Debemos apoyar las reformas del mundo árabe y confirmar nuestros valores al entablar el diálogo, ya que un gobierno democrático y receptivo es la única vía para atajar las condiciones que conducen a la propagación del terrorismo.
EL 11 DE MARZO, la Unión Europea y sus estados miembros, junto con otros en todo el mundo, organizan una jornada de conmemoración de las víctimas del terrorismo. En este Día de las Víctimas rendimos tributo a todos aquellos que sufren las consecuencias de atentados criminales en nombre de alguna ideología extremista. Cada mes se producen en el mundo centenares de víctimas, la mayoría de ellas de religión musulmana.
Las víctimas merecen especialmente nuestra solidaridad. El terrorismo ataca a la sociedad en su conjunto, por lo que también es la sociedad entera la que asume una responsabilidad especial hacia sus víctimas. La UE se ha comprometido a hacer todo lo posible por aliviar su dolor y por apoyarlas en sus necesidades. Pero también debemos ser plenamente conscientes de que, por mucho que hagamos, nunca podremos compensar totalmente a las víctimas o a sus familiares y amigos por lo que han sufrido y siguen sufriendo.
El 11 de marzo es una fecha en la que deberíamos escuchar las voces de las víctimas, que no siempre consiguen la atención que necesitan y merecen. Los terroristas intentan deshumanizar a sus víctimas para legitimar sus crímenes en nombre de ideas extremistas, algo sin ningún asomo de valentía o heroicidad. Dar voz a las víctimas supone refutar el discurso de los terroristas y despojarlos de la aureola en que pretenden envolverse. Con sus voces, revelan la verdadera identidad de los terroristas: no son luchadores por una causa noble, sino abyectos y malvados criminales. Así pues, tales voces suponen un poderoso medio para prevenir la radicalización y captación de terroristas.
Nunca deberíamos olvidar las tragedias personales que deja cada atentado. Éste es también el mensaje esencial de las numerosas organizaciones de víctimas en países como España o Irlanda, cuya labor es de un valor inestimable. Una voz de referencia al respecto, que propugna dar mayor resonancia al sentir de las víctimas del terrorismo es la estadounidense Carie Lemack, que perdió a su madre en los atentados del 11 de septiembre y que con el tiempo fue seleccionada para el Oscar como productora del documental Killing in the name. En sus propias palabras: «Las víctimas de un atentado terrorista no son normalmente más que números. Nosotros queremos que tengan un nombre y una voz». Su poderoso documental proporciona a las víctimas, la mayoría musulmanes, una plataforma para manifestarse y les permite formular preguntas directamente a los terroristas, que se debaten tratando de encontrar respuestas y justificaciones. Muestra la particular resistencia de las víctimas a la propaganda terrorista.
No obstante, la propaganda terrorista aún sigue encontrando adeptos. La amenaza de lobos solitarios o de grupos incontrolados sigue siendo elevada. En estos últimos meses hemos asistido a un atentado en Estocolmo, a varias detenciones en los Países Bajos, en Dinamarca, en Bélgica y en otros lugares de Europa. El reciente atentando en el aeropuerto de Francfort, en el que fueron asesinados dos soldados estadounidenses, pone de relieve que las ideas extremistas aún tienen poder suficiente para arrastrar a unos jóvenes a cometer atentados.
Con todo, hoy es también un día para la esperanza. Asistimos al inicio de un proceso de cambio de gran envergadura en el mundo árabe. Y hoy, 11 de marzo, los máximos dirigentes de la UE mantendrán asimismo una reunión extraordinaria para abordar los acontecimientos en los países vecinos del sur. La UE comparte la esperanza de Egipto y Túnez de lograr una transición ordenada e irreversible hacia la democracia y hacia unas elecciones justas y libres. Los drásticos cambios acaecidos recientemente ponen de manifiesto que las organizaciones terroristas, que siempre han pretendido hablar en nombre del pueblo árabe, o de los musulmanes en general, están completamente desconectados de la realidad. Su justificación común, a saber que la extrema violencia es el único modo de acabar con los regímenes autocráticos, se ha desvanecido en cuestión de días. Al Qaeda y su ideología han sido simplemente irrelevantes en la ola de cambio más importante del mundo árabe desde hace decenios. Incluso la maquinaria propagandística de que tantas veces han alardeado se atascó ante lo vertiginoso de tales acontecimientos. Al Qaeda reclamó matanzas, pero su voz no fue escuchada. Fueron las voces del pueblo, primero en Túnez, después en El Cairo, las reivindicaciones de los manifestantes para lograr mejores condiciones de vida, participación política y democracia, las que iniciaron la revolución. Así, se hizo patente que la retórica de Al Qaeda no refleja las preocupaciones de la gente ni les aporta ninguna respuesta digna.
Pero, ¿significa esto realmente el final de un terrorismo de motivación religiosa? ¿Podemos esperar que el 11 de marzo del año próximo estaremos en condiciones de mirar atrás y que habrá un menor número de nuevas víctimas?
La opresión por parte de servicios de seguridad, las violaciones de los derechos humanos y la falta de respeto de la dignidad humana han supuesto en el pasado un terreno abonado para la radicalización y la captación. Para eliminar esa amenaza son esenciales unas reformas satisfactorias en el mundo árabe. El mundo árabe necesita contar con una verdadera perspectiva halagüeña de futuro, en términos de libertad, democracia, educación y prosperidad. Desde luego que no por ello el crimen y la violencia se evaporarán de un día para otro. A corto plazo, puede existir un alto riesgo de que los terroristas, siempre al acecho, aprovechen la incertidumbre de la situación y la desestabilización para organizar atentados, incluso contra Europa o contra intereses europeos. La UE necesita ofrecer sus consejos y experiencia a Egipto, a Túnez y a otros países de la región para ayudarlos a poner en pie una estructura de lucha contra el terrorismo al tiempo que se salvaguardan los derechos humanos y el Estado de Derecho.
Debemos apoyar las reformas del mundo árabe y confirmar nuestros valores al entablar dicho diálogo, ya que un Gobierno democrático y receptivo es la única vía para atajar las condiciones que conducen a la propagación del terrorismo. Frente a los oídos sordos de los terroristas y de los gobiernos opresivos, debemos convertir el 11 de marzo en un día en que Europa demuestra que está a la escucha.
(Gilles de Kerchove es el coordinador antiterrorista de la Unión Europea)
Gilles de Kerchove, EL MUNDO, 11/3/2011