Miquel Giménez-Vozpópuli

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Una de las publicaciones en redes sociales de Josep Sort

Una de las publicaciones en redes sociales de Josep Sort

Se llama Josep Sort y sus tuits ni son novedad ni han provocado jamás la menor reacción entre los neoconvergentes que lo consideran tan de los suyos que hasta lo han puesto en la lista de Laura Borrás. Ni que decir tiene que las opiniones del tal Sort, de las que ahora incluso su propia formación, Reagrupament, reniega son moneda común entre los cafeteros separatistas de Puigdemont. Les resumo algunas para que conste a beneficio de inventario: “¿Cómo puede ser que Granados – diputada socialista – y Cañas vayan por la calle sin que les ocurra ningún accidente?”, “¿Y si renovamos el CIE como centro de internamiento de españoles, no tendríamos ni que gastar un duro en cambiar el rótulo”, “Españolarros, ñordos, va, salid a la calle, os derrotamos en la UB – se refiere a las elecciones en la Universidad de Barcelona -, os derrotaremos el 14-F y asaltaremos el colegio de abogados. No os vais a comer ni un kiko. Sufriréis, prometido”, “Haremos limpieza de españoles”, en el que acompaña su vómito con una fotografía de la tristemente desaparecida Rosa María Sardà, y, finalmente, el que ha provocado su dimisión, en el que calificaba de “puta histérica española” a Ada Colau. La insultada, con todo derecho, interpeló a JxC y al individuo lo han tirado al container de la basura.

Este sujeto es profesor de universidad, lo que indica a qué niveles hemos llegado. Que alguien tan cargado de odio, de bilis, de xenofobia, de amargura, pueda impartir clase de lo que sea a los jóvenes pone los pelos de punta. Ahora bien, si prescindimos del tono, similar al que empleaba Julius Streicher en su tristemente célebre semanario DerStürmer, tan popular en el Tercer Reich y tan procaz que hasta Hitler tuvo que prohibirlo, el fondo es el mismo que el empleado por muchos de sus correligionarios. Lo dije ayer y lo repito hoy, el separatismo, singularmente el neoconvergente, tiene un sustrato ideológicamente idéntico al del nacional socialismo. Es extrema derecha pura y dura. Es discriminación por origen e idioma. Es creerse superior biológicamente al otro, al que hay que limpiar, eliminar, suprimir. Es el mismo fango del que surgieron los ladrillos de Auschwitz. Es el mismo desprecio por el ser humano, un desprecio que rebasa los límites que la decencia, la moral y la ética marcan.

Un problema de difícil solución

Y sí, ya sé que no todos los separatistas son así ni dicen lo mismo ni harían lo mismo que este tipo. Pero deberían darse cuenta de que mientras estén dónde están y voten formaciones que sustentan a tales elementos no solucionaremos el problema. Lo mismo digo a los que desde el otro córner hablan del “a por ellos” y menosprecian la lengua catalana o se manifiestan a favor de suprimir una parte de Europa en la que se ha creado mucho y bueno a lo largo de los siglos. Pero es que una cosa no justifica la otra ni una barbaridad excusa la del de enfrente. Esto no va de otra cosa que de fascistas y antifascistas, de demócratas y totalitarios, de partidarios de sentarse y ver que hay de menú a compartir con el otro y de gente que quiere hacer rancho aparte. Mientras existan quienes amparan de buena o mala fe personajes como este, el problema no tendrá arreglo.

Mal asunto cuando uno tiene que escribir siempre con notas a pie de página. El “no es que yo…” es tan horrible como ridículo. No se deben pedir disculpas por defender la libertad de pensamiento y a nadie se le ocurriría, y menos a mí, instaurar el ministerio de la verdad. Eso ya lo han hecho los nacionalistas catalanes con TV3. Como los vascos con ETB. Como el PSOE con TVE. Como el PP de Aznar con aquella TVE en la que a Comisiones se la denominaba Ce, Ce, O, O. Como los medios que te censuran por no ser de nadie y, por tanto, molestar a todos.

El día en que nos dediquemos a limpiar patrimonios, conductas censurables, patrimonios poco honorables, pactos contra natura, mentiras gubernamentales y todo lo que está carcomiendo a nuestro sistema democrático, habremos ganado mucho. Que esto no va de limpiar catalanes, españoles o esquimales. Va de limpiar almas. La nuestra, la primera.

El problema no es querer la independencia de aquí o allá o ser republicano o monárquico, o creyente o ateo. El problema empieza a ser terrorífico cuando, para ser lo que quieres, necesitas cargarte a quien no comparte tu manera de pensar. He ahí el asunto.