ABC 05/05/16
ISABEL SAN SEBASTIÁN
· Zapatero ha intentado mover la silla a Pedro Sánchez, a quien considera un traidor, apoyándose en Susana Díaz
DE todos los partidos que el próximo 26 de junio regresan a las urnas, lastrados por su fracaso colectivo, el peor colocado es el PSOE. De todos los líderes, Pedro Sánchez es quien lo tiene más crudo. La formación del puño y la rosa acumula los ingredient e s de la tormenta perfecta: descolocación, desánimo, desconfianza y desunión. Una receta infalible para ir directa al naufragio.
El PP vive en su seno lios de familia propios de la derecha más tradicional, pero al menos reina en solitario en ese espacio político. Aznar y Rajoy se detestan; cierto. El Consejo de Ministros se divide entre «marianistas» y «sorayescos» cada vez más enfrentados entre sí, hasta el punto de provocar bajas tan sonadas como la de José Manuel Soria, víctima del «fuego amigo». Dicho lo cual, los de la gaviota parten con una ventaja holgada que facilita el empeño de movilizar a las bases, sea Rajoy o no quien regrese a la Moncloa.
El PP se ha hecho fuerte en la derecha, aunque ha cedido el centro a Ciudadanos. Los de Rivera han asentado sus reales en ese territorio crucial para la conquista del poder, decididos a quedarse. Sufrirán desde esa cota las lanzadas de sus vecinos, especialmente enconadas viniendo de quien se considera el propietario exclusivo de la finca, con la tranquilidad de unas encuestas que adelantan, en el peor de los casos, resultados similares a los alcanzados el 20-D.
Podemos ha enseñado la patita desde los ayuntamientos. Ha tenido tiempo suficiente y no ha perdido ocasión de provocar un escándalo. Suple, no obstante, el desgaste de esos abusos con la promesa de crecimiento que augura la absorción de IU. Porque eso va a ser en realidad. Una fusión, conjunción, coyunda o fagocitación que brindará a las huestes de Iglesias la ansiada posibilidad del «sorpasso». Y no precisamente el «sorpasso» del PP, como dice el caudillo morado, sino la liquidación del Partido Socialista, que es su verdadera meta. La destrucción de la izquierda democrática, constitucional, española y europea. «La izquierda c’estmoi », va a ser el grito de guerra del Señor de la Coleta.
¿Qué ocurre mientras tanto en el PSOE? Nada bueno para ellos ni para la estabilidad del sistema. La «vieja guardia» no existe. Zapatero, a su vez, ha visto crecer en su interior un odio visceral a Sanchez, a quien considera un traidor. Se siente ninguneado por el actual secretario general y ha intentado moverle la silla apoyándose en Susana Díaz, que en más de una ocasión se ha echado atrás inextremis negándose a cruzar el Rubicón de Despeñaperros. La última, hace diez días, cuando declinó presentar su candidatura por miedo a perder las primarias o empeorar los ya míseros resultados alcanzados por el madrileño. Chacón, dicen las mismas lenguas, estaba en esa operacion y optó por dar un portazo al ver que Díaz reculaba. Pero la ruptura era un hecho.
Sánchez está solo y se sabe abocado a morir como chivo expiatorio en el altar de la derrota. Está solo y sin recambio en el grupo parlamentario que surgirá de las elecciones. Ha intentado blindarse sacando de ellas a sus rivales, lo que dejará sin voz al PSOE cuando se consume el sacrificio. ¿Cuál será entonces el rostro que represente a la oposición? ¿Conseguirá Iglesias esa exclusiva no solo en las televisiones, sino en la tribuna del Congreso? ¿Por qué camino optará en ese momento un PSOE acorralado en tierra de nadie: gran coalicion, bloqueo, Frente Popular, abstención? No es que su alternativa sea escoger susto o muerte. Es que la muerte es segura. El legado zetaperil pesa como una losa.