Rosario Morejón Sabio-El Correo
Doctora en Psicología y analista de relaciones internacionales
- El dimitido primer ministro francés fracasó cuando quiso colocar a los partidos ante su responsabilidad para aprobar los Presupuestos
Nombrado el 9 de septiembre, Sébastien Lecornu presentó la renuncia al jefe del Estado, Emmanuel Macron, al día siguiente de anunciar la composición de su Gobierno. Las críticas desde todos los flancos y las previsiones de censura inmediata abocaron al exministro de Defensa a situar a cada formación política ante sus responsabilidades. La ruptura prometida por Lecornu parece insuficiente, las exigencias maximalistas de cada partido anulan la viabilidad del Presupuesto 2026. ¿Cabe una reestructuración urgente del Ejecutivo o Francia va hacia a unas elecciones anticipadas?
Todos dicen «desesperar» ante este caos mientras la Bolsa de París cedía un 2% tras la decisión del macronista. El Ejecutivo que presentó dividió a la coalición de gobierno en funciones. En una plantilla reducida a dieciocho, repetían doce miembros del Gabinete de François Bayrou, y regresaban dos polémicas figuras del macronismo, Bruno Le Maire y Roland Lescure.
El nombramiento sorpresa de Le Maire, ministro de Economía entre 2017 y 2024, para Defensa precipitó la implosión del Gabinete anunciado. Ante otra implosión, la de su propio partido, los republicanos decidieron abandonar. Para los conservadores, el regreso de Le Maire es una doble afrenta. Es el símbolo del pésimo rumbo de las finanzas públicas y del necesario reciclaje de las personalidades políticas demandado por los votantes. «La composición del Gobierno no refleja la ruptura prometida», criticaba Retailleau, presidente del grupo.
Al margen de personalismos, las negociaciones entre los partidos han anulado cualquier compromiso. Cada uno imponía sus condiciones desde su paradigma político. Los socialistas plantean medidas propias del programa del Nuevo Frente Popular a un Gabinete de centro-derecha. Al pedir la suspensión de la reforma de las jubilaciones y la imposición de la ‘tasa Zucman’ calculan una hipotética victoria de la izquierda en las presidenciales de 2027 más que la estabilidad del país en el presente.
Por su parte, los macronistas no parecen haber pensado que la necesaria abstención de los socialistas ante el nuevo Gobierno y su presupuesto resultaría imposible con el perfil de extrema derecha del plan sobre inmigración o asistencia sanitaria. Conocida la composición del Ejecutivo, si los socialistas no lo hubieran censurado habrían ofrecido al macronismo decadente una victoria simbólica: la superación de la brecha izquierda-derecha, perspectiva tan ansiada por Emmanuel Macron. Con las municipales de 2026 en la cabeza y la presidencial de 2027, ¿qué lectura haría la opinión pública de esta concesión socialista a Lecornu? Su dimisión les pilla a contrapié.
Tres semanas largas de conversaciones en Matignon han reunido al primer ministro dimisionario con la intersindical, todos los partidos menos La Francia Insumisa -renuente por considerar ilegítimo su nombramiento-, las patronales, asociaciones, representantes de la vida civil… Se han repetido los encuentros, abordado las urgencias del Estado sobre las cuentas de la Seguridad Social, el poder adquisitivo, el empleo, los gastos de defensa en el difícil contexto internacional… El macronista ha tenido gestos simbólicos como suprimir la eliminación de los dos días festivos prevista por su predecesor, acabar con los privilegios de por vida de los antiguos primeros ministros, con el servicio civil de los jóvenes (SNU), abrir centros de salud, mejorar las jubilaciones de las mujeres con hijos, las de las carreras profesionales penosas, el seguro de paro. Medidas destinadas a rebajar la presión de las calles y a fortalecer la igualdad y la democracia social.
Pero estas concesiones no han servido para coaligar un gobierno de circunstancias. Ni siquiera la «ruptura» estrella de Lecornu ha resultado. El día 3, en una declaración sorpresa, el primer ministro se comprometió a no utilizar el artículo 49.3, recurso constitucional de los gobiernos acorralados. Medida loable, viniendo de un lugarteniente de Macron, el abandono del decreto-ley devolvía el debate del Presupuesto al Parlamento evitando la censura del jefe de Gobierno. Lecornu fomentaba la parlamentarización de la vida política. Colocaba a cada grupo político ante sus responsabilidades al disponer ellos del juego de las enmiendas, contraproyectos y cuantas disposiciones otorga la Constitución. Lecornu se negó a pasar con fórceps el Presupuesto de 2026. Dejaba a los parlamentarios ejercer su oficio.
«Comprobado que no reúno las condiciones que permiten ejercer de primer ministro y que autorizan al Gobierno a presentarse ante la Asamblea Nacional, cedo mi responsabilidad», declaraba Sébastien Lecornu al despedirse, remarcando que prefiere su país frente al partido. En Francia, todavía hay democracia.