TONIA ETXARRI-El Correo

La vicepresidenta del Gobierno se salió ayer por la tangente durante la sesión de control en el Congreso. Eludiendo pronunciarse sobre los indultos a los condenados del ‘procés’ que, al fin y al cabo, eso es lo que le preguntaba la oposición, que estaba ya calentando motores para la manifestación del próximo domingo. Es el propio Pedro Sánchez quien pone a los independentistas catalanes en cantares con las medidas de gracia y la mesa extraparlamentaria de negociación, pero si es la oposición quien pide detalles, Carmen Calvo se niega a responder sobre algo «que aún no ha ocurrido» para referirse, inmediatamente después, a la manifestación cívica convocada por la plataforma ‘Unión 78’ a la que piensan acudir PP, Vox y Ciudadanos. Un acontecimiento que tampoco ha ocurrido todavía. Utilizar el mantra de la foto de Colón como el comodín de apagafuegos es un recurso habitual del Gobierno desde el año 2019. Las preguntas parlamentarias formuladas por el PP fueron muy concretas: «¿Admiten ustedes que hay represión? ¿Admiten que existen presos políticos?» La respuesta de Carmen Calvo fue una invitación a los populares a que se preocuparan por qué se van a ausentar algunos dirigentes de la manifestación de Colón. Ese es el nivel al que estamos asistiendo en el debate parlamentario. Los últimos eslóganes de La Moncloa pivotan en torno a la inacción del Gobierno de Rajoy cuando los independentistas catalanes plantearon su desafío. Es cierto que el presidente popular tardó en reaccionar. Tanto que hasta el Rey Felipe VI le animó a hacer defender el orden constitucional. Pero recurrió a la aplicación del 155 para intervenir parcialmente en una comunidad cuyos dirigentes habían dado un golpe a la Constitución. Fue una iniciativa. Antes ya intentó «la vía del diálogo», llamada así por la vicepresidenta de aquel Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría. Y Junqueras la engañó, como todo el mundo sabe y La Moncloa prefiere obviar.

Junqueras capitalizó el protagonismo el día en que Sánchez iba a coincidir con Aragonès en Barcelona. Pero ni se arrepiente ni vuelve a la legalidad constitucional. Y aunque se reafirma en su objetivo de la independencia, previo paso por la amnistía, ha provocado un tornado en la Generalitat que preside un Aragonès rehén de los ‘iluminati’ de Puigdemont, desde dentro, y de la CUP, desde fuera.

Le llevarán a Sánchez hasta el borde del precipicio. Y ahí, en ese límite, aguardará la justicia, mientras no prospere la propuesta de reforma del PNV para retirar el recurso previo de inconstitucionalidad a la celebración de consultas.

Pero el referéndum pactado es un mito. Imposible sin una reforma de la Constitución. ¿La va a cambiar Sánchez? Los independentistas no tienen la mayoría suficiente para provocar un vuelco. Ni en Cataluña ni en el País Vasco. Pero consiguen ser mayoritarios en el Parlamento. El último sondeo en Euskadi, el Sociómetro, refleja un desplome del apoyo a la independencia hasta el 21%. Será que el ambiente catalán influye. Pero luego no se refleja en las urnas. Porque la mayoría sigue votando al PNV y EH Bildu. Dos partidos independentistas.