- Si la penosa reunión de este viernes hubiera sido privada no habría pasado nada grave. Pero ahora las audiencias han visto cómo se ha faltado al respeto a sus líderes.
La imagen final es insólita y perturbadora: el presidente y el vicepresidente de Estados Unidos atropellan como matones al presidente de una nación que sufre.
La imagen parece más propia de una taberna de madrugada que de una rueda de prensa en la Casa Blanca.
Pero, vista la secuencia entera, de cincuenta minutos de duración, la conversación no parece una encerrona, sino un fallo catastrófico de formato.
Los 50 minutos completos subtitulados. Interesante verlo todo para ver como evoluciona la charla… pic.twitter.com/4sXdtBqX9i
— MΛRC VIDΛL (@marcvidal) March 1, 2025
El primer error fue el de ponerse a hablar delante de los medios de un acuerdo cuyos términos aún no se han concretado.
Donald Trump, que hace una semana acusó a Zelenski de dictador y de haber provocado la guerra, empezó la rueda de prensa con un tono conciliador y amistoso. Es la ventaja de no estar constreñido por la verdad y la coherencia, que puedes pasar página rápidamente y empezar a hablar del valor de los ucranianos.
Pero Zelenski, que aún no estaba aún en esa página, venía cargado de argumentos para rebatir el episodio de la semana pasada, que para Trump ya no existía.
A él lo único que le preocupaba era transmitir el mensaje que había preparado para su audiencia: he impuesto rápidamente la paz y he conseguido un ventajoso acuerdo para la obtención de tierras raras, porque soy un negociante excepcional.
La rueda de prensa no era más que una escenificación de eso, y el presidente ucraniano un mero atrezzo. Pero, claro, Zelenski tenía su propio mensaje para su propia audiencia, que además lleva tres años muriendo por el delirio imperial de Putin: no voy a dejar que me ninguneen.
Es decir, Trump no se percató de que en esa escena no había un protagonista, sino dos.
Ese error motivó que, cuando terminó su presentación y dio la palabra a los medios, impidiera continuamente responder a Zelenski, para su creciente frustración.
Ese fue el momento escogido por el periodista Brian Glenn, de la cadena de televisión por streaming Real America’s Voice, para preguntarle a Zelenski por qué no llevaba traje.
Marco Rubio se encogió visiblemente en el asiento, pero J. D. Vance pareció ronronear.
Hace falta ser un imbécil cualificado para hacer esa pregunta al presidente de un país en guerra (y encima él llevaba un traje azul azafata). Pero dado que Trump había hecho previamente una broma similar, cabe dudar si todo estaba preparado.
Zelenski, sin embargo, respondió muy bien, y Trump bromeó: las cosas seguían siendo cordiales.
Las preguntas de los periodistas continuaron. ¿Garantiza la seguridad de Polonia? «Claro, claro», dijo Trump. ¿Y la de los países bálticos? El presidente se quedó callado.
En una rueda de prensa ordinaria esto no tendría mayor problema. Pero ahora Trump tenía al lado al presidente de Ucrania.
Sin Ucrania, Rusia avanzaría hasta los países bálticos, contestó Zelenski. Y hasta Polonia. Ucrania está luchando por Europa y es su primera línea de defensa, dijo, y es verdad.
Por eso Europa nos está ayudando tanto como Estados Unidos, recordó.
Y también es verdad.
Pero las cosas ya estaban descarrilando. Zelenski estaba intentando mantener una conversación de adulto cuando tenía reservado el papel de figurante.
Y entonces intervino J. D. Vance, y Zelenski lo contradijo. De nuevo tenía razón, pero no era el foro adecuado para tenerla.
Vance, que tampoco era la persona adecuada, decidió soltarle un sermón de los suyos: «Deberías estar dando las gracias a USA». La escalada era ya inevitable.
Trump aún intentó arreglar las cosas, pero Zelenski (la diplomacia no es su fuerte) lo interrumpió mientras la embajadora ucraniana no sabía dónde meterse. «No estás en una buena posición, majo, tienes malas cartas», dijo Trump enfadado y apuntando con el dedito.
«Estás jugando con la Tercera Guerra Mundial, y estás faltando gravemente al respeto a este país», añadió.
Zelenski podría haber reconducido todo con elegancia y alguna broma, pero no tuvo cintura.
Los últimos momentos de la rueda de prensa recuerdan a la intervención que los Soprano hacen por sorpresa a Christopher Moltisanti para convencerlo de que abandone su adicción a las drogas, y que finaliza con una pelea generalizada.
Todo esto plantea una serie de reflexiones melancólicas, y la primera es si la transparencia plena (esto sin duda era un ejercicio de transparencia) es compatible con la política. Al final, Trump y Vance han quedado como matones (lo fueron) y la secuencia completa muestra, además, que Zelenski no estuvo fino. T
odo esto se podría haber ahorrado, y la pregunta es por qué escogieron un formato tan inadecuado. Tal vez Trump tenía prisa por mostrar al mundo su triunfo, y los pelotas que lo rodean (incluido el del traje azul azafata) renunciaron a llevarle la contraria.
Si esta penosa reunión hubiera sido privada no habría pasado nada grave. Pero ahora las audiencias han visto cómo se faltaba al respeto a sus respectivos líderes, que por tanto tienen que recorrer un camino mucho más largo para volver a la mesa de negociaciones.
Y tienen que volver.
Zelenski, desde luego, tiene que aprender a ser más diplomático.
Y para la próxima reunión, Vance, que tiene un indisimulado afán de protagonismo, debería ser encerrado en su casa.