Carlos Souto-Vozpópuli
- El 407 PSOE ya no es aquel humilde coche: es un régimen madurista sobre ruedas
En estos días, España vive una situación tan insólita como simbólica: llueve torrencialmente pero el pueblo no se moja.
Porque no se trata de una Dana, que devasta regiones enteras mientras el gobierno observa con desgana. No. Esta tormenta se llama Pedro Sánchez.
Y a él, tanta lluvia ni le preocupa; para verse preocupado le tienen que maquillar. Por el contrario; es su lluvia preferida, le conviene que así sea, porque mientras tanto, alimenta su apetito político. Ni que decir del propio, porque si dan las cinco sin haber comido…eso sí que le toca.
El presidente conoce tan bien la danza de esa lluvia suya que la convoca a voluntad. Porque cuando llueve tanto, lo primero que se pierde es la visión. Cuando llueve demasiado, no veis bien. Peor aún si llevas gafas. Si lo sabrá Feijóo.
Una bajada de nivel moral
Así vive hoy el pueblo español: entre chubascos de escándalos, brumas de impunidad y truenos de cinismo. Y confundido por esas cortinas de agua, sin solución de continuidad, ni siquiera imagina el horizonte, lamentablemente.
Cada gota que cae es un hecho turbio. Una bajada de nivel moral. Una afrenta a la ley. Una obscenidad disfrazada de progresismo. Y el ciudadano, empapado, y ya está.
Porque no es que las bases del sistema hayan contaminado a la cúpula. Ha sido ese grupo de cuatro tipos en un coche; el 407 PSOE— el que ha corrompido todo lo demás. Desde ahí, como una metástasis institucional, han infiltrado organismos del Estado, medios públicos y hasta empresas privadas.
La que está podrida es la cima del poder. Y desde allí, con una lluvia sucia, la banda de Sánchez lo inundó todo: las instituciones, las autonomías, las empresas públicas, los entes autárquicos, los fondos europeos, la justicia
De hecho, el 407 PSOE ya no es aquel humilde coche: es un régimen madurista sobre ruedas. Aquel modelo que usaron Sánchez, Ábalos, Koldo y Santos Cerdán debería ser relanzado por la marca original como un 407 de edición limitada: el vehículo que te conduce a un único destino, el del poder, el dinero y la impunidad.
Y que, por arte de magia, se transforma en una máquina de altísima gama, sin cambiar de conductor. Una limusina que emite toneladas de humo, con etiqueta ECO. Y que no trae ningún tipo de freno, solo se puede acelerar.
El ciudadano medio, el trabajador honesto, sigue siendo honesto. La que está podrida es la cima del poder. Y desde allí, con una lluvia sucia, la banda de Sánchez lo inundó todo: las instituciones, las autonomías, las empresas públicas, los entes autárquicos, los fondos europeos, la justicia. Todo.
Los populistas se apropiaron del símbolo del paraguas social: son ellos los que reparten todo; maletas, sobres abultados, subsidios, promesas, “ayudas”, pagas y paguitas, golpe a golpe, verso a verso y voto a voto
España no sufre solo una invasión de pateras marroquíes en el Mediterráneo o africanas en Canarias. Sufre una invasión de cinismo y delincuencia institucional, organizada como una red. Una red que no pesca peces. Pesca voluntades, periodistas, fiscales, jueces, comisiones, contratos difíciles y chicas fáciles.
Y mientras tanto, la oposición no encuentra ni un paraguas social que encienda la esperanza de que el sol algún día saldrá. Los populistas se apropiaron del símbolo del paraguas social: son ellos los que reparten todo; maletas, sobres abultados, subsidios, promesas, “ayudas”, pagas y paguitas, golpe a golpe, verso a verso y voto a voto. Aunque sea de dos en dos.
La oposición, si quiere sobrevivir, debería fabricar paraguas de otra calidad: institucionales, morales y sobre todo; políticamente estratégicos. Pero no lo está haciendo. El Partido Popular sigue sin comprender el momento histórico.
Lo que hace falta no son ocurrencias, ni cambios estéticos, sino estrategia. No dentelladas al aire, sino diagnósticos acertados, tácticas solventes, y un relato propio de mediano plazo que sea seductor
Su líder declara que necesita “Diez Millones de Votos”, porque al parecer se ha aficionado a gobernar con mayoría absoluta, y se los pide directamente a los votantes de Vox. Pero a ver, Don Alberto, que hoy es más probable que un votante del PP vote a Vox, que al revés. Primero debe armarse de otro modo, como en el ajedrez, sacrificar piezas propias cambiándolas por algunas más valiosas y abandonar esas maneras europeas, para que luego teman su osadía al atacar.
Con los mismos peones que movió en la partida del 23J, le espera otro Verano Azul, o sea que de poco le servirá ganar. Porque lo que hace falta no son ocurrencias, ni cambios estéticos, sino estrategia. No dentelladas al aire, sino diagnósticos acertados, tácticas solventes, y un relato propio de mediano plazo que sea seductor.
Por la derecha, Vox es un partido sólido, sí; pero demasiado rígido. Tiene un candidato que trasmite convicción, pero no erotiza. Tampoco conquista cabezas nuevas, conquista enojos y descontento social y crece lentamente; pero no roba votos por arriba. Solo ofrece dureza, y la dureza por sí sola no enamora.
No habrá elecciones anticipadas
En fin, si la oposición no cambia, no solo Sánchez no se irá en 2027: volverá a ganar. Aún por interpósita persona, como Cristina Kirchner ganó con el boludo de Alberto Fernández.
Sánchez no se va a ir por sus pies. No habrá elecciones anticipadas. Solo caerá cuando no quede otro remedio.
Lo que está pasando aquí es más grave de lo que permite ver el prisma de la legalidad. Para ellos, la ley es un obstáculo que se sortea. El estado es un botín que se saquea y el pueblo, un hato de ciudadanos convertidos en clientes; que hay que adoctrinar en lugar de educar.
Y mientras tanto, llueve.
Llueve Pedro Sánchez sin parar.