JOSEBA ARREGI, EL CORREO – 08/06/14
· El chantaje del PNV pasa por pedir a los no nacionalistas que contribuyan a frenar a la izquierda abertzale.
De vez en cuando es necesario recurrir a esta idea del filósofo Hans Jonas para colocar algunos de nuestros debates políticos en su verdadera dimensión. En este esfuerzo de reubicación ayuda mucho comparar la idea de libertad necesitada con la idea de Hegel de la libertad absoluta que exige el terror y la liquidación del otro. La idea de libertad necesitada de Jonas nace de su análisis del principio vida como punto de partida para entender la realidad. La vida, dice Jonas, es sustancialmente metabolismo, la necesidad de aportaciones del exterior para, transformándolos en energía, dar continuidad a la vida. En este sentido la vida depende del exterior, el otro que es el entorno, del que se alimenta para seguir definiéndose como vida.
La libertad que se corresponde con esa idea de vida es la de libertad necesitada. La libertad pareja a la vida es igualmente necesitada que ésta: depende del exterior, del entorno, transforma lo que recibe de él en actividad libre. Pero sin recibir del exterior no hay actividad libre. La idea de libertad absoluta, por el contrario, es pareja a la idea de espíritu absoluto que Hegel ve actuando en la historia hasta que llega a la autoconciencia absoluta: en el saberse a sí mismo del espíritu absoluto está condensada toda la realidad, y nada hay fuera de ese autoconocimiento.
La libertad de la democracia moderna es una libertad necesitada. Es una libertad que necesita de un marco de derechos fundamentales que hagan posible una actividad libre en el marco limitado por esos derechos, que son derechos propios y derechos de los otros, pues la libertad de cada cual acaba donde termina la libertad del otro. Es una idea de libertad regulada por las normas que garantizan la libertad de todos. Y para ello es necesario la sumisión al derecho y a las leyes que regulan el tráfico entre los ciudadanos en igualdad: igualdad ante la ley para que todos podamos ser libres.
La idea de libertad que subyace en el reclamado derecho de autodeterminación es la idea de libertad absoluta de Hegel, la libertad del espíritu absoluto, de la autoconciencia completa, no condicionada por nada objetivo que limite su saberse a sí mismo. En ese saberse a sí mismo del espíritu absoluto, en esa autoconciencia, el otro, el entorno, la realidad objetiva es siempre una fuente de limitación, de condicionamiento. Y en esta idea de libertad absoluta da igual su expresión en la radicalidad extrema, no querer saber nada del otro, negarlo como elemento necesario de relación y, por lo tanto, de limitación y de dependencia, como es el caso de la izquierda nacionalista radical, o su expresión en formas supuestamente moderadas porque aceptan una relación con el otro, pero sometida a la reserva de la garantía de inmunidad de mis derechos, de mi libertad incondicionada, como lo plantea el lehendakari Urkullu.
La primera forma, la radical de la izquierda nacionalista es la forma de la libertad debida al espíritu absoluto, a la autoconciencia perfecta, una libertad absoluta que conlleva el terror, como lo ha mostrado la historia de ETA, a la que ha acompañado sumisamente la misma izquierda nacionalista radical, que sigue sin poder desdecirse de su propia historia. La segunda, la del lehendakari Urkullu, parece que admite la necesidad de la relación con el otro, parece que con ello admite la limitación de la libertad propia, la libertad necesitada. Pero la introducción de la cláusula de la bilateralidad con blindaje de los derechos y competencias propias, del autogobierno, y con reconocimiento de ser sujeto homogéneo en el sentimiento de pertenencia nacional, anula el reconocimiento de la necesidad de relación con el otro, pues por medio de dicha cláusula lo vuelve a dejar fuera de juego.
La aprobación reciente del derecho de autodeterminación por el Parlamento vasco implica jugar a ser espíritu absoluto por parte de la izquierda nacionalista radical, espíritu absoluto que se manifiesta en la libertad absoluta y en el terror, e implica, por parte del PNV, no negar del todo ese juego, pero dar la sensación de sujetarse a la limitación del derecho y de las leyes, pero sin cerrar la ventana a la libertad absoluta.
Pero hay algo más en este doble juego: es una lucha por la primacía en el campo nacionalista tomando a los demás ciudadanos como rehenes. Me explico: los nacionalistas del PNV, ante el miedo de que los nacionalistas de la izquierda radical les aventajen en votos, piden a los no nacionalistas –PSE, PP y todos los ciudadanos que sin ser ni del PSE ni del PP son simplemente no nacionalistas– que les ayuden a ganar la batalla para que los radicales no tomen el mando, sino para que lo sigan teniendo ellos, los del PNV, eso sí, colocados en una posición, gracias a los no nacionalistas, en la que pueden jugar a las dos cartas según convenga, a la libertad absoluta y a la libertad necesitada.
Pocas veces se ha visto un chantaje más ventajista: los no nacionalistas tienen que coadyuvar a que el Gobierno de España ceda lo suficiente para frenar a los nacionalistas radicales. Así el PNV consigue más de lo que actualmente tiene, y además consolida su posición frente a los radicales y frente a los no nacionalistas, pero con la ayuda de éstos bajo la amenaza del peligro de que los radicales tomen el mando. Una jugada perfecta, si no fuera porque sigue engordando a la izquierda nacionalista radical.
Pero entre la libertad necesitada, la que se compadece con la vida humana, y la libertad absoluta, cosa de dioses y espíritus absolutos que requieren de la sangre de las víctimas, no hay término medio. La bilateralidad y el blindaje de competencias y del poder de autogobierno implica confederación. Todas las confederaciones habidas o se han desintegrado o han sido reconducidas a federaciones para salvar la unión política –EE UU, Suiza–. Y siempre está en juego la libertad, la libertad concreta, la libertad necesitada, la libertad ciudadana.
JOSEBA ARREGI, EL CORREO – 08/06/14