Con tu rival sacándote cuatro puntos y volviéndote a ganar otra elección general, sin merma de sufragios para sus eventuales socios a la hora de llegar al Palacio de la Moncloa, sólo “Barrabés” Sánchez puede pensar que las urnas europeas de este 9-J han indultado tanto a él como a su señora, Begoña Gómez, de los escándalos que le acechan. Sin embargo, pese a una derrota más acusada que la que acaeció en las generales y haber perdido su pulso con Núñez Feijóo, este revés no le supone un naufragio merced al haber resistido asido a la boya que le provee una extrema izquierda a la que ha dejado sin bandera ni pancarta. Claro que cuenta a su favor con la incapacidad cuasi congénita del partido ganador para dejarse arrebatar sus legítimos triunfos frente a quienes, con su maña para retorcer las cosas y ponerlas del revés, pueden presentar lo blanco como negro y la derrota como victoria con la contribución de su engrosado equipo de opinión sincronizada municionado con el fondo de reptiles gubernamental. Como expone uno de los protagonistas de Banderas de nuestros mayores, de Clint Eastwood, incluso a la terrible crueldad de una guerra hay que darle un sentido y “necesitamos una verdad fácil de entender y muy pocas palabras”. “Con la foto adecuada -le aclara al hijo de uno de los héroes que plantaron la bandera norteamericana en Iwo Jima– puedes ganar o perder una guerra. Fíjese en Vietnam. La imagen de aquel oficial sudvietnamita volándole los sesos al pobre chaval. Pum. Y se acabó. La guerra estaba perdida. Nos quedamos más tiempo para disimular.” Sin duda, Feijóo dispone desde anoche de una gran instantánea si no se la deja arrugar.
Con demasiada frecuencia, diríase que el PP persigue con denuedo una piedra en la que tropezar camino del colegio electoral rompiendo el cántaro y esparciendo por el suelo muchas de sus expectativas. A ello, claro, se agrega la antedicha destreza del PSOE para el enredo y para que el PP se quede paralizado como el ciempiés que, al ser interpelado para que explique cómo hacía para mover todas sus patas a la vez, no solo no atina a expresarlo, sino que, desde ese instante, no puede reemprender el camino al olvidársele como andar. Sánchez no se va a caer por su propio pie si el PP no adopta una resolución firme porque la táctica de hacerse el muerto para luego dar el arreón final y alzarse triunfador sólo le sale bien al Real Madrid de Ancelotti.
No obstante lo cual, tras la amarga victoria de los comicios generales, este triunfo vale para Feijóo su peso en oro frente a quien aspiraba a amnistiar por adelantado su corrupción familiar y de partido. No en vano, al despertar de este 9-J, el “Begoñagate” seguirá presente como el dinosaurio del relato de Monterroso, por más que Sánchez crea que pueda engañar a todo el mundo todo el tiempo. Sin olvidarse, claro, de cómo puede afectar a lo que queda de legislatura su relación con unos socios que retroceden a su lado y que están en un tris de diluirse. Por ejemplo, esta misma tarde con la constitución de la Mesa del Parlamento de Cataluña y en la resolución que ERC adopte en torno a Salvador Illa, así como se lama las heridas el prófugo Puigdemont.
Sánchez ha buscado trabucar este 9-J en un respaldo personal para exonerarse de los procesos judiciales en marcha sin aguardar al veredicto de los jueces
Así, tras consagrar la victoria de los apologetas del terrorismo etarra y del golpismo catalán para poder ser presidente del Gobierno, Sánchez ha perseguido a calzón quitado convertir este 9-J en un referendo por el que, mediante el enaltecimiento y enardecimiento de la corrupción, escapar bien librado del atolladero de escándalos que acechan a él y a su señora, así como al PSOE por mor de la “trama Koldo” y otras ramas del mismo árbol podrido. Si los bilduetarras y los sediciosos se han despachado para sí indultos tácitos o amnistías expresas a cambio de aupar a primer ministro a quien carecía de sufragios propios bastantes para tal rango, Sánchez ha buscado trabucar este 9-J en un respaldo personal para exonerarse de los procesos judiciales en marcha sin aguardar al veredicto de los jueces. Una impunidad por encima de leyes y magistrados que le va a costar con este desenlace de las urnas.
En base al apotegma “vox populi, vox dei”, acariciaba legitimar sus desmanes y acelerar sus planes de demolición de la democracia representativa para reemplazarla por una autocracia aclamativa en la que el “conducator” sería Dios sobre la tierra. De ahí que, de la mano de la política espectáculo, transmutara esta cita con las urnas en un remedo de un programa de telerrealidad como “Sálvame” para el común rescate de “Begoña y yo” de modo que los votantes resolvieran en la misma dirección que los judíos hace más de 2.000 años absolviendo a Barrabás (en su caso, Barrabés, el empresario clave del “Begoñagate”). Sin embargo, la absolución de “Barrabés” Sánchez deberá hibernar.
