Eduardo Uriarte-Editores

Y se irá sin dejar de destrozarla, porque en su frívola e interesada ignorancia, atributo de los déspotas, ese desconocimiento le permite la irresponsabilidad de una práctica sin límite, escudado en Carl Schmitt, Laclau y Moufle ofrecidos diariamente por la Sincronizada, que pontifica no sólo gobernar sin Presupuesto, norma sagrada ya en el medievo, sino, además, la aberrante argumentación de la legitimidad de la alianza con los que tienen declarada la destrucción de la nación – a lo que llaman progreso-, pues lo importante es detentar el poder.

Tras la excepcional presencia de Felipe González en el socialismo español, la naturaleza golpista del mismo, alimentada por la conversión del sistema político en partitocracia, reverdeció. De aquel instrumento utilizado frente a la II República, la motorizada, se ha pasado, en esta sociedad de los mass media, a la sincronizada. Órgano que transciende la propaganda no sólo al ser el proveedor del relato sino, además, como incitador del decisionismo más radical, desde el combate con la judicatura, la deslegitimación de las fuerzas de orden, la asunción del delito como práctica política, a la liquidación del Legislativo como elemento necesario de control al Gobierno.

No hay límite para su actual detentador, todo lo que creíamos imposible de traspasar por un demócrata responsable que debiera resguardar la estabilidad de la nación se ha visto superado. Desde la aceptación del gobierno con Podemos a la alianza con los continuadores de ETA por otros medios, o la realizada con los sediciosos golpistas. Toda una serie de hechos que subvierten el Estado de derecho se han visto impulsados. Constitución, instituciones, gestión de los servicios públicos, relaciones internacionales, yacen hechos girones. Por ello, como colofón de toda esta trayectoria, Sánchez no dejará el poder sin un acontecimiento traumático, como puede ser un pucherazo a la venezolana, o algo similar. Le va a la naturaleza del alacrán.

Miremos hacia atrás. La generación de la Transición, la mía, pecó de ingenua. Entendió, si no justificó, la vocación revolucionaria del socialismo español frente a la República o los excesos violento de ETA frente al franquismo. Es verdad que fueron en otros tiempos, tiempos de miseria social y represión, de una República sin republicanos o de una dictadura sin ciudadanía dispuesta a enfrentarse a ella. El predemocrático virus del partidismo golpista reapareció en la izquierda y en los nacionalismos según estos partidos se asentaban cómodamente en sus escaños, y el enfrentamiento partidista subsiguiente está acabando por destrozar la democracia. Muro, privilegios territoriales, colonización del Estado por el partido, opacidad, arbitrariedad, corrupción descarada e ilimitada, ridículo internacional. Podría ser el fin de una nación ante la pasividad y servilismo de la mayoría de la gente y de las instituciones disconformes. pero que se callan y someten.

Es sencillamente inaudito que sigamos en toda esta legislatura sin presupuestos, es todavía más que se incremente y modifique el último de ellos, nada menos que en el capítulo de defensa, sin ni siquiera debate en el Congreso. Es quebrar la justicia lo que plantea el actual proyecto de modificación del acceso y procedimientos en la judicatura, es hacer el supino ridículo en Europa abogando por el reconocimiento del catalán, y las lenguas que le acompañan, cuando son sólo oficiales en sus territorios de España. Pero, a lo dicho, lo importante a toda costa en detentar el poder, un poder que no cederá por las buenas. Y dentro de dos años, ¿ qué afiliado socialista seguirá siendo un demócrata?