Todo parecía indicar que desde Barcelona no nos mandaban últimamente más que golpistas contra el orden constitucional a los que había que indultar, amnistiar y llenar de babas complacientes pero no es así. Se ha iniciado hace meses una campaña que está teniendo éxito y que exhorta a las mujeres a exhibir sus tetas para conjurar el yugo machista. Es decir que deambulen en topless, que es como se dice en catalán.
Estamos ante una excepcional noticia para quienes somos “tetalitarios”. Me explico. Así como en política existe el totalitarismo, una ideología que impone controlar “coactivamente las relaciones sociales bajo una sola ideología oficial” (DRAE), otros – en la sociedad civil- defendemos el “tetalitarismo” es decir, la imposición de la exhibición de las tetas de las mujeres como signo de liberación para ellas y de amistad hacia ellos.
Apoyado en una razón elocuente: la gracia de esa parte de la anatomía femenina por cuanto la teta ha de ser contemplada como un caleidoscopio al ser capaz de producir infinitas combinaciones para quienes las observan: las hay asimétricas, incoherentes, como si dijéramos, con lo que revelan un adorable desorden anatómico. Pueden ser también simétricas, cuando se manifiestan en ejemplar concierto, y también merecen una calificación favorable.
En definitiva, la teta alberga muchas geometrías pues que, en puridad, es la encrucijada donde tales geometrías, si no están atentas, pueden llegar a despistarse. Explicación: la teta se apropia de muchas figuras al mismo tiempo para saciar su apetito geométrico, que es inextinguible, según estoy tratando de razonar.
Hay en ellas redondez, esferas y curvas, también arco, incluso arco iris, lo que se advierte cuando, en la playa, vemos una teta desnuda sobre cuya superficie reverberan los reflejos del sol y de las aguas y de tantos ojos sedientos como en ella se posan, ojos que emiten cuchillos como destellos. O destellos como cuchillos, cualquiera sabe.
Los caprichos del busto
Hay también la teta plana, calificada por algunos insensibles como descampado, sin percibir que son un arcano donde se posan atrevidas cabriolas que desatan un enjambre de hipótesis, de conjeturas, que pueden ordenarse pero que también es pertinente dejarlas en estado de alboroto creativo.
Establecer reglas fijas es perder el tiempo. Las reglas hay que abandonarlas a merced de los caprichos del busto.
Pero es que la teta puede formar círculos de modo que hoy sabemos que el famoso círculo vicioso es en rigor la teta porque es escenario donde se pueden practicar las más osadas licencias. El círculo no es más que un cerco y desde Sófocles para acá, a la mujer, como a los hombres, se nos conquista encerrándonos en un círculo en medio de una albórbola do juguetean inocentes añagazas.
La teta es pues alarde de geometrías y eslabón de eslabones.
¿Qué ocurre con la teta en el momento de la resurrección de la carne?
Esta pregunta angustiosa me confunde. Pero, si la descarto, mi respeto a la mujer libre me lleva a proclamar mi condición de “tetalitario”.