Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 30/9/11
Al presidente Zapatero le parece un paso significativo, esto es, conveniente, la adhesión del colectivo de presos de ETA a la declaración de Gernika. El presidente del PP, Mariano Rajoy, lo considera, por el contrario, insuficiente, esto es, no decisivo, ya que para él lo decisivo sería un comunicado de ETA anunciando su disolución. ¿Podríamos hacer una composición con ambas declaraciones y afirmar que el comunicado de los presos es significativo, pero insuficiente; conveniente, aunque no decisivo? Es, probablemente, lo que piensan ambos líderes, pese a que su manera de afrontar los hechos dé la impresión de que mantienen criterios opuestos. Y ese afán por manifestar diagnósticos tan diferenciados es un grave error. Lo es porque está permitiendo que la izquierda abertzale, vestida de inocencia en otra de sus infinitas metamorfosis, ocupe la tribuna política y lo haga con un discurso en el que cada vez hay menos fisuras y con una progresiva adhesión de sus distintas voces que tiende a lo unánime. Sólo falta ETA, es cierto, pero la izquierda abertzale está consiguiendo escenificar un distanciamiento de las partes y erigiéndose en juez de paz sobre los agentes del conflicto. Y lo está logrando con una desfachatez absoluta, tanta como la exhibida el pasado domingo en Gernika, cuando dos expresos firmaron la adhesión de un colectivo al que ya no pertenecen, pero para el que son presentados como modelos, en otro ejercicio de insensibilidad para quienes fueran sus víctimas.
El comunicado del colectivo de presos de ETA es insoportable, aunque es un paso en la buena dirección. Es un comunicado de «prietas las filas» en el que, forzados por la necesidad, se adhieren a un acuerdo que pide cautamente a ETA el abandono de su actividad armada, demanda de la que los presos no hacen mención alguna en su comunicado. No se refieren a ella, pero con su firma la asumen, lo que constituye un paso más en el reconocimiento de su derrota. Y digo bien lo de derrota, pese a que la izquierda abertzale demandara en Gernika una paz sin vencedores ni vencidos. En la confrontación militar habrá vencedores y vencidos. Otra cosa es la confrontación política, en la que no tendría por qué haberlos, objetivo para cuya consecución nuestras actuales instituciones democráticas ofrecen un cauce adecuado y suficiente. ¿Están dispuestos a aceptarlas, o quieren vencer, tratando de modificarlas para su acomodo, como bien se sugiere en el famoso Acuerdo de Gernika? Sin reparo alguno para ofrecernos sus escenificaciones victoriosas, la izquierda abertzale, que es parte del problema, está consiguiendo revestirse de la inocencia del juez que invoca la resolución de un problema sobre el que sobrevuela, papel que se atribuía ya en el Acuerdo de Gernika. Y lo hace con descaro, con una insolencia facilitada por el desconcierto, la confusión, la desunión y la falta de norte del resto de las fuerzas políticas ante un momento decisivo.
Luis Daniel Izpizua, EL PAÍS, 30/9/11