Jorge Vilches-Vozpópuli
- Hay miedo porque la mentira ha dejado de tener efecto, las ‘performances’ presidenciales ya no cuajan, y el vestirse con cazadora de obrero no cuela
Los votantes socialistas deciden que el PP de Madrid defiende mejor sus intereses que el partido sanchista. Lo dicen todas las encuestas. Puede ser el principio del fin del crédito blando concedido al presidente del Gobierno. Tanta mentira y farsa, negligencia y soberbia, pactos con populistas, comunistas e independentistas, debía tener su límite. Y ese tope ha sido la realidad.
El sanchismo se está demostrando como algo ajeno al PSOE, no a la nomenclatura, que vive de la adoración al caudillo, sino al votante. Está pasando en España y en otros países europeos, donde el tradicional elector socialista prefiere otras opciones políticas. Hablamos de personas hartas de progresistas aburguesados, y de la vieja retahíla contra la “derechona” y el mercado, y a favor de minorías identitarias y ecologismos futuristas.
Ensoñación totalitaria
La marea antisanchista a la que asistimos en el Madrid de Isabel Díaz Ayuso ha comenzado por la vida cotidiana, esa existencia difícil marcada por el paro, los subsidios, el cierre empresarial y las menguadas ayudas públicas que sirven para llegar a mañana y poco más. Sustituir el trabajo por una paga estatal no es el sueño de la mayoría. Quizá de Pablo Iglesias y de los suyos, pero no de la gran parte de españoles.
Tampoco gusta a la gente que Ángel Gabilondo, tan soso como sanchista, tenga el objetivo de transformar la vida madrileña por una ensoñación totalitaria de la mano de podemitas y errejonistas. A la gente le gusta vivir a su manera, no con un comisario político encima cada vez que opine, salga a la calle, lleve a su hija al cole, suba la persiana de su negocio, coja el coche, o esté en un parque. No quieren que los ensoberbecidos ingenieros sociales le digan cómo tiene que vivir.
El desapego del socialista hacia el PSOE sanchista se produce cuando contrasta su vida cotidiana con lo que hace y propone su partido
Es ahí cuando la rutina adquirida por la libertad y la responsabilidad individual casan con los principios políticos del partido de enfrente, y no del propio. El desapego del socialista hacia el PSOE sanchista se produce cuando contrasta su vida cotidiana con lo que hace y propone su partido. Y sucede también al contrario. Hacer realidad lo que se dice es crucial, tanto como favorecer que en tiempo de crisis la gente mire con optimismo el futuro. El efecto bandera se está cumpliendo en Madrid, incluso entre las filas socialistas, y sus ciudadanos van detrás de quien ha defendido su bienestar contra viento y marea.
El sanchismo tiene pánico de que a mitad de legislatura los españoles empiecen a ver que existe una salida a la derecha. Después de contraerse al máximo, el PP de Casado se estira a derecha e izquierda, mientras Vox sigue en su sitio, lo que permite a los españoles vislumbrar una alternativa al sanchismo. La gran baza de Sánchez era que no se viera otra solución porque la derecha estaba muy dividida y no existía un proyecto realizable.
La moción fallida
El resultado del 4-M puede ser un punto de inflexión. Esto es especialmente cierto después del fracaso electoral de Sánchez en Cataluña, el fiasco en el golpe institucional en las autonomías gobernadas por los populares, la práctica desaparición de Ciudadanos, y el desinfle de Podemos, su principal aliado. Si el PP sigue creciendo hacia el centro, y tras absorber a Cs hace lo propio con los socialistas que desprecian al Presidente, los sanchistas lo van a pasar muy mal en Moncloa.
La visualización de una alternativa a la derecha del PSOE comienza el 4-M, y asusta al sanchismo. Ese es el motivo de la irrupción de Pedro Sánchez en la campaña madrileña. Hay miedo porque la mentira ha dejado de tener efecto, las performances presidenciales ya no cuajan, y el vestirse con cazadora de obrero no cuela. Por eso quisieron parar las elecciones en Madrid con una moción de censura, y ahora quieren meter miedo con las vacunas a los votantes.
Esta es la razón de que los sanchistas salgan más alborozados porque un juez haya dicho que Toni Cantó no puede ir en la lista electoral, que por la mejora de las cifras económicas y de empleo en Madrid. Les alegra más el traspiés administrativo de la candidatura de Ayuso que la mejoría social de los madrileños. Es tan patético como significativo de lo que es el sanchismo.
Tras el alborozo sanchista por la retirada de Cantó resulta que Gabilondo no ha quitado la pancarta en el centro de Madrid, tal y como ordenó la Junta Electoral. En la gigantesca lona se leía “Paremos el Gobierno de Colón”, junto a fotos de personas del PP y Vox. Dejando a un lado la torpeza técnica de un lema que es necesario explicar para que la mayoría lo entienda, el PSOE de Sánchez incumple la ley y la orden de la Junta.
Ahora bien, el sanchismo no se puede permitir una derrota. Si las encuestas siguen dando una victoria a la derecha, harán lo que sea necesario desde el Gobierno de España antes de las elecciones. Y si eso se hace efectivo el 4-M, los sanchistas, incluidos sus medios afines, descargarán toda su ira contra Madrid, el PP y Vox. No obstante, habrá merecido la pena porque la libertad no tiene precio.