Una nueva palabra divulgada desde la máxima altura gubernamental ha hecho irrupción para embellecer la “Lingua progressionis Hispaniae”, la “fachosfera”.
Hemos sabido hace poco que muchos vivíamos cercados por un Muro, más allá del cual se hallan los individuos/as /es del Progreso, con sus encantos, su desparramada cultura, también su punto de caradura, para qué engañarnos, pero una caradura alegre, festiva, volcada hacia el reír de la aurora, una caradura llena de presagios satisfactorios.
A nosotros, a los que gemíamos a este lado del Muro, nos quedaba vagar llevando a cuestas nuestra condición de conservadores sin remedio, de residuos de un pasado claudicante y mortecino, con el ardor juvenil perdido, con la sangre entibiada por los humores de la vejez, en definitiva, atrapados en un presente gargajeante y expectorante.
Pero a todo ello hemos debido acomodarnos, por nuestra terquedad, porque no hemos querido pasar al otro lado del Muro donde nos esperaban floridos paseos por las avenidas del Progreso y las playas de lo Transversal y lo Chuli.
Sin embargo, ahora, no contentos con habernos castigado con este abatido caminar por entre los ocasos, se nos recluye en la “fachosfera”, allá donde gastan sus peores maneras los polarizadores, los insultadores y, lo peor de todo, quienes gustan y aun se solazan por generar desconfianza y, por esa vía, tumbar al gobierno.
La pregunta acuciante que debemos formular es la siguiente: ¿formaremos los de la “fachosfera” una sociedad tumefacta, poblada de virus y bacterias? ¿Presentaremos a la vista inflamaciones o hinchazones repugnantes? Y lo que es peor, ¿contagiaremos?
Reducidos a la vida en lazaretos
Porque si es así, si contagiamos, entonces estamos perdidos, ya que será preciso aislarnos, reducirnos a la vida en lazaretos, avanzar –cuando nos dejen- con campanas que proclamen y avisen de nuestra condición de individuos enfermos de la “fachosfera”.
Las mascarillas que hemos usado en la pasada pandemia serán un inocente disfraz de carnaval, juguetón e inofensivo, comparadas con las cautelas que se nos impondrán para conducirnos por la vida pública.
¿Remedios? Ninguno a la vista porque la vacunación es difícil que se nos facilite por cuanto si pertenecemos a la “fachosfera” es por propia voluntad ya que simplemente con afiliarnos a un partido político multinacional, multirracial, antitaurino e inclusivo nos salvamos y desinfectamos. Más generosidad es difícil encontrar.
Hay en las ciudades barrios insalubres, donde el tiempo ha hecho añicos un pasado aseado, donde se acumulan roedores y desechos, donde hay un murmullo de odios
Pero si perseveramos en nuestro hosco y tosco comportamiento de polarizadores, entonces, ay, nuestro futuro es poco halagüeño.
El asunto está en cómo seremos recluidos. Ya hemos citado el lazareto, otra fórmula sería el cerco de alambres, a ser posible electrificado para que el temor a la descarga ahuyente cualquier esperanza de huida.
O un cercado con verjas altas aunque la más eficaz es el gueto. Hay en las ciudades barrios insalubres, donde el tiempo ha hecho añicos un pasado aseado, donde se acumulan roedores y desechos, donde hay un murmullo de odios, donde toda esperanza se halla acorralada, donde los corazones no laten sino lloran, justo en uno de ellos seremos tratados los de la “fachosfera” como los enfermos que somos.
Así, aherrojados, no interrumpiremos la marcha alegre de quienes ni insultan ni polarizan sino que se limitan a disfrutar de las mieles del Estado inclusivo y plurinacional.