Javier Tajadura Tejada-El Correo
- Sánchez debería tomar nota de la cultura política en Alemania y Portugal: si no logra aprobar los Presupuestos, elecciones
El Gobierno de Pedro Sánchez ha incumplido su obligación constitucional de presentar al Congreso un proyecto de Presupuestos Generales del Estado. El Ejecutivo teme que sea rechazado ante la imposibilidad de satisfacer simultáneamente las contradictorias demandas de sus muy heterogéneos aliados parlamentarios. En este contexto, el Gobierno y sus partidarios relativizan la importancia del incumplimiento y afirman que la legislatura puede continuar, sin problemas, con las Cuentas prorrogadas. Esta actitud es incompatible con la lógica de la democracia parlamentaria y contrasta con la praxis política en los países de nuestro entorno.
La votación del proyecto de Presupuestos sirve para renovar la confianza del Parlamento en el Gobierno. La no aprobación pone de manifiesto que el Ejecutivo carece del respaldo parlamentario y, en ese caso, el presidente debería disolver las Cortes y convocar elecciones. Eso es lo que ha ocurrido estos días en Alemania y lo que ha estado a punto de suceder en Portugal. Sánchez debería tomar nota del comportamiento impecablemente democrático de los partidos socialistas de estos dos países.
Tras las elecciones generales de Alemania en 2021, el Partido Social-Demócrata (SPD) suscribió con liberales y verdes un programa de gobierno. Los tres sumaban una amplísima mayoría que garantizaba la estabilidad del Ejecutivo. Como resultado de esos acuerdos, el 8 de diciembre de 2021 el socialista Olaf Scholz fue investido canciller. El mes pasado, el Partido Liberal, uno de los tres de la coalición, alegó serias discrepancias en torno al proyecto de Presupuestos para el próximo año, rompió el acuerdo y abandonó el Gobierno, que quedó en minoría y sin posibilidad de ver aprobado el proyecto presupuestario.
A diferencia de su homólogo español, Scholz no se ha aferrado al cargo y se ha negado a mantenerse en el poder sin contar con el respaldo de una mayoría parlamentaria. Y tampoco, ni ahora ni antes, el SPD ha intentado buscar el apoyo de la extrema izquierda. Alemania irá las urnas. Las encuestan auguran la victoria de los democristianos de la CDU (integrados en el Partido Popular Europeo), que necesitarán el apoyo de los socialistas y/o de los verdes para gobernar.
En Portugal, tras las últimas elecciones celebradas en marzo de este año, una coalición de centro-derecha gobierna en minoría. Se ha negado a pactar con la extrema derecha. En este contexto, el Gobierno presentó recientemente el proyecto de Presupuestos y existía el fundado temor de que, de ser rechazado por el Parlamento, el presidente de la República disolvería la Cámara y convocaría nuevos comicios. En un admirable ejemplo de cultura democrática y de responsabilidad política, el Partido Socialista ha negociado con el Gobierno el proyecto presupuestario y facilitado su aprobación.
Lo expuesto confirma que en Alemania y en Portugal impera una cultura política democrática, la cultura del pacto y del acuerdo; que los partidos centrales y moderados no tienen dificultades en alcanzar entendimientos; que se descarta el pacto con fuerzas extremistas; y que, si un Gobierno no tiene el respaldo parlamentario suficiente para aprobar los Presupuestos, dimite y se convocan nuevas elecciones. Este debe ser -como ha ocurrido en Alemania- el último recurso. Es preferible siempre la búsqueda de un acuerdo entre las formaciones centrales.
Pedro Sánchez debería tomar nota de estas lecciones europeas de democracia impartidas por partidos socialistas que han desempeñado y desempeñan un papel fundamental en el funcionamiento y preservación de sus respectivos sistemas políticos. Lamentablemente, el PSOE de Sánchez se aferra al poder a cualquier precio, aunque para ello haya tenido no solo que renunciar a su propio proyecto político, sino defender propuestas radicalmente incompatibles con sus valores como puede ser, por citar solo un ejemplo, el ‘concierto’ catalán.
A estas lecciones europeas de democracia, cabría añadir la que dio Felipe González cuando, en octubre de 1995, las enmiendas a la totalidad de su último proyecto de Presupuestos recibieron el apoyo de 183 votos. El proyecto del Gobierno solo tuvo el respaldo de los 158 diputados socialistas. Ante el abandono de las fuerzas nacionalistas que le habían prestado su apoyo durante los tres primeros años de la legislatura, González, consciente de que ya no tenía una mayoría para gobernar, disolvió las Cortes y convocó elecciones anticipadas.
Lo anterior confirma que en aquel PSOE y en sus dirigentes imperaba una cultura política democrática como la que sigue inspirando hoy a los partidos socialistas de Alemania y Portugal (por mencionar los ejemplos expuestos). Una cultura democrática que en el PSOE de Sánchez brilla por su ausencia.