Lecciones aprendidas de la noche turca

ALBERTO PRIEGO – EL MUNDO – 17/07/16

· La estabilidad de Oriente Próximo depende de una Turquía estable, democrática y que reciba más atención y ayuda de Occidente.

La noche del 15 de julio pasará a la historia por el fallido intento de golpe de Estado perpetrado por un grupo de militares turcos contra el Gobierno de Erdogan. Cuando todo parecía estar en contra del actual presidente turco, una serie de decisiones acertadas y sobre todo la firme voluntad del pueblo turco de defender el orden constitucional dieron al traste con la voluntad de los golpistas. Más allá de los hechos merece la pena prestar atención a una serie de lecciones que podemos y debemos extraer de este intento de golpe de Estado que, de haber triunfado, hubiera puesto en riesgo la estabilidad de Europa.

  1. El islam y la democracia son compatibles.Turquía es conocida como el más claro ejemplo de secularismo dentro del mundo musulmán. Sin embargo, en el caso turco no podemos establecer una relación directa entre secularización y democracia. Los momentos en que Turquía ha estado gobernada por militares o por partidos seculares, es decir, cuando partidos como el de Erdogan estaban prohibidos, no han coincidido con los momentos más democráticos de Turquía.

En la medida en que la Unión Europea ha ido siendo más dura con Turquía exigiendo más democracia, los resultados electorales de los islamistas moderados han sido mejores. Por lo tanto, no podemos afirmar, al menos en el caso de Turquía, que la llegada al poder de los islamistas haya supuesto un retroceso en la democracia turca. De hecho, el fracaso del golpe ha venido por la resistencia del pueblo turco, pueblo que fue llamado a la defensa de la incipiente democracia turca desde los minaretes de las mezquitas.

Así, la noche del 15 de julio pasará a la historia por la defensa que se hizo, desde el islamismo, de la democracia liberal.

  1. Turquía merece más atención y ayuda de Occidente. Turquía es el Estado con mayor peso estratégico del mundo para Occidente. Desde el punto de vista militar, la República de Turquía es el segundo ejército de una Alianza Atlántica que necesita de sus capacidades, ya que los países europeos parecen no estar dispuestos ni a invertir en ellas ni desde luego a emplearlas cuando sea necesario.

En un momento en el que las relaciones con Rusia están en su peor momento, el papel militar de Turquía en la OTAN se antoja fundamental para la disuasión sobre todo desde el incidente del avión ruso. Desde el punto de vista económico, Turquía es el nudo por el que entran las principales rutas de suministro energético a Europa. Si las rutas energéticas turcas quedaran bloqueadas, por un golpe de estado o por un conflicto, a los europeos solo nos quedaría la opción rusa. En este escenario se complicaría enormemente la independencia de la política exterior de la UE y de los estados miembros.

  1. La estabilidad de Oriente Próximo depende de Turquía. La crisis de Siria, el incesante flujo de refugiados, el terrorismo del Daesh, etc… Todos estos son temas cuya solución pasa por una Turquía estable y democrática. Históricamente, Turquía ha sido el principal aliado de Estados Unidos y de Israel en Oriente Próximo. En la medida en que las relaciones entre Tel Aviv, Washington y Ankara se han deteriorado, la estabilidad de Oriente Próximo se ha ido resintiendo notablemente. De hecho, desde el nombramiento de Binali Yıldırım como primer ministro parece haberse recuperado el tradicional rol turco en Oriente Próximo lo que podría haber sido un detonante para la sublevación militar. Esta hipótesis avalaría las acusaciones del presidente Erdogan sobre Fethullah, quien además de tener una agenda propia en la región, parecía más cómodo con el anterior primer ministro Davutoglu que con el actual.
  2. Apuesta por el modelo turco frente al modelo egipcio. Si bien es cierto que un grito de libertad recorre el sur del Mediterráneo desde Casablanca hasta Damasco pasando por Trípoli y Argel, no es menos cierto que las respuestas a ese grito no han sido las mismas en todos los países.

Tal y como se ha visto con las revoluciones árabes, el pueblo musulmán pide incansablemente que el islam esté más presente en la esfera pública de sus sociedades. Sin embargo, las respuestas a esa demanda no siempre han sido iguales. Si bien es cierto que desde hace 20 años Turquía ha ido abriendo las instituciones a las opciones islamistas moderadas, otros Estados como Egipto han reprimido los deseos del pueblo instaurando regímenes de corte autoritario. Si comparamos los casos turco y egipcio la conclusión es sencilla: la apertura progresiva es más efectiva que la represión continuada y, a largo plazo, los islamistas se convierten en los primeros defensores del sistema democrático.

Un día después del golpe de Estado, cuando todavía creemos que las duras imágenes de Estambul y Ankara han sido tan sólo un mal sueño, parece resonar aquel poema que llevó a Erdogan a prisión: Las mezquitas son nuestros cuarteles, los minaretes nuestras bayonetas, las cúpulas nuestros cascos y los fieles nuestros soldados.

Alberto Priego es profesor de Relaciones Internacionales en la Universidad Pontificia de Comillas.