contratado?]
A propósito de fiestas patronales, el otro día contaban en el telediario el follón que se ha montado en algunos pueblos por la incompatibilidad de horarios. Los que cuentan papeletas no irán al baile. También son incompatibles con el voto todos aquellos que ya han programado cruceros a las islas griegas, estancias quincenales en Phuket (Tailandia) o excursiones al otro lado del mar para conocer a Perito Moreno (que, dicho sea de paso, no es un señor argentinos) ya pueden agradecérselo a Sánchez. Gracias a él, este año van de culo.
La ciudadanía es una asignatura inútil. Que se lo pregunten si no a Àngels Barceló, que profirió un alarido cuando escuchó al presidente: «Las elecciones generales serán el 23 de julio» ¡Mis vacaciones!, gritó la periodista levantando los brazos. Aquel día, los gritos sonaron en todas las esquinas del país.
Han pasado los días, pero media España está que brama. Tanto los del paseo por las islas griegas como los del apartamento alquilado en Marina D’Or. Y los que, por todo lo dicho, están dispuestos a vengarse de Sánchez en las propias urnas del 23-J
José Luis Martínez-Almeida
Abogado del Estado y alcalde de Madri, no le cabe el corazón en el pecho desde que, en las pasadas elecciones municipales y autonómicas, el PP fue por primera vez el partido más votado. Los laureles que no consiguió el equipo de sus amores, el Atlético de Madrid, los ha conseguido el partido de sus amores (o sea, el PP). Así que, después de alcanzar la mayoría absoluta, Almeida rebosa hoy de gozo. Su número de concejales ha crecido tanto que ya no se deja mirar por encima del hombro de la compañera Ayuso. Y, aunque ustedes no se lo crean, ahora reza para que el socialista Collboni (con la complicidad de los cuatro diputados del PP) se convierta en alcalde de Barcelona y mejore la colaboración entre las dos grandes capitales españolas. Es su apuesta personal, compartida por el jefe Feijóo.
La otra cara de la moneda es su vicealcaldesa, Begoña Villacís, que se ha quedado en la cuneta, en su último empeño de llevar hasta el final la bandera de Ciudadanos. Preguntado si Villacís ostentaría algún cargo en el Ayuntamiento, Martínez Almeida no necesitó pensárselo mucho para responder: «No creo. Hemos pensado sustituirla por Inmaculada Sanz como vicealcaldesa y a Begoña le deseo lo mejor». A buen entendedor…
Se apagó Ciudadanos. Begoña Villacís e Inés Arrimadas eran las últimas de Filipinas. Una pena. Hasta aquí llegó aquel germen de que fue la Plataforma Cívica de Ciutadans de Catalunya que convocó a ilustres profesionales de la intelectualidad, la docencia y la comunicación (Espada, Ovejero, Carreras, Rivera, Azúa, Boadella, Girauta). Un grupo que fue creciendo con el tiempo: Arrimadas, José Manuel Villegas, Luis Garicano, Carlos Carrizosa, Edmundo Bal, Javier Nart, Toni Cantó, y así sucesivamente, hasta que dio en caminar hacia atrás, empezó a difuminarse y se fundió en sí mismo.
Era un partido de centro, liberal y español.
Murió de inanición. Esta semana ha terminado de morir por efecto de un puntillazo. Y no es buena noticia que el centro haya quedado deshabitado en medio de la bronca y la polarización.
Irene Urdangarin
Es la pequeña de los Urdanga. La más rubia, la más guapa y también la más discreta. Nació en la clínica Tecknon de Barcelona y parecía una sueca. Creció en el exilio de Ginebra, donde aprendió a pasar inadvertida a la sombra de su madre. Esta semana ha hecho su primera aparición pública en bikini junto a alguno de sus hermanos. Haga lo que haga, lleve bikini mínimo o chándal máximo, siempre parecerá un ángel. En una era en que las adolescentes se visten de transparencia para enseñarlo todo, Irene lleva faldas y sobrefaldas para no enseñar nada.
[El futuro académico de Irene Urdangarin: la escuela privada en la que podría estudiar por 140.000 euros]
Mañana, lunes, día 5 de junio, Irene Urdangarin cumple 18 años con fiestón y bolso valorado en 9.700 euros. Quién sabe, a lo mejor es un bolso para taparse de arriba abajo. He visto el bolso en foto y al natural, pero me ha abstenido de tocarlo, por si mordía. Hoy puedo dar fe de que no es nada del otro mundo, aunque Karl Lagerfeld le pusiera el precio por las nubes. Bien mirado, todos los bolsos de Chanel se parecen entre sí. La hija de la infanta Elena y Marichalar también estrenó este carísimo modelo cuando cumplió 18 años. Se conoce que es una costumbre de la casa Borbón.
Victoria Federica sólo ha cumplido una vez dieciocho años, pero ya tienen el bolsito de marras en todos los colores.