Teodoro León Gross-ABC

  • Aquí la casta periodística no ha salido en defensa de la libertad de expresión, sino en defensa de la libertad de presión. En lugar de desafiar al poder, desafían al que desafía al poder

Es un error creer que el sanchismo ya no te va a sorprender con otra vuelta de tuerca de desahogo impúdico. Siempre volverá a suceder. Apenas suspendido el ‘show’ de Jimmy Kimmel por Disney tras un apunte sobre el asesinato de Charlie Kirk, la tropa sanchista enhebró un puñado de argumentos para traérselo a casa acusando a la derecha de ser enemiga de la libertad de expresión y no dudar en cancelar el humor crítico. En un quiebro inesperado, el presidente de RTVE elogió a los suyos: «En España, al contrario de lo que ha sucedido esta semana en EEUU, un humorista puede hacer un monólogo en la tele pública sin que le cancelen el programa». Se acompañaba de una pieza en la que el humorista, con admirable coraje, aparecía en la televisión pública española ridiculizando a… ¡la oposición! A pecho descubierto, rajaba valientemente de Ayuso y de Tellado, y ya en un arrebato furioso de honestidad, con un par, se lamentaba de los insultos que recibe Sánchez. Decir coraje es quedarse muy corto.

Esos cómicos estadounidenses de la televisión plantan cara a Trump. Estos cómicos españoles plantan cara a los que plantan cara a Sánchez. No han caído en la vulgaridad de criticar al poder, sino que han tenido la inesperada valentía de atacar a la oposición que incomoda al Gran Jefe. Meses atrás, muchos de ellos, con buena parte de la casta periodística hasta completar un listado impresionante, llegaron incluso a publicar un manifiesto contra el «golpismo mediático». Ante las investigaciones judiciales sobre los comportamientos indecorosos de la mujer y el hermano del presidente, presuntamente delictivos pero descaradamente inmorales, ese grupo de periodistas censuraban a los informadores acusándolos de querer «subvertir la voluntad popular expresada en las urnas». El Gran Jefe siempre tiene razón, y si no la tiene, se aplica… Toda una novedad: publicar noticias es golpismo; y silenciarlas es valor. Como vestales del Templo del Lado Correcto de la Historia, esos periodistas reproducían fielmente el argumentario sanchista de «la máquina del fango» y «los bulos» de «los pseudomedios».

Sánchez comparte con Trump la misma aversión por los medios críticos y la misma vanidad providencialista –ambos, estos días, han dejado ver hasta qué punto creen tener méritos para el premio Nobel de la Paz– pero cualquier confusión entre lo de Kimmel y lo de España no es pura coincidencia, sino pura estupidez. Aquí la casta periodística no ha salido en defensa de la libertad de expresión, sino en defensa de la libertad de presión. En lugar de desafiar al poder, desafían al que desafía al poder. Lo mismo se defiende a Ana Redondo por las pulseras que a Óscar Puente por los trenes; a Beatriz Corredor por el apagón o a Pilar Alegría por las mentiras en Moncloa… y si Sánchez se inventa un comité de expertos, celebran su imaginación. Y así todo. En fin, ya sólo queda esperar que al menos no lo llamen periodismo.