El lehendakari recuerda que ahora Sortu puede pedir amparo al Constitucional y aprovechar esa «oportunidad» para romper con el pasado de la izquierda abertzale. Debería considerar que, si esto es así, el Supremo ha hecho un gran favor al mostrarse más exigente de lo que él mismo era hasta hace 48 horas.
Vivimos unos tiempos marcados por las prisas. Recordarán los lectores que en la presentación de Sortu junto al Nervión, Iruin describió los estatutos que iban a presentar días después al Ministerio. Al levantarse la reunión ya había asistentes, entre ellos la presidenta de la Sala Social del TSJPV, con el síndrome de Scévola: estaban dispuestos a poner la mano en el fuego por unos estatutos que no habían tenido ocasión de leer.
Ayer, al conocerse que la chimenea del Tribunal Supremo echaba fumata nera ma non troppo, toda la clase política española, y con empeño especial la vasca, empezó a hacer análisis sobre el asunto, sin conocer más que la parte dispositiva de un auto que no estará redactado hasta finales de la semana que viene como muy pronto. Bueno, en rigor ya habían empezado antes de conocer la parte dispositiva. Recuerden el debate estratosférico que el lehendakari y el mismísimo ministro Caamaño mantuvieron con el PP en torno a una cuestión irrelevante, si Sortu es ETA o no es ETA, cuando lo que se juzgaba es si es una continuidad de Batasuna, que no había sido ilegalizada por ser ETA, sino por ser un instrumento de la banda y mantener una estrategia común con ella.
Es bastante natural que los análisis hayan ido a recaer en la falta de unanimidad de la Sala del 61 en la decisión de no legalizar a Sortu. Nueve contra siete. Este ministro estableció hace nueve meses que el número de palabras de los artículos declarados inconstitucionales del Estatut no era muy relevante respecto a las que contenían el resto de los artículos. Es comprensible que un personal entrenado en esta lógica cuantitativa sienta la tentación de establecer porcentajes, como si el auto del Supremo no fuera totalmente legítimo o, más precisamente, como si Sortu hubiera sido legalizada en un 77,77%, pero eso no es.
Goza de aceptación la idea de que Sortu ha dado pasos, aunque no hayan sido suficientes, ya que de ahí se deducen dos conclusiones: que ha sido un juicio político, según los más directamente interesados, los dirigentes de la nueva formación, y declaraciones en el mismo sentido pero más críticas contra el Supremo por parte de la parte menuda de la política vasca y abertzale.
Llama la atención la declaración del lehendakari López, uno de los más tenaces propagandistas contra la ilegalización, que acata la decisión, como no podía ser de otra manera, aunque el núcleo de su razonamiento sea algo confuso. Considera que se ha echado en falta (en Sortu) una manifestación pública de «ruptura con el pasado y con el apoyo a la violencia de forma más clara y contundente para que no cupieran dudas sobre sus intenciones futuras», y el recordatorio de que ahora puede pedir amparo al Constitucional y aprovechar esa «oportunidad» para romper con el pasado de la izquierda abertzale.
No cambiaría ni una letra de esta declaración, pero tal vez debería considerar que, si esto es así, el TS ha hecho un gran favor al mostrarse más exigente de lo que él mismo era hasta hace 48 horas. Para que no queden dudas y para que tengan una oportunidad más de romper con el pasado de la izquierda abertzale y de ETA.
Santiago González, EL MUNDO, 25/3/2011