Jon Juaristi-ABC

Un magnífico libro, para el fin del año, de un poeta hasta ahora inédito

Edmund Burke dijo que cuando se pierde el poder queda el consuelo de la literatura. No para todos los políticos, evidentemente. Pero en el siglo XVIII, que era el de Burke, muchos de ellos escribían literatura, e incluso algunos eran excelentes poetas, como nuestro Jovellanos. El pasado jueves, cuatro escritores, que tuvimos algo que ver con la política cuando todavía era una actividad medio decente, presentamos un libro: el primer libro de poemas de uno de los cuatro, que recibía su bautismo literario, bajo el padrinazgo de los otros tres, a la tierna edad de ochenta y tres años.

José Luis Leal, que fue ministro de Hacienda en el primer gobierno constitucional, de 1979 a 1980, es también un gran poeta, hecho este que por mucho tiempo sólo fue conocido por el novelista Joaquín Leguina, que fue su camarada en el FLP, cuando ambos estudiaban en París y soñaban en montar un maquis en Navacerrada con otros felipes tan aptos para la vida guerrillera como José Pedro Pérez-Llorca o el poeta José Ángel Valente. Leguina fue el encargado de la semblanza preliminar del autor en la presentación de En Tierra de Nadie, el libro de Leal que reúne sus poemas compuestos entre 1981 y 1997, recién publicado por Reino de Cordelia. Tomamos a continuación la palabra Luis Alberto de Cuenca y quien esto escribe, antes de que el autor y su editor, Jesús Egido, cerraran el acto.

José Luis Leal es un excepcional poeta, pero sin generación en la que guarecerse. Por edad, pertenecería a la de los Novísimos (Martínez Sarrión y Vázquez Montalbán nacieron en 1939), pero su poética lo acerca más al grupo de los años 50, al de Valente (que fue su amigo y mentor en poesía), de Ángel González y de Gil de Biedma, de la generación anterior a la suya. Lo curioso es que también los de la generación de Luis Alberto de Cuenca y mía podríamos reconocerlo como uno de los nuestros, tanto por su rigor lingüístico y por la claridad de la expresión y del sentido, como por las referencias históricas de sus poemas, que son las mismas que caracterizan nuestra poesía, referencias a la Transición, al terrorismo de ETA o al golpe de Estado del 23-F. Es decir, a las dificultades criminales y grotescas que se opusieron a la consolidación de la democracia. Son las mismas de nuestros poemas, pero expresadas en otro tono, el de la poesía civil de la generación del medio siglo XX. Referencias que hoy se ignoran o se desprecian. De ahí que podamos identificarnos con la figura del exiliado que esboza Leal, aunque entendiéndola como un exilio de este tiempo de estupidez y olvido: «No te dirán, aunque lo digan,/ quédate,/ porque eres otro y no eres de los suyos, / porque las horas ya no pueden devolverte,/ al pasado que fue, al presente que no te pertenece». Una Tierra de Nadie, en efecto, la España de hoy, para los que vivimos, como José Luis Leal, en el recuerdo asimismo leal a la patria decente que nació en 1978 y que ya no respira.

Habló Leal de su Maestro. El Maestro es una instancia interna que, según Auden, debería poseer todo poeta y que consiste en un retrato moral y estético que combinaría los rasgos de sus poetas más admirados. En el caso de Leal, sus componentes son, sobre todos los demás, San Juan de la Cruz (el mejor poeta de nuestra lengua), José Ángel Valente y el irlandés William Butler Yeats. Dos versos de un conocido poema de este último, The Second Coming, constituyen la única cita ajena de En Tierra de Nadie. Los traduzco. Vendrían bien para un christmas trágico (precisamente con esa intención los escribió Yeats en otra época horrible): «Los mejores carecen de toda convicción, mientras los peores están llenos de intensidad apasionada». Felices Pascuas.