Miquel Escudero-El Correo

En el Evangelio de san Lucas se afirma en griego que Cristo dijo en la cruz: «Papá, perdónalos porque no saben lo que hacen». Sin embargo, quienes lo crucificaron sabían perfectamente lo que querían hacer. Por esto, de forma libre, se ha podido matizar que el significado más adecuado de esas palabras sería: «no saben lo que se hacen» porque ignoraban las consecuencias que comportaba su proceder. De ahí el sentido cristiano de perdonar a quienes te han hecho daño. Ahora bien, para absolver los pecados la Iglesia exige expresar arrepentimiento por lo hecho, o dejado de hacer, propósito de enmienda y cumplir una penitencia impuesta por un confesor. No entiendo el perdonar a quien ni siquiera está arrepentido. Otra cosa es renunciar a odiarlo por el daño cometido; básicamente para no hacerse daño uno mismo ni hacerlo a los seres queridos.

Se acaban de cumplir cincuenta años de la matanza de la cafetería Rolando, de Madrid, junto a la Dirección General de Seguridad. Fue un viernes 13 de septiembre, a las 14,30 horas. Se hizo estallar una bomba envuelta, para causar mayores estragos, por mil tuercas. Hubo 13 muertos (de ellos, solo un policía) y 71 heridos. Nunca se concluyó el sumario judicial y ETA no reconoció aquellos crímenes hasta 2018.

Los autores materiales fueron una joven pareja que hoy vive en Francia. Nunca pisaron la cárcel y nunca han renegado del irreparable daño que ocasionaron en cadena. En el libro ‘Dinamita, tuercas y mentiras’, Gaizka Fernández Soldevilla y Ana Escauriaza cuentan algunas circunstancias personales especialmente atroces. ¿Pero a quién le importa las vidas rotas de los descendientes de las víctimas?