López dejó interrogantes sobre el modelo de crecimiento, el futuro de la fiscalidad, el reparto de la riqueza, la energía, la educación o las políticas sociales. Si pretende someter tales cuestiones a encuesta pública, a un concurso de ideas o a un debate parlamentario, debería anunciarlo. Si no, parece querer dirigir la Euskadi política sin arriesgarse o sin aportar opciones propias.
La aparición del lehendakari López dirigiéndose a sus conciudadanos con motivo del fin de año invitaba a preguntarse en cuántas ocasiones más podrá asomarse a los hogares vascos en Nochevieja. Es probable que esa fuese también la pregunta que se hacía el propio lehendakari al grabar el espacio televisivo. Su alocución pareció inicialmente más una comparecencia parlamentaria que un mensaje navideño. La necesidad que mostró de reivindicar políticamente la normalidad con la que la sociedad vasca ha asumido la alternancia pudo hacer justicia a su gran triunfo. Pero quizá también reflejó que el propio lehendakari es consciente de que esa normalidad queda ya descontada para el resto de su mandato.
Al apelar a la unidad, las palabras del lehendakari se remitieron al «acuerdo de principios» suscrito por los socialistas con los populares vascos, y al «pacto de estabilidad institucional» alcanzado con el PNV. Ambas son claves principales del futuro político en Euskadi y de las aspiraciones de continuidad de los socialistas al frente del Gobierno. No es ningún secreto que estas últimas dependen, hoy por hoy, del apoyo que presten los populares a los socialistas y, para ser más precisos, de las ventajas que el PP vasco obtenga a cambio. La distante actitud que en ocasiones adoptan los portavoces populares -como ayer mismo evidenció su valoración del mensaje de fin de año del lehendakari- no debería entenderse como la expresión de fisuras en la entente; toda vez que esas muestras de frialdad interesan a ambas partes: a los populares para mantener alta la imagen de precio de su apoyo, y a los socialistas porque les permite realzar el carácter monocolor del Gobierno. Pero a medida que transcurren los meses a los populares se les hace más ineludible recabar contraprestaciones a su apoyo. Una necesidad que acabará emplazando a los socialistas tras las elecciones locales y forales de 2011, especialmente en Álava. Emplazamiento que el PSE-EE no podrá eludir.
Esos comicios no sólo darán cuenta de hasta qué punto los socialistas son capaces de rentabilizar su posición al frente del Gobierno. Además el escrutinio electoral señalará el grado de autonomía o de dependencia con la que los socialistas tendrán que afrontar el segundo tramo de la legislatura autonómica. Si podrían deshacerse del vínculo que mantienen con el PP a la búsqueda del reencuentro con los nacionalistas, o si acaban encadenados a los designios de las otras dos fuerzas. Respondiendo a la pregunta de las uvas, y dada la quietud tradicional del panorama electoral en Euskadi, Patxi López estaría en condiciones de presidir el Ejecutivo vasco durante esta y la siguiente legislatura. Pero, si nos atenemos a esa misma quietud y a la práctica imposibilidad de contar con los votos del PNV para que un socialista siga viviendo en Ajuria Enea, probablemente ello sólo sea posible de la mano del PP.
La hipótesis inicial de que el PSE-EE pudiera cambiar de partenaire durante la legislatura, accediendo a la Lehendakaritza con el PP para más tarde recurrir al PNV, se ha ido debilitando y hoy está prácticamente descartada. Por otra parte, la continuidad del «pacto de estabilidad institucional» al que el lehendakari se refirió en su mensaje de Nochevieja podría quedar en entredicho con los primeros indicios de recuperación. Y no porque las instituciones vascas vayan a experimentar alivio sustancial alguno en cuanto a la recaudación durante el ejercicio que ahora comienza. El déficit acumulado limitará su margen de actuación, y la reactivación económica deberá confiarse a la iniciativa privada. El PNV se ha sentido durante 2009 en la necesidad de sintonizar con el Gobierno Vasco porque las tres diputaciones y los ayuntamientos que gobierna precisaban un clima de coincidencia presupuestaria, y el partido de Urkullu se sentía interpelado por quienes reclamaban el máximo de responsabilidad en esta materia. Pero no es fácil imaginar las razones que pueden llevar al PNV a prorrogar su apoyo, o a solicitar el voto socialista, a las cuentas públicas de 2011. La llamada a la unidad frente a la crisis difícilmente se sostendrá a favor de la recuperación, cuando ésta haga aflorar intereses políticos encontrados también en materia económica.
Pero si alguna sensación extraña dejó el lehendakari con su mensaje fueron los interrogantes que expresamente abrió sobre el modelo de crecimiento, el futuro de la fiscalidad, el reparto de la riqueza, la energía, la educación o las políticas sociales. No se trató de un recurso retórico, sino que reiteró la invitación que había realizado días antes para la apertura de un debate sobre el futuro del país.
Si el lehendakari tiene en mente someter tales cuestiones a una encuesta pública, a un concurso de ideas o a un debate parlamentario, debería anunciarlo con precisión. Porque de lo contrario queda en el aire la sensación de que pretende dirigir la Euskadi política sin arriesgar demasiado o, lo que sería peor, sin aportar opciones propias. Especialmente cuando Rodríguez Zapatero continúa mostrándose tan cerca de la verdad y tan renuente a contrastar sus convicciones con el parecer de los demás.
Kepa Aulestia, EL DIARIO VASCO, 2/1/2010