Iñaki Ezkerra-El Correo
- Las leyes sirven para todo cuando la ética falla, cuando está ausente de la vida pública
El PNV, que ha hecho posibles los gobiernos de Sánchez desde el minuto uno y que no tiene la menor intención de retirarle su apoyo, escenificó este pasado miércoles en el Congreso de Diputados un tímido amago de distanciamiento. Lo que algunos quieren ver como una dura crítica de Aitor Esteban a ese sarcasmo que es el «plan de regeneración» de Sánchez fue más bien una regañina de la Señorita Pepis en la que lo más reseñable está en las frases solemnes y erradas con las que el político jeltzale se metió a hacer una temeraria teoría del Derecho: «Las leyes no sirven para nada sin ética».
No, señor Esteban. Es exactamente al revés de lo que usted dice. Las leyes sí sirven precisamente para mucho; sirven para todo cuando la ética falla; cuando está ausente de la vida pública. La frase correcta es precisamente antitética de la suya. Las leyes se inspiran ciertamente en la ética, pero son lo que nos queda y a lo que podemos agarrarnos, cuando esa ética es traicionada de forma flagrante y masiva por quienes deberían actuar según las leyes y según ella. «Hay límites más allá de lo penal», siguió teorizando Aitor Esteban sintiéndose inspirado y sin despegarse de la apelación a la moral, en la que al parecer se siente experto. Pero otra vez nos topamos con un errada alteración del orden lógico de los conceptos. Y es que en realidad esos límites éticos deberían estar ‘más acá de lo penal’ ya que, si están ‘más allá’, como sostenía el diputado peneuvista, lo penal quedaría atrás y ya habría sido transgredido. Aquí ya entramos en un extraviada percepción de la distribución conceptual y terminológica en el espacio metafórico: primero se actuaría contra la ética aunque dicha actuación no tuviera efectos penales; luego se daría el salto al delito.
En su interesante disertación, que no pasará a los anales de la Historia del Derecho, Esteban dio por sentado que «no habrá caso penal» contra Begoña Gómez, «pero que hay cosas que no se deben hacer». Aquí ya se nos mete a juez y da un salto más allá de esos límites que antes invocaba con torpeza. Aquí de lo moral y lo penal salta a lo judicial y se destapa su invocación a la ética no como un reproche a Sánchez sino como un burdo truco retórico para restar gravedad a los propios delitos de tráfico de corrupción por los que se investiga a su cónyuge. «Cuando suceden cosas como la judicialización del asunto relativo a Begoña Gómez -explicó con tono doctoral el hombre del PNV en Madrid- hay que elevarlo al punto de gravedad que tienen y no a aquel que a otros podría gustarles que tengan». Lo que a otros, a los ciudadanos demócratas nos gustaría es que se hiciera justicia en este país y no se trate de sustituir esta por un ridículo sermón de párroco de pueblo y un colegial tirón de orejas.