Carlos de Urquijo-El Debate
  • Maura, partidario de la autonomía, no podía admitir como el patriota que era, que los separatistas catalanes rompieran la soberanía nacional –«se ha delimitado la región amojonando al Estado»– respondió Maura a Cambó, defensor del proyecto

El 13 de diciembre se cumplirán cien años de la muerte de D. Antonio Maura, presidente del Gobierno y director de la Real Academia Española en distintas etapas a lo largo del primer cuarto del siglo pasado. No sé si por esta razón «Calenda Libros» ha editado recientemente «La Oratoria», un libro muy interesante en el que se recoge el discurso de ingreso de D. Antonio en la Real Academia y la contestación al mismo por parte de otro insigne político de la época, Francisco Silvela. Acompaña la obra un magnífico estudio introductorio, a cargo del historiador Carlos Dardé, convertido en una pequeña biografía del protagonista.

De la ingente obra de D. Antonio, destaca con acierto Dardé tres grandes discursos en los que Maura dejó plasmada su elocuencia. Tres cuestiones que le apasionaron a lo largo de su carrera y que fueron capitales en su época: En noviembre de 1907 el conocido como «proyecto de ley de la escuadra» sobre la necesidad de modernización de nuestra Armada. En abril de 1917 su discurso en el mitin de la plaza de toros de Madrid señalando la dirección de la política exterior de España. Y por último en diciembre de 1918 –inspirador de este artículo– el debate parlamentario en torno al proyecto de autonomía de Cataluña presentado por la Mancomunidad de Cataluña, integrada por sus cuatro diputaciones.

Maura, partidario de la autonomía, no podía admitir como el patriota que era, que los separatistas catalanes rompieran la soberanía nacional –«se ha delimitado la región amojonando al Estado»– respondió Maura a Cambó, defensor del proyecto. El texto contemplaba que las disputas entre el Estado y Cataluña se resolvieran a través de un Tribunal Mixto España-Cataluña. Maura trituró los argumentos de los defensores del proyecto con tal autoridad, que no solo decayó tras aquel debate, sino que desapareció de la disputa pública durante unos años.

Desgraciadamente este proyecto de ruptura de España se ha retomado de manera atrabiliaria en los últimos años por los separatistas catalanes, aunque no solo por ellos – recordemos la bilateralidad planteada por el PNV, idéntica en la reclamación de los Tribunales Mixtos planteados hace un siglo–. En esta ocasión el desafío no tiene enfrente ningún político a la altura de D. Antonio Maura. El único hombre que puso en su sitio en 2017 a los sediciosos fue Felipe VI, pero el Rey llega hasta donde puede. El freno a la ruptura deben ponerlo los representantes de la soberanía nacional y, sobre todo, el Gobierno.

La cerrada defensa de la unidad nacional, como en el siglo XIX y el XX, sigue siendo la asignatura pendiente de España. Mientras el Gobierno se humilla ante un prófugo de la Justicia enviando delegados al extranjero para mendigar su continuidad regalando soberanía, la oposición es incapaz de articular un proyecto solvente que ponga freno al chantaje. Frente a la fortaleza de la minoría antiespañola, la mayoría defensora de su unidad nos ofrece unos días pusilanimidad, otros complicidad y los más, indiferencia. Cuánto se echa en falta el valor y la inteligencia de D. Antonio en la actualidad. Finalizo con una sugerencia dirigida especialmente a nuestros representantes públicos, la mejor forma de recordarle en el centenario de su fallecimiento es conocer su obra, actualizarla y continuarla. La regeneración de España lo merece.

  • Carlos de Urquijo fue delegado del Gobierno en el País Vasco