Se atribuye a Luis XIV la expresión “L’État, c’est moi”, aunque probablemente sea una frase apócrifa con que sus adversarios quisiesen subrayar el absolutismo de quien se ganó a pulso el apodo de ‘Rey Sol’.
Sánchez es un tipo que sin razones aparentes se considera a sí mismo un bien de Estado. Es una consideración a la que le conduce la identificación entre sus intereses personales y los objetivos de su partido, los de su partido con el Gobierno y estos con los del Estado.
Es comprensible que el autopostulado presidente Sol haya superado la fase de presumir de su relación con el Monarca en la autobiografía que le valió a Irene Lozano una Secretaría de Estado: “Conectamos de forma especial, confiamos el uno en el otro y se estableció una relación muy franca”. No cabe mayor proximidad sin chocar con el sexto mandamiento. Ahora, el Rey de España debe de parecerle algo mindundi. ¿Monarquía parlamentaria, dice usted? Él es más bien partidario de un sistema sin controles, ahí está para dar fe el picadillo que ha hecho con el antiguo Comité Federal, en venganza por la defenestración del 16. No tiene ya el PSOE instrumentos de control sobre su secretario general. El barón socialista ha derivado en el barón castrato, para esto sirve la polisemia desde que él volvió cabalgando las primarias. ¿Quién podría doblarle el pulso? Nadie en su partido, quizá su vicepresidente Pablo Iglesias si aún sigue creyendo en aquella medicina democrática del comandante Chávez que tanto le gustaba hace no mucho: el referéndum revocatorio.
En el debate electoral de noviembre se comprometió a traer a Puigdemont de vuelta a España. El periodista Alfonso le planteó que la Fiscalía representa al Estado, pero que él personalmente, qué pensaba hacer, prueba evidente de lo lejos que se nos quedan a los periodistas la verdades verdaderas de la vida, porque el presidente demediado respondió: “Es que la Fiscalía, ¿de quién depende?” Iba tan sobrado que le faltó añadir: “listo, más que listo”. El periodista trastabilló, momento en que el doctor insistió: “¿De quién depende?” “Del Gobierno”, musitó el colega, arrasada ya su capacidad de resistencia.
La Fiscalía depende del Gobierno. La Abogacía del Estado, ¿de quién va a depender? otra que tal. Este tío ha elevado a secreto de Estado el sueldo y el horario de trabajo de su mujer. No parece que la Abogacía del Estado, o del Gobierno, o del Partido, pueda serlo sobre todo de ERC sin incurrir en prevaricación.
Pedro Sánchez es un error; “el error Berenguer”, titulaba ayer el director su canto semanal, aunque yo lo rebajaría a errata, en línea con aquel reproche de Antonio Gala a Juan Cruz, que trataba de excusarse porque un artículo del dramaturgo cordobés, ‘Enemigo íntimo’ salió publicado en El País como ‘Enemigo público’ (el periodismo siempre entre sintagmas). Quizá pidió perdón por la errata, en vez de sacar pecho, en plan las erratas suelen mejorar el texto, pero Gala se puso inmisericorde: “Todo tú eres una errata”. Lástima que el doctor Sánchez es una errata capaz por sí sola de emputecer el texto.