Santiago González, EL MUNDO, 7/3/12
Los levantamientos de los jueces tienen algo de espectáculo. El levantamiento del cadáver es muy a menudo el arranque de la investigación criminal en las series televisivas. El levantamiento del secreto del sumario es el comienzo del espectáculo mediático que ofician unos imputados que recorren todo el arco parlamentario, qué digo el arco, toda la escala social, desde la altiva princesa a la que pesca en ruin barca, entiéndase en un sentido puramente orientativo.
A Pepe Blanco, ex ministro y ex vicesecretario general del PSOE, le han levantado el secreto de sumario del caso Campeón, un muerto, el levantamiento del cadáver en un caso incruento. El argumentario socialista ha defendido a Blanco desde que el empresario Dorribo cantó a la juez, con un argumento peregrino: a quién vais a creer, a un ministro o a un empresario encarcelado, razonamiento análogo al que se hacía durante el proceso de paz de Zapatero.
Para decir la verdad no hace falta ser un ciudadano ejemplar; tampoco para mentir es preciso ser un canalla integral. Un tipo de lo más respetable, pongamos un ministro de Fomento, puede mentir si ello conviene a sus intereses. El más ruin de los hombres puede decir la verdad, y la dirá con toda seguridad, si esa verdad es favorable para él. Como no hay razón para pensar que un Gobierno democrático dice siempre la verdad y una organización terrorista siempre miente. Según, y también depende.
Hay conversaciones grabadas entre José Blanco y su amigo empresario José Antonio Orozco en las que aquél dice que ya ha hecho la gestión con Economía sobre el préstamo de 2,9 millones que ha pedido al Banco Europeo de Inversiones. Bran, el primo, actúa como organizador de la agenda oculta del ministro, y describe cómo ha programado los encuentros en la sombra para que no vean a Dorribo en el coche de su primo.
También Dorribo y Orozco. Aquí no hay arrebatos líricos como en las de Camps y Pérez; todo puro pragmatismo: el tema es, yo ya sé, dice Orozco, poner la gallina para el asunto de las municipales. Dorribo jalea a su socio: «Y ahí tú dile: ‘Te pongo las municipales y te pongo el alcalde que tú me digas, cabrón’». «Exactamente», responde Orozco.
Más sofisticado es el caso en lo que respecta al ex conselleiro del BNG Fernando Blanco y al parlamentario del PP Pablo Cobián, aunque tiene menos gancho porque ambos dimitieron a comienzos de octubre de 2011, al destapar este diario las primeras informaciones sobre el caso. En la contabilidad de Nupel hay media docena de asientos con pagos (325.000 euros) a F. Blanco, que trató de poner en marcha negocios de energía eólica en Camerún de la mano de un nativo, Jacques Songo’o, el legendario portero camerunés del Depor. Esto supone al menos una sofisticación, países tropicales, chanchullos interraciales, globalización de la mordida; en fin, otro nivel.
Lo de Blanco, en cambio, es la actualización de un personaje con mucho arraigo en la tierra: el cacique, ese mito que sueñan los niños pobres de la Galicia rural, al igual que los niños sicilianos sueñan con el padrino. Hay rastros de ello en las conversaciones de Orozco cuando se refiere a su amigo Blanco: «Siempre es bueno tener un amigo en el Gobierno de tu país». El que no tiene padrino no se bautiza, ya se sabe, pero la estética del caso Campeón, con sus citas de gasolinera y almuerzos de cocido gallego, está más cerca de la estética de Los Soprano que de la película de Coppola.
Santiago González, EL MUNDO, 7/3/12