Javier Redondo-El Mundo
El lazo amarillo es símbolo de sedición y rebeldía. Prescinde de la Historia y la Ley; reivindica el espíritu tribal y constituye objeto de culto del ritual golpista. El presidente de los lazos amarillos se pronunció ayer en Escocia para desprestigiar a Llarena y lo confundió todo otra vez. Considera que la ley que obliga a suspender de funciones a los amotinados –a la sazón diputados independentistas encarcelados por sus actos– supone usurpar la soberanía del Parlamento –de Cataluña, claro– que los propios separatistas cerraron un par de veces para consumar su golpe.
El nacionalpopulismo se muestra molesto con las puntualizaciones y aclaraciones. Resulta que el Parlamento de Cataluña no es soberano. La soberanía reside en el conjunto de la nación. Aquí deben andarse con cuidado los apaciguadores y contratistas del procés. Como destapen el corcho de la nación de naciones darán carta de naturaleza a la estafa. Por otra parte, al tiempo que Torra defiende la supremacía de su Parlamento, le dice a su remedo de partido que no solicite el acta de sus diputados presos. No tiene por qué hacerlo. Se les suspende de funciones, no de su condición. A la Mesa del Parlament le compete aplicar la medida. Será la próxima escala del desafío.
Con todo, lo más jugoso del ejercicio de posverdad expuesto en Edimburgo es la conclusión de su razonamiento exprés: «Volvemos a ver cómo la separación de poderes en España es un mito; por eso, en el fondo, la lucha de Cataluña no es contra el Gobierno de España, es contra el conjunto de los poderes estatales». Un mes después de la moción de censura, Torra no sitúa diáfanamente al Ejecutivo en el bando de los adversarios. O Torra ha modificado su parecer o confía en que el Gobierno pueda variar su posición.
Por su visita a Escocia y su reunión con su ministra principal sabemos la inspiración del logo. El símbolo del SNP es un lazo negro sobre fondo amarillo. Asimismo, en esta obra coral aparecen a toque de corneta los secundarios para reprochar al president su traición y autonomismo. La CUP y los CDR son colaboradores necesarios en el guión del apaciguamiento. «Algo se mueve en el mundo independentista cuando los extremistas y antisistema protestan airadamente…». Esta apreciación provoca a estas alturas bostezos o sorna en la concurrencia.
Como a Borrell le toca defender la posición y se conoce cada gag, trata de anticiparse en Bruselas. El nacionalpopulismo es un desafío para Europa y sus valores. Sin embargo, los sediciosos avanzan casillas. Puigdemont pretende percutir en los roces entre Estados miembros de la UE y poderes de los Estados y echarle el lazo a Llarena.
Las puestas en escena de Torra y su patrono están coordinadas. Pretenden que ignoremos que la defensa de la inmunidad jurisdiccional es un principio revolucionario esencial que consagra el constitucionalismo británico en el XVII y la Constitución Francesa de 1791. Es un instrumento que garantiza la independencia de los jueces. Borrell no quiere ser ministro de asuntos catalanes, pero Cataluña es junto con Italia el laboratorio donde se experimenta con la mezcla de sustancias nocivas: xenofobia y populismo.