Juan Carlos Girauta-ABC
- El partido de los dos golpes de Estado no es el único protagonista de la tenaz campaña de ingeniería social que aplica la pedagogía del odio cada día
El consejero de Educación catalán fue detenido por el caso Voloh. En aquellos días, la maquinaria de desinformación pública y privada se mofaba de la operación por inverosímil. Pero en Cataluña la verdad es inverosímil, y ahora consta, por ejemplo, que unos tipos con cargo público se reunían con mafiosos rusos próximos al Kremlin. No para promocionar el comercio sino para negociar la conversión de la Cataluña independiente en un paraíso de las criptomonedas. A cambio de apoyo. Hay pruebas de la ayuda a los golpistas desde las granjas de bots rusas.
Ese talibán que modela cabecitas de niños españoles para que odien a España siempre más, como perrillos de Pavlov, pertenece a un partido liderado por un delincuente. Junqueras se libró de la larga condena que le impusieron porque el jefe de la zahúrda sanchista lo necesita.
Y cuando el jefe de la zahúrda necesita algo, se lleva el imperio de la ley por delante y toda arbitrariedad es poca. Ahí no rige la Razón ilustrada ni ninguna otra, solo la ciega lucha a dentelladas, y a Sánchez no le echa nadie porque antes pudre las instituciones. En ello trabaja ahora.
El partido de los dos golpes de Estado -1934 y 2017- no es el único protagonista de la tenaz campaña de ingeniería social que aplica la pedagogía del odio cada día del año. De su misma cuerda son, obviamente, los chiflados que se escondieron durante décadas bajo la etiqueta convergente. También los comunistas y los posmarxistas podemitas. Sobre todo, ahí está el PSC, autor y dueño del relato que sostiene al PSOE sanchista. Nacionalismo e izquierda catalanas van desde siempre de la mano en materia de inmersión lingüística, que es en realidad inmersión ideológica. La lengua catalana les importa tan poco que la han convertido en idioma ideológico, uno cuyo uso presupone de mil formas sutiles cierta adscripción. Poco se habla de esta desgracia cultural. El catalán es la lengua en que yo hablo siempre con Sostres o con Vidal-Quadras. Somos tres catalanes muy malos: no les regalaremos las palabras.
Se han sacado de la manga una normativa ‘ad hoc’ para incumplir la sentencia del 25%, de modo que, llegado el momento de ejecutarla, que es ahora, expulsan su tinta de calamar arguyendo que sería ilegal hacerlo. Paralelamente, la consejería del talibán separatista se ha dirigido a los directores de centros educativos para instarles a no introducir cambio alguno y para ‘tranquilizarlos’, como si los directores no fueran a resultar al final responsables a título personal.
Sepa el lector que la sentencia de marras solo se cumplirá a la fuerza. Sepa el lector que, aunque tal cosa sucediera, el mal ya está hecho desde hace mucho tiempo. Hay varias generaciones de catalanes ‘inmersos’, salidos de la escuela pública y concertada, que odian a España. Los hijos de los talibanes van a escuelas privadas trilingües; no precisan inmersión, disponen del odio en casa.