
Dos andaluces hablándose con pinganillo
El presidente del Gobierno pidió a sus contertulios en la Conferencia de Presidentes honestidad y espíritu constructivo, dos cualidades que a él le asisten de manera muy dispar: carece por completo de la primera aunque en justa compensación derrochó la segunda en el muro que se comprometió a levantar entre los españoles en noviembre de 2023,,” un muro de convivencia y de tolerancia”.
La Conferencia terminó como el rosario de la aurora, con la oposición pidiendo elecciones y Sánchez diciendo que nones y tuvo su nota más destacada en los plantes de la presidenta de Madrid a las intervenciones de Salvador Illa en catalán y de Imanol Pradales en euskera. Comprendo la actitud de Ayuso aunque no estuvo muy fina en la justificación, cuando dijo: “el catalán, la lengua de los catalanes”. El catalán es en todo caso la lengua de la mitad de los catalanes, como el euskera es la lengua de la cuarta parte de los vascos, por mucho que la sinécdoque nacionalista tome también en esto la parte por el todo.. De ahí que a la lengua que peor hablan, que es la cooficial la llamen la lengua propia. La otra, la que hablan todos ellos es la lengua extraña, erdera o, por decirlo con la sutileza del difunto Arzalluz, ‘la lengua de Franco’. Es un raro sentido de la antonomasia, como lo sería llamar al euskera ‘la lengua de Josu Ternera’.
Esto pasa cuando se considera las lenguas no como instrumentos de comunicación, sino señas de identidad y se sacrifica lo primero para exaltar lo segundo.. Conviene recordar que el 24 de mayo de 2005, presidía el Congreso de los Diputados un socialista decente, rara avis, más raraúna en la actualidad,. Se llamaba Manuel Marín González y aquel día se negó a permitir que los diputados de ERC hicieran sus intervenciones en catalán con un argumento inobjetable: que debían hablar en la lengua común de todas las señorías que poblaban el hemiciclo. Así le cortó a Joan Tardà. Después lo intentó Josep Andreu y curiosamente quien le cortó fue el sustituto en la Presidencia de Marín, Jordi Vilaplana, que era de CiU. Después también lo intentó en vano Francesc Canet y por último Jordi Ramón, que pilló a Marín harto ya de estar harto y cuando empezó a hablar en catalán le dijo: ”Conoce las instrucciones de la Presidencia y le ruego con toda amabilidad que abandone la tribuna por haberlas incumplido”. El partido que puso a Marín en la Presidencia del Congreso fue el mismo que unos años después puso en ese lugar a Patxi López y a Francina Armengol, no diré más.
Hubo un precedente chusco en la primavera de 1992, cuando el partido-guía y HB concertaron una reunión en el hotel López de Haro de Bilbao.. Participaban por el PNV: Joseba Egibar, Gorka Agirre y Juan Mª Ollora. Por HB: Jon Idigoras, Floren Aoiz e Iñigo Iruin. Ollora hablaba en erdera, la lengua extraña, la única que habla, o sea en español. Aoiz, Iruin e Idígoras miraban al techo como si les hablaran en arameo, a la espera de que Egibar tradujera la parla de Ollora a la lengua propia de los seis. Estos respondían en euskera para que Egibar o Agirre lo tradujeran a la lengua extraña para que se enterase Ollora. Y en este plan.
El 25 de mayo 2010 dos andaluces trataban de entenderse en el Congresoi. Un cordobés de Iznájar, Montilla, hablaba en catalán, desde la tribuna, y uno de Ceuta, Chaves, escuchaba con pinganillo la traducción al español. No cabe más estupidez. En eso tiene toda la razón Ayuso.