Joseba Arregi, EL CORREO, 18/4/12
Ahora entra en liza el colectivo de presos, y lo hace con la conocida táctica de Eta-batasuna: un nuevo liderazgo, unas declaraciones, establecer condiciones, crear expectativas…
Hasta que aprenda inglés, sólo que en el caso de Euskadi no se trata de aprender inglés, sino de aceptar la visión de la historia de nuestra sociedad, la más lejana y la más cercana, que defiende Batasuna. Nos siguen dando leña, ahora que nos habían convencido de que la leña de verdad, el terror de ETA, desaparecía definitivamente –aunque empiezan a repetir demasiado lo de que es preciso apuntalar esa decisión de ETA haciendo cosas excepcionales–. Y la leña que nos dan es someternos a un bombardeo mediático permanente, someternos al chantaje de que la paz no es definitiva hasta que los gobiernos francés y español hagan sus deberes, los que les ponen ETA, Batasuna y los presos al unísono.
Nos dicen que ha acabado para siempre la violencia de ETA, pero también nos dicen que su disolución definitiva, y la consolidación de la paz sólo llegará cuando se solucione el conflicto, cuando llegue la democracia verdadera, cuando se dé una solución democrática a Euskal Herria, a los presos, al derecho de autodeterminación. Mientras tanto, leña al mono, y por si acaso, sembrar dudas sobre las intenciones de ETA.
Ahora entra en liza el colectivo de presos, y lo hace con la conocida táctica de Eta-batasuna: un nuevo liderazgo, nuevos responsables, unas declaraciones, una entrevista, poner de manifiesto lo que reclaman, establecer condiciones, anunciar nuevos movimientos, mantener a los medios pendientes de lo que puedan volver a decir, crear expectativas de nuevos pasos, siempre penúltimos aunque lleven el marchamo de últimos, y todos pendientes de lo que puedan decir.
Y sin embargo, al final terminan diciendo lo de siempre: el conflicto, la solución democrática, ETA ya ha hecho lo que tenía que hacer, ahora son los estados –equiparados a una organización terrorista– los que tienen la responsabilidad de hacer cosas excepcionales –algunos recordamos lo que significaba excepcional en tiempos de Franco–, y todo en nombre de la democracia, de la verdadera, que no lo será hasta que ellos dictaminen que lo es. Como decía una señora que no manejaba bien el castellano: qué dise, qué dise, le(he)ngua berrize(re), qué dice, qué dice, lo mismo de siempre.
Hasta que nos cansemos y les demos la razón, me imagino que pensarán en sus elucubraciones mentales, o hasta que nos cansemos y aprendamos a no hacerles caso. O hasta que nos cansemos e interioricemos lo que decimos: que ni ETA ni Batasuna han dado los pasos que han dado porque se han sometido a un proceso de reflexión autónoma, al estilo de unos ejercicios ignacianos, sino porque el Estado de derecho ha aplicado todas las medidas democráticas en su mano para debilitarles y colocarles ante la disyuntiva de continuar con el terror, o buscar una salida para poder jugar en el campo de la política democrática, que no es lo mismo que convertirse a los principios democráticos.
Y en todo esto, aparte del papel que juegan los medios de comunicación convertidos en portavoces y altavoces de ese conjunto de Eta/batasuna/presos siempre a la búsqueda del último gesto que nunca lo es, uno se pregunta qué papel juega la sociedad vasca, de la que los políticos nos han reiterado que mayoritariamente estaba y está contra ETA. Uno se pregunta si eso significa que rechaza los planteamientos de ETA en su conjunto, si sólo rechaza la violencia y comparte mayoritariamente los planteamientos políticos, si la sociedad vasca, mayoritariamente, lleva a cabo una operación quirúrgica de diseño complejo y con un bisturí conceptual afiladísimo para separar medios de fines, la violencia del proyecto político, los instrumentos de la meta a alcanzar por ellos, dejando de lado el que los medios condicionan los fines, y que los fines condicionan los medios. O si la sociedad vasca, mayoritariamente, lo que quiere es vivir bien y que le dejen en paz, los violentos y los que reclaman una condena de la historia de terror de ETA, los terroristas y las víctimas, para que, incluso en condiciones de la brutal crisis económica que padecemos, pueda esa mayoría seguir con una vida plácida, sin preocupaciones de conciencia ni de asunción de responsabilidades.
O quizá la sociedad vasca sea mucho más lista que todo ello, y lo único que está haciendo es permitir a los de Batasuna y a los presos de ETA que crean que les está haciendo caso, pero a la vuelta de la esquina les van a dejar colgados de una brocha, como acostumbra a hacerlo para no perder la comodidad de la buena vida.
Es probable que estas preguntas sean consideradas por no pocos como fuera de lugar, como si no nos alegráramos lo suficiente de que en Euskadi ya no se asesine más por pensar de forma distinta, como si lo más democrático que se pudiera imaginar no consiste precisamente en que ETA y Batasuna sigan persiguiendo lo mismo, una Euskadi en la que no caben los no nacionalistas, pero sin amenazarles de muerte por ello, aunque ese planteamiento implique la negación radical del pluralismo sin el que la democracia deja de serlo.
Nos han tenido entretenidos con los pasos que estaba dando y que iba a dar ETA. Nos han tenido entretenidos con los pasos que estaba dando y que iba a dar Batasuna. Ahora es el turno de los presos de ETA: nos entretendrán con los pasos que están dando y con los que van a dar –como colectivo, en busca de una solución integral, cada preso individuo representa al colectivo…–, pero volvemos siempre a lo mismo: no aceptan que en Euskadi ni en Euskal Herria, nadie tenga el derecho a concebir, ver, vivir y sentir la sociedad vasca de una forma distinta a la suya. Seguirán dando leña al mono hasta que aprenda inglés, pero algunos monos nos opondremos a aprender el inglés que nos quieren imponer.
Joseba Arregi, EL CORREO, 18/4/12