IGNACIO CAMACHO – ABC – 16/04/16
· Para cuando Rajoy decida retirarse no quedarán sucesores con el Bachillerato terminado. El posmarianismo es una quimera.
El posmarianismo es un mito. Rajoy va camino de sucederse a sí mismo –incluso aunque pasara a la oposición no parece dispuesto a irse de buenas a primeras– y para cuando decida retirarse no quedarán aspirantes con el Bachillerato terminado. Van cayendo como los negritos de Agatha Christie, enredados en sus propios movimientos.
El que no descarrila por la corrupción se aparta por aburrimiento o por cansancio. Desde que Camps tropezó al ponerse su propio traje han acabado en el arcén Gallardón, Aguirre, Feijóo y ahora Soria. Cospedal resiste, pero muy desgastada, a García-Margallo se le pasa el arroz –y además se le ve venir demasiado– y sólo la vicepresidenta Sáenz de Santamaría permanece en carrera, oteando adversarios en el horizonte y con el dedo sobre el disparador de misiles mediáticos por si algún espontáneo ambicioso se atreve a asomar la jeta. Aunque quizá ni siquiera ella sea lo bastante joven para esperar un relevo que va camino de convertirse en quimera.
El Madrid conspirativo cree haber visto una mano de mujer accionando el mecanismo que ha derribado a José Manuel Soria. Pero el ministro no ha sido víctima de ningún dosier del CNI, sino de su incomprensible torpeza. La pista de su sociedad panameña estaba en la filtración multitudinaria del topo del bufete Fonseca y el papel de su firma en Jersey lo puede consultar en internet cualquier aficionado al rastreo del big data.
Si alguien ha echado una mano al periodismo en esa tarea sólo ha podido acelerar los trámites de una revelación inevitable; lo sorprendente es que él no se diese cuenta, o que albergase la esperanza de escurrirse en la espesa cortina de humo de las pantallas fiduciarias. Lo que lo ha liquidado ha sido la rotunda negación del lunes: no, nunca, en ninguna parte, nada. Sus compañeros de Gabinete, que habían asumido la consigna inicial de cerrar filas, han pasado una semana de estupor.
No saben si Soria los ha tratado de engañar o si tiene una memoria de pez. Tampoco era el más popular del Consejo, aunque todos sabían que tenía la amistad y la confianza del jefe. Hasta donde se puede calcular que confíe un hombre que sobrevive congelando afectos en medio de las glaciaciones de la política.
El presidente está dispuesto a cruzar, amarrado al mástil de su resistencia, los últimos arrecifes de esta rarísima singladura de interregno. En algún momento se ha visto fuera del barco del poder y ha notado a su alrededor movimientos de la tripulación para empujarlo al agua. Ahora tiene a la vista el puerto de abrigo de la repetición electoral; en lo que dependa de él hará cualquier cosa por alcanzar esa bocana. El episodio de Soria es antipático y para Rajoy acaso particularmente ingrato; tantas veces lo ha puesto como ejemplo de las acusaciones sumarias e infundadas. Pero ya no es tiempo de dudas y sí de soltar, llegado el caso, lastre por la borda.
IGNACIO CAMACHO – ABC – 16/04/16