- No hemos nacido para redimir a la sociedad, al pueblo; nadie nos lo ha pedido. Los redentores se acaban cuando tienen que bajar del púlpito y enfrentarse a la realidad
Milito en un partido, el PSOE, del que me siento profundamente orgulloso. Yo milito en un partido que consolidó la democracia en España. A partir del año 1982, los gobiernos socialistas fueron capaces de cimentar un sistema democrático que llevaba cinco o seis años en vigor pero que se tambaleaba como consecuencia del terrorismo etarra y de los intentos de golpe de Estado; el más conocido, el del teniente coronel Antonio Tejero. Yo estaba allí. Nadie me tiene que convencer de nada. Aquello era todo menos una farsa. Si los Geos hubieran decidido entrar a sangre y fuego, como se pensó en determinado momento, la sangría hubiera sido espectacular y el golpe hubiera triunfado. Para quien dude del peligro que corrió la democracia, debe saber que ese no fue el único intento para acabar con la libertad. Ya se amagó antes con la Operación Galaxia y, después con otras intentonas como la de la noche del 28 de octubre de 1982 y la del Día de las Fuerzas Armadas, en Zaragoza, cuando se pretendía volar la tribuna de autoridades con la familia Real al completo y parte del Gobierno con su presidente a la cabeza. Gracias a la acción del gobierno socialista el golpismo es un mal recuerdo y la democracia que heredaron quienes vinieron detrás de los gobiernos de Felipe González está consolidada.
Y me llena de orgullo haber sido testigo de la respuesta que obtuvieron muchos antifranquistas a su deseo de que España fuera un país moderno, similar a las democracias occidentales que nos rodeaban. Eso equivalía a entrar en el Mercado Común de entonces, Unión Europea de hoy. El 1 de enero del año 1986 España entra en la Unión Europea de la mano del Gobierno Socialista de Felipe González. Yo estaba allí, en el Palacio Real, siendo testigo de la firma de adhesión. Me siento satisfecho y orgulloso de que nuestro país se equiparara, se asimilara, a las democracias occidentales, como consecuencia de la acción de un gobierno socialista.
Los socialistas no solo cambiamos de opinión, sino que hicimos una campaña para explicarlo y para que los ciudadanos votaran a favor o en contra de nuestro giro en la adhesión a la OTAN
Todo el mundo tiene derecho a cambiar de opinión. Solo los que están seguros de todo se mantienen firmes en sus ideas aunque el viento sople en sentido contrario al camino que quieren transitar. Admiro a quien es capaz de reconocer su error y explicar las razones de su cambio de posición. Eso es lo que pasó con la entrada de España en la estructura militar de la OTAN. Los socialistas no solo cambiamos de opinión, sino que hicimos una campaña para explicarlo y para que los ciudadanos votaran a favor o en contra de nuestro giro en la adhesión a la OTAN. Se ganó el referéndum gracias a la madurez de los españoles.
Ahora, cuando escucho el debate sobre el mantenimiento o debilitamiento del Estado de Bienestar, me entran ganas de pregonar a los cuatro vientos que fuimos los socialistas, tras la victoria del 28 de octubre, quienes llevamos adelante la enorme tarea de poner en marcha ese Estado que hasta entonces había sido de malestar para millones de españoles. Ya sé que para muchos izquierdistas de salón una revolución digna de tal nombre exige la bajada de la sierra con el machete entre los dientes y el kalashnikov al hombro. Pero nosotros, los socialistas, con los votos en lugar de con las botas fuimos capaces de universalizar el sistema nacional de pensiones, el sistema educativo español y el sistema sanitario español. Una revolución.
Pensiones, para todos. Fue una medida revolucionaria. Mucha gente en España, trabajando toda la vida, no cobraba pensión porque nunca nadie cotizó por ellos. Gracias a la acción del gobierno socialista todo el mundo tiene derecho a una pensión contributiva o no contributiva.