EL MUNDO 18/05/13
Son guardias civiles destinados en Lodosa que sufrieron el atentado al cuartel de Arnedo
El etarra arrepentido Valentín Lasarte es un hombre libre por unas horas. Casi un ciudadano más que puede disfrutar de su pareja y de su bebé. Quien fue condenado por participar en siete crímenes, entre ellos el del dirigente del PP vasco Gregorio Ordóñez o el del abogado socialista Fernando Múgica, pudo ayer dar un primer paseo con total libertad por Lodosa, al sur de Navarra, después de 17 años en prisión y gracias al permiso de tres días que le ha concedido la Audiencia Nacional.
Y lo hizo muy cerca de tres de sus víctimas. Son guardias del cuartel de Arnedo contra el que su comando Donostia atentó en 1995 en busca de una matanza –hubo 40 heridos– y que ahora están destinados en la casa-cuartel donde Lasarte está acudiendo a firmar como prevención ante una posible fuga.
El fin de semana en la calle es el premio a quien se ha acogido a los beneficios penitenciarios y roto con la disciplina de ETA. Es el fruto de la denominada vía Nanclares, el laboratorio de terroristas arrepentidos que impulsó el Gobierno de Zapatero en la cárcel de Nanclares –ahora trasladada a Zaballa– y que el Ejecutivo de Rajoy dejó en vía muerta hasta que la Audiencia Nacional ha venido a desbloquearla pese a las reticencias de la Fiscalía y de la Junta de Tratamiento de la prisión. Al fin y al cabo, argumentan, Lasarte no ha colaborado todo lo que podría para esclarecer asesinatos sin resolver.
Las condiciones para que quien fue un sanguinario terrorista en la década de 1990 salga a la calle son básicamente dos: la primera resulta ahora duramente paradójica porque es la de fijar su residencia fuera de la comunidad autónoma del País Vasco en atención a sus víctimas. Lasarte ha optado por la vivienda de unos familiares en Navarra. La segunda condición es que todos los días acuda al cuartelillo de la Guardia Civil a firmar donde está destinada la terna.
Hacia las 10.45 horas salió de casa Lasarte para cumplir con el trámite. Apareció acompañado de su pareja y empujando el carrito de una bebé. Los tres dieron una vuelta por el pueblo. Acudieron a la ribera del Ebro –en una pared había una pintada que aludía al anagrama de ETA– y cruzaron varias calles. Algunos vecinos lo reconocieron, otros no. Siempre rodeado de periodistas.
Al llegar al cuartelillo, empujó la verja, cogió a la niña en brazos y entró a firmar. Unos minutos después, educadamente, declinó la invitación para hacer declaraciones y tomó el camino de regreso a casa.
Lasarte es una rara avis entre los casi 600 reclusos de ETA. Fue el autor material de los asesinatos de Enrique Nieto y José Manuel Olarte y participó en los de José Antonio Santamaría, Mariano de Juan, Alfonso Morcillo y los citados Ordóñez y Múgica. Pero fue pionero en desmarcarse de ETA con un gesto tan simple como ponerse a trabajar en prisión, en el economato. Del sueldo que obtenía, parte lo destinó a resarcir a las víctimas. Ya en diciembre de 2008, por ejemplo, se distanció del atentado cometido contra el empresario Inaxio Uria, constructor del AVE vasco. Años después planteó la necesidad de la «disolución» de ETA en un juicio y pidió perdón a las víctimas. Por todo ello, fue acercado primero a Asturias y luego ya a Nanclares.
El juez central de Vigilancia Penitenciaria sostuvo en alguna ocasión que veía en Lasarte una «actitud ambivalente» ante el uso de la violencia. Ahora, sin embargo, ha podido disfrutar de un permiso de 72 horas.
El Colectivo de Víctimas del Terrorismo (Covite) se mostró ayer disconforme con esta decisión. Esta asociación sostiene que la víaNanclares no es lo suficientemente exigente con los etarras arrepentidos, porque no les obliga a esclarecer los crímenes. Son 326 las muertes sin autor conocido.