Iñaki Ezkerra-El Correo
La escritora coruñesa Abril Camino ha dedicado su última novela, ‘Nuestro último verano en la isla’, a «las lectoras» porque, según afirma en unas recientes declaraciones, «a los hombres les interesan muy poco las historias escritas por mujeres». Creo que se equivoca. A los hombres no nos interesan las historias en general, sean escritas por quien sea. Sé que estoy generalizando y que eso es siempre injusto, pero tengo comprobado que en España las que leen de verdad son las mujeres. Son ellas las que han salvado el mercado editorial. Lo confirmo por las mujeres que conozco en mi familia o en mis círculos de amigos. Es raro la que no me dice que está leyendo no sé qué libro y que si lo conozco o si conozco a su autor. Y, por la conversación, suelo comprobar que se trata de una lectura desinteresada. Es decir, que leen por el placer de leer. Los hombres, en cambio, siempre que me hablan de un libro que están leyendo, no es para preguntarme si yo lo he leído sino para recomendármelo directamente. Y, si han elegido esa lectura -descubro- es porque de antemano les interesaba su temática: la Leyenda Negra, los Comuneros, la Segunda República… O sea, que leen un poco para corroborar lo que ya pensaban antes sobre ese tema. Leen para que los libros les den la razón.
Creo que es por ese motivo por la que los hombres leen en general más ensayos históricos, o crónicas políticas, que novelas. Cuando leemos una novela no lo hacemos para que nos dé la razón sobre nada, ni sobre el amor ni sobre el odio, ni sobre la lealtad o la traición. Nos presentan a unos personajes de ficción, a los que no hemos tenido hasta ese momento el gusto de conocer, y vamos descubriendo de ellos lo que quieren contarnos, o lo que nos cuenta de ellos un narrador. Y estoy hablando de los que leen. En los chats en los que participo, he observado que ellas leen y aportan artículos que han leído, mientras ellos pasan de éstos, y lo que comparten son más bien noticias, exclusivas, informaciones en las que el valor es la novedad o el carácter escandaloso de los hechos a los que aluden, pero en las que resulta obvia, o está ausente, la reflexión. Sé que generalizo, pero buscaré un libro que me dé la razón.