TONIA ETXARRI-EL CORREO

Malos tiempos para los librepensadores. Malos tiempos para la crítica que se salga del redil de unas siglas que responden al nombre del PSOE y que ahora están parasitadas por Pedro Sánchez. Lo están viviendo cada día los pocos barones socialistas que se atreven a levantar tímidamente la mano para expresar sus discrepancias ante el derroche legislativo del presidente que les está dejando a los pies de las urnas en las próximas elecciones de mayo. Sin saber cómo van a explicar a su electorado tanto manoseo del Código Penal, con tan pocos argumentos para presentarse como defensor de la Constitución teniendo como socios a quienes le han obligado, entre otras cosas, a despenalizar la secesión y, además, se jactan de ello.

En una sociedad fracturada en bandos desde que Podemos llegó a la política, no caben las críticas al poder. Lo acaba de sufrir en su propia piel el expresidente Joaquín Leguina. El único socialista que fue capaz de ganar las elecciones en la Comunidad de Madrid, y gobernarla. Por haberse mostrado crítico con el sanchismo y no ocultar su admiración por el liderazgo de Isabel Díaz Ayuso, ha sido desterrado del ‘paraíso’, del partido que ha sido su casa toda la vida, en donde ha estado mucho antes de que Pedro se estrenara en política. Como Paco Vázquez, el exalcalde de La Coruña que opina de la Ley de Memoria que se trata de «una revancha totalitaria». Como José Luis Corcuera, el exministro del Interior que se dio de baja después de 40 años de militancia. O José María Múgica, que abandonó el partido después de ver la imagen de Idoia Mendia preparando una cena de Navidad junto a Otegi, entre otros políticos, con una frase lacónica: «No en mi nombre». Y tantos otros que se han ido difuminando en la parte oscura del silencio.

Leguina ha sido purgado. No por hacerse una foto con Nicolás Redondo y su invitada Isabel Díaz Ayuso a la Fundación Alma Tecnológica, sino por haber explicitado sus críticas al sanchismo. Y en este PSOE no hay margen para el pensamiento propio, ni siquiera para la libertad de voto en el Congreso, como en tiempos de Rubalcaba. Los ministros del coro de Sánchez repiten que Leguina hizo campaña por Díaz Ayuso. Por lo tanto, se merece la expulsión. García Page pone sus barbas a remojar. Y Lambán ya se vio forzado a corregirse a sí mismo. Silencio, que pasa Sánchez. Un mutismo que no camufla la fragmentación de la izquierda, que está cada vez más dividida. Podemos, Más País, ¿Sumar o no sumar, Yolanda? Si Ciudadanos queda en manos de Edmundo Bal, se va hacia ese conglomerado. En la izquierda eran pocos y parió ‘El Jacobino’. Un grupo de intelectuales y profesores de izquierda, hartos de la deriva identitaria e independentista del PSOE y Podemos, se han aglutinado en torno a una plataforma, con un discurso que recuerda el iniciático de Ciudadanos. ¿Hay espacio? Ellos anuncian su intención de concurrir a las elecciones. «El partido de los huérfanos», como dice el sociólogo Ignacio Varela, «sigue poblándose de nombres ilustres».