Editorial en EL PERIÓDICO DE CATALUÑA, 30/7/2011
El líder del PP, que ofreció un Gobierno centrista y dialogante para no asustar al votante moderado, sabe, sin embargo, que el cambio político por sí mismo no basta para enderezar la economía. Por eso no desveló nada de su programa y se limitó a prometer que no habrá recortes sociales, sin mayores concreciones. Eso no basta, porque ha llegado ya la hora de explicar sus propuestas.
La principal incógnita política se desveló ayer: las elecciones generales serán el 20 de noviembre, cuatro meses antes del final de la legislatura. La razón principal aducida por el presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, «proyectar certidumbre política y económica», merece escaso análisis porque es la misma que hasta hace unos días Zapatero utilizaba en su intento de agotar la legislatura.
Los motivos verdaderos han de ser, pues, otros. ¿Cuáles? Es probable que Zapatero decidiera el adelanto electoral a mediados de junio, tras la reflexión de que el severo batacazo en los comicios autonómicos y municipales hacía imposible prolongar la agonía. Eso y el deseo del candidato socialista, Alfredo Pérez Rubalcaba, de anticipar las elecciones. ante la perspectiva de que la situación económica no iba a mejorar, explican la decisión de Zapatero, quien se ahorra así, además, otro calvario negociador con el PNV, con el PP acusándolo de ceder a los nacionalistas vascos, para aprobar unos presupuestos que CiU ya había dicho que no votaría y que ahora se prorrogarán.
Este diario expresó en dos ocasiones que lo importante, más que adelantar o no las elecciones, era fijar un calendario, pactado con el PP. Zapatero cumple con lo primero, de lo que nos felicitamos, sin lograr lo segundo, aunque un acuerdo con Mariano Rajoy era seguramente imposible.
Zapatero justificó la fecha tardía del 20-N en la necesidad de completar algunas de las reformas en marcha y anunció para el mes de agosto decisiones para reducir el déficit público, pero no está claro si habrá tiempo para culminar la reforma de la negociación colectiva, convalidada en el Congreso, pero pendiente de tramitarse como proyecto de ley.
Los silencios de Rajoy
En la que será una de sus últimas comparecencias públicas, Zapatero no abandonó su inveterado optimismo: aseguró que las bases de la recuperación económica están puestas y que la economía «comienza a ofrecer signos positivos», entre los que citó los 150.000 puestos de trabajo creados en el segundo trimestre del año. Este dato, sin embargo, significa que la tasa de paro ha bajado solo cuatro décimas y el empleo sigue siendo precario, sin que la reforma laboral induzca la contratación indefinida, como se prometió. El paro dobla la media de la UE y el desempleo juvenil alcanza un insoportable 46%. Al mismo tiempo, sube el euríbor, la prima de riesgo llega a los 354 puntos, el Ibex sigue cayendo y la agencia Moody’s se descolgó ayer con el anuncio de que puede revisar a la baja la calificación de la deuda española, así como la de cinco bancos y siete comunidades autónomas. A otras seis, entre ellas Catalunya, ya les rebajó ayer mismo un escalón.
Rajoy aprovechó los datos negativos de la economía para criticar el optimismo presidencial, aunque quiso centrar su intervención prevacacional en el futuro. Saludó el anticipo electoral y se mostró convencido de que el «caudal de confianza» que dan las urnas impulsará la recuperación.
El líder del PP, que ofreció un Gobierno centrista y dialogante para no asustar al votante moderado, sabe, sin embargo, que el cambio político por sí mismo no basta para enderezar la economía. Por eso no desveló nada de su programa y se limitó a prometer que no habrá recortes sociales, sin mayores concreciones. Eso no basta, porque ha llegado ya la hora de explicar sus propuestas.
Rubalcaba, que repitió ayer los ejes básicos de su programa «realista y ambicioso», con especial énfasis en la igualdad de oportunidades, debe comenzar también a concretar más su programa. Ambos se mostraron dispuestos a enfrentarse en debates en la campaña. Esperemos que cumplan su palabra para que los votantes puedan decidir sobre programas claros, sin intenciones ocultas.