Eduardo Uriarte-Editores
Fue a Felipe González a quien escuché el día de su dimisión como secretario general aquello de que en España las elecciones no las gana la oposición, sino que las pierde el Gobierno. ¿Entonces, qué decir de un Gobierno, como este, que actúa también como oposición?
Y me atrevo a considerarlo como oposición cuando, desde él mismo, la ministra de Trabajo llama a la movilización sindical contra la CEOE como si fuera una activista y no vicepresidenta del Gobierno. O días atrás el mismo presidente parecía denostar a grandes empresarios, citando a alguno por sus nombres, como si fuera un líder de los antikapis en una asamblea de compañeros del metal.
Para los que vivimos el origen de nuestro sistema democrático, y creemos en las formas democráticas, esto es esquizofrénico. Pero si tenemos en cuenta que todo el Gobierno, incluido especialmente el PSOE, que se había aburrido de la estabilidad democrática, está seducido por el populismo de Laclau y Chantal Mouffe, la esquizofrenia tiene cierta explicación. Ya Zapatero mostraba maneras, Sánchez se presentó en la escena política con el no es no, y su vicepresidenta, cual Evita, llama a los piqueteros.
Resulta sintomático que cuando los apasionados peronistas se manifiestan ante las puertas de la otra vez procesada Cristina Kirchner (esperemos que el fiscal de ahora no acabe como el anterior), los miembros del PSOE, hasta Felipe y Alfonso, se unen en solidaridad con Griñán. Además, el secretario general de Andalucía se atreve de calificar la sentencia de injusta. Vamos por el mismo camino que el peronismo, no sólo Sánchez, su guía, sino hasta la vieja guardia, porque todo es contagioso cuando el sprit de corp es más potente que la ideología del lechero, la democracia. Quizás porque los políticos de izquierdas y nacionalistas nunca se han tomado la democracia como un régimen de tranquila estabilidad, como un fin en sí mismo, sino como un tránsito hacia otra parte ideal para conspirar en todo momento, maquinar hasta el amanecer, y depredar, condenable cuando lo hagan los otros, cual corpúsculos escindidos de la IV Internacional.
El hecho de que la camarada Yolanda llame a la huelga, sólo le falta formar a los piqueteros -chicos: ¡os podéis manifestar contra la patronal de una puñetera vez, que no nos importa1-. Qué les va a importar, la paz social no es un fin para un Gobierno dirigido a la ruptura, mediante mutación tras mutación legal, y necesitado de enemigos despreciables, peligrosos y avaros. Cual otros se inventaron la maldad sionista hace noventa años. Sin el odio de Laclau como instrumento movilizador no hay conquista política. Luego está, para cargar pilas, el gustirrinin de nuestro presidente paseando por los países bolivarianos, para inspirarse en un sistema que hace dictadores corruptos pero inamovibles por la defensa brutal de un populacho henchido de odio, de nacionalismo. y pobreza subvencionada. Allí va Sánchez después de habernos dejado sin el gas argelino, tras haber asistido clandestinamente poco antes al líder del Polisario en un hospital español. Cosa de los líderes populistas, qué importa la pobreza si seguimos en el poder.
A pesar de toda la campaña difamadora contra Feijóo, protagonizada a coro por todo el Gobierno, lo que le dará más votos como en su día se los dio a Vox, en las encuestas el populismo español no levanta cabeza. Y es porque esa táctica es propia de la oposición, de una oposición desesperada que ya ve a Feijóo de presidente de un nuevo Gobierno. Toda la energía en crear y desgatar enemigos, cual buenos populistas, olvidándose de gobernar, que es lo que hace el populismo latinoamericano, siendo su caso ejemplar el peronismo, presentando decreto tras decreto, con normativa inaplicable o esperpéntica, descuidando las formas, la legalidad, a pesar de los cientos de asesores, y asaltando todos los poderes del Estado, Fiscalía, Judicatura, Tibunal Constitucional, el de Cuentas, etc. Si el viejo PSOE no es un joven y radical partido populista que venga Dios y lo vea. Pero habrá sinceros socialistas, no muchos, que le seguirán votando y moviendo el agua porque en la España católica la política es una religión de sustitución.
Y para acabar concluyamos: si la oposición no gana las elecciones, que las pierde el Gobierno, como dijo Felipe, y el Gobierno juega a oposición, el PSOE lo tiene muy mal. Es sumar dos restas.