Sin duda, queda en vía muerta su afán de secundar a otros sátrapas que anduvieron esa vía con pueblos esclavos gritando “¡Vivan las cadenas!” ante el felón de Fernando VII o abrazando a sus ladrones como los argentinos con un Perón (luego con el matrimonio Kirchner y sus mangancias) al que coreaban con balido de corderos: “Putero y ladrón, queremos a Perón”. Así, en la España sanchista, sus turiferarios se jactan de disponer de “un puto amo”, mientras mercadean pulseras con el lema “Bego free” a favor de quien captaba fondos mediante el explícito correo electrónico “Bego.frundaiser”.
Es lo que sucede cuando se impone lo que el insigne intelectual mexicano, Gabriel Zaid, define como “verdad por afiliación”, esto es, “tengo razón por declararme de izquierdas, en vez de serlo por tener razón”. Mediante la exacerbación de la polarización y de la crispación, así como por la negación del que piensa diferente en un supremacismo ideológico tan nefando como el biológico, surgen masas fanatizadas indulgentes con los infectos hasta los extremos groseros que se vivieron en los 40 años de régimen socialista en Andalucía o con la cleptocracia pujolista luego secundada por los “hereus” del virrey catalán.
Sánchez tuvo el cuajo de poner a una de las penadas, la exconsejera de Hacienda y luego ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, como ejemplo de socialista víctima del “vil ataque de la derecha durante muchos años como Begoña”
Por eso no fue baladí que Sánchez escogiera el miércoles último la Andalucía de los ERE para su impúdico ensalzamiento de la degradación en presencia de dos imputadas como su esposa y la del líder autonómico del PSOE, Juan Espadas, y en la que sólo le faltó exclamar a grito pelado: “¡Vamos a acabar con la corrupción! ¡Vamos a legalizarla!”. Todo ello después de que su jefa de animadoras y ministra de Hacienda, María Jesús Montero, hija de los ERE, rayara la afonía con sus vítores de “Begoña, Begoña”, como si se tratara de Eva Perón expuesta al culto de sus descamisados.
Reavivando sus horas de meritorio en los platós televisivos a los que acudía para negar las iniquidades que condenaron a los expresidentes Chaves y Griñán, así como una recua de más de 40 altos cargos, Sánchez tuvo el cuajo de poner a una de las penadas, la exconsejera de Hacienda y luego ministra de Fomento, Magdalena Álvarez, como ejemplo de socialista víctima del “vil ataque de la derecha durante muchos años como Begoña”. Ni aprenden ni escarmientan. Incorregibles como los peronistas, al decir de Borges, con buena vista de ciego.
Cualquier cosa con tal de salvar el honor de los Kirchner de la Moncloa, una auténtica diarquía del poder, una sociedad de gananciales del negocio del poder, en la que Begoña Gómez será muda, pero no tonta. Si acaso es como la “dama boba” de Lope de Vega. Pasando por tal como el personaje del fénix de los ingenios, ha montado una red de negocios privados a la sombra de la Moncloa con la complicidad de su marido y presidente, tácita en unos casos y verbalizada en otros, pero siempre avalada a la hora de franquear puertas y otorgar mercedes ministeriales.
Pero ojo con Begoña Gómez. Mudita, si se quiere, pero no callada, de cuya familia ha vivido Sánchez toda vida y que le financió su carrera hacia la secretaria general del PSOE, así como lo sacó de la depresión de su defenestración y que luego lo empujó para que retornara a la pista sin por ello dejar de liarse a escobazos contra las advenedizas. Por eso, Sánchez evitó lo del “dos al precio de uno” que ensayara en su amago de dimisión. No ignora que los esposados del mitin de Benalmádena van juntos en el lote y no es cosa de jugar con el equívoco como González con Guerra cuando el primero prometió dimitir también si lo hacía su vicetodo forzado por el cacao de su “enmano” Juan para luego dejarlo en la estacada.
Los gobiernos mutan en bandas de ladrones
Si Sánchez se aplicara a sí mismo la vara de medir con la que atizó a Rajoy, a quien derribó sirviéndose de una tramposa deposición en una pieza del caso Gürtel para su moción de censura Frankenstein, ya no debiera haber afrontado esta cita europea como presidente, sino haber formalizado la renuncia con la que jugó para propulsar sus posibilidades en las elecciones catalanas. Al prescindir del Derecho, los gobiernos mutan en bandas de ladrones que delinquen del modo oprobioso que escarnece la actualidad.
Ni que decir tiene que este deterioro institucional origina la agonía de la democracia fiada a gobernantes que subvierten las reglas de juego al arribar al poder y que despliegan como suerte providencial -“baraka”- lo que no encierra otra cosa que valerse de cualquier trampa para aferrarse al mando. De momento, las urnas europeas no han indultado a ¨Barrabés” Sánchez que este 9-J ha perdido su pulso con un Feijóo al que le había pronosticado que lo derrotaría sin ambages.