Juan Carlos Girauta-ABC

  • Para el nacionalista catalán no hay más dios que la tierra de sus engaños, con esa historia falsa inculcada en el colegio-madrasa

Un Pepe González con tilde alterada y guion inventado (Josep Gonzàlez-Cambray) funge de ministrillo de Educación en el hinchado Gobierno catalán. Hinchado el Ejecutivo, que se quiere nacional, e hinchado él para aventar complejos. No iban a contentarse con anunciar desacato al Supremo. Como era previsible aprietan las tuercas y doblan la apuesta. Redoblan los tambores. ¡Ahora veréis! Y entonces sabemos de una serie de abusos que vendrían a ser la guarnición forzada de la inmersión forzosa: cuestionarios para la delación de profesores que utilicen el castellano en las aulas, y construcción de mundos paralelos. Así, Gonzàlez comunicó formalmente a los maestros solo llegar: «Sois los protagonistas de los cambios que nos deparará la nueva Generalitat republicana». Es el caso que ahora va a extender la obligatoriedad y exclusividad del catalán a las afueras del aula y del cole: a las actividades extraescolares, a las excursiones, al comedor, a todo. Y nos advierte: «Es un tema de país».

Cuando un nacionalista catalán te diga que algo «es un tema de país», entrégale la cartera, bájate los pantalones y levanta las manos. Te van a atracar, te van a encular y luego te van a usar de diana en una partida de dardos. «De país» es el pie que los actores de la tragicomedia catalana se dan entre sí para evitar despistes en la obra, representación única que los espectadores, hartos, se saben de memoria porque lleva más tiempo en cartel que ‘La ratonera’. La insistencia en unas pocas fórmulas te acaba enloqueciendo, que es lo que ha pasado allí con todos, torturadores nacionalistas y torturados, que también han llegado a creerse que el mundo se acaba en el Montsià. «De país» es la voz que indica a la hermandad el momento de atacar como un solo hombre, de aplicarse el enjambre entero a pillar todo el polen disponible. Si las flores son tuyas y te mueves, una mitad seguirá con su tarea y la otra clavará sus aguijones en cada centímetro de tu piel. Las abejas obreras mueren al inocularte su veneno, pero no les importa porque están ‘p’allá’. Fíjate cómo se enfrentan las ancianas a los policías, cómo tipos que fueron franquistas o cobardes se han reinventado, se lo han llegado a creer, se han embutido en una camiseta de uniforme y han salido a enfrentarse a la Policía de la Generalitat azuzados por el propio Gobierno de la Generalitat. «De país» significa que se van poner muy locos y que no conocen ni a su padre, que mejor no te interpongas en su camino. Es la señal para que sus fieras se tiren a degüello. Y es la invocación a lo más trascendente porque, para el nacionalista catalán, para ese tipo imposible (toma intratable pueblo de cabreros, Biedma) no hay más dios que la tierra de sus engaños, con esa historia falsa inculcada en el colegio-madrasa, fabricada con retazos de leyendas y con chorradas racistas de burgueses medio leídos en la Barcelona ‘fin de siècle’.