Isabel San Sebastián-ABC

  • Mientras Illa «estudia», Celaá impone el adoctrinamiento y Montero ataca a Madrid

En cualquier país de ciudadanos conscientes de sus derechos y exigentes con aquellos a quienes pagan el sueldo, el ministro de Sanidad llevaría tiempo cesado por su manifiesta incompetencia en la gestión de la pandemia y la desvergüenza con la que elude responder de su labor. Únicamente una sociedad anestesiada por el desánimo e intoxicada por unos medios de comunicación postrados ante el poder acepta mansamente las mentiras y evasivas con las que Salvador Illa sale al paso de las preguntas que le formulan los periodistas cada vez que comparece en rueda de prensa para repetir ese latiguillo de «lo estamos estudiando», que en realidad significa: «No tengo la menor idea». Y es que Illa, sostenido en su puesto pese a su manifiesta inepcia sin otro propósito que el de recibir los golpes destinados al presidente, no sabe nada de nada que no sea trepar en el seno de una organización política. Carece del menor conocimiento de medicina, epidemiología, economía o gestión de crisis. Por eso mantiene a su vez a un personaje como Fernando Simón, cuya falta de capacidad y de pudor imposibilita el que le haga sombra. Ambos compiten en mediocridad en este momento dramático en el que España necesitaría a los mejor preparados al frente de esta lucha a vida o muerte contra el virus.

Illa y Simón «están estudiando», no saben si podremos ver o no a la familia en Navidad. «Están estudiando», ignoran cuándo nos vacunaremos o en qué orden, a pesar de que su jefe anunció a bombo y platillo que seríamos los primeros de Europa, junto a los alemanes. «Están estudiando», desconocen si se nos permitirá viajar o a dónde. Delegan cobardemente su responsabilidad en las comunidades autónomas. Auguraron que el coronavirus pasaría de largo, cuando ya era de dominio público su extrema peligrosidad. Afirmaron con temeridad que las mascarillas no servían de nada, para acabar reconociendo que el problema era el desabastecimiento. Aún hoy ocultan la cifra real de muertos causados por esta plaga… pero siguen ahí, «estudiando» escudándose tras unos expertos que ni existen ni existieron nunca, mientras la nave naufraga y nos arrastra al abismo.

El resto del Gobierno no tiene tantos remilgos. Mientras el filósofo «estudia», sus compañeros de Gabinete tienen las cosas clarísimas y las ejecutan con precisión implacable. Celaá ha impuesto su ley de adoctrinamiento sin molestarse en oír a la comunidad educativa; Iglesias controla el CNI, RTVE y cada paso de Frankenstein, rendido al independentismo a cambio de unos Presupuestos que solo garantizan poltronas; Marlaska otorga beneficios penitenciarios a los peores asesinos de ETA; Montero aumenta la nómina de asesores nombrados a dedo y la otra Montero, desde Hacienda, ultima su ofensiva fiscal contra Madrid, condenada a hundirse en la miseria en aras de unificar el erial que Sánchez dejará tras de sí.