LA TRIBUNA DEL PAÍS VASCO 23/05/17
ERNESTO LADRÓN DE GUEVARA
Todo indica que se va por el camino de reconocer que los nacionalismos adoctrinan, no educan. La diferencia entre adoctrinamiento y educación se basa en que el primero trata al individuo como un objeto o engranaje al servicio de una ideología totalitaria y el segundo busca el logro de personas autosuficientes, autodefinidas y capaces de regir sus propios destinos individuales. Entre uno y otro concepto hay un abismo, pues el primero no respeta los derechos humanos, y el segundo, sí. El primero es autoritario en su germen y el segundo es democrático y respetuoso con la naturaleza humana. Es lo que separa la idea de persona de la idea de sujeto alienado sin capacidad de pensamiento propio.
Pues bien, estos días el término adoctrinamiento se ha extendido como una mancha de aceite por todos los medios de comunicación y lo usan asociaciones y partidos que están contra la manipulación de los contenidos curriculares al servicio de los fines nacionalistas allí donde hay tensiones separatistas. Hace unos meses, era impensable el uso mediático de este término. Se nos tildaba a los que durante décadas venimos calificando como adoctrinamiento lo que está ocurriendo sobre todo en Cataluña y País Vasco como si fuéramos unos exagerados, unos excéntricos. No hace mucho en unas jornadas en las que fui ponente en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo denunciando la vulneración de los derechos del niño con pruebas palpables, y haciendo un repaso de las evidencias que mostraban el adoctrinamiento en la escuela, uno de los ponentes que estaba de oyente me llamó de todo menos bonito.
Este avance en la asunción conceptual de lo que está ocurriendo en las nacionalidades [sic] absurdamente llamadas históricas, es un paso de gigante, aunque parezca algo irrelevante. Es el punto de partida para la asunción de un problema, para el diagnóstico de una enfermedad que tenemos en nuestro cuerpo constitucional y para abordar algún camino para resolverla.
Es también un paso adelante que el Ministerio de Educación haya puesto en marcha a la Alta Inspección para averiguar la manipulación de los libros de texto en el conjunto de las comunidades autónomas y actuar, en su caso, vía tribunales haciendo cumplir la ley y el rigor académico de lo que se enseña en los centros educativos. Y así, velar por el cumplimiento, al menos, del porcentaje establecido en lo que se considera cuerpo de conocimiento común para homologar mínimamente los títulos académicos y profesionales en toda España. Pero el Ministro de Educación se contradice de una forma palmaria, pues hace unos días manifestó que no podía hacer nada para evitar el adoctrinamiento escolar (no existe “adoctrinamiento educativo” pues es un oximorón) ya que las comunidades autónomas tienen la capacidad de aprobar los contenidos de los libros de texto. En pocas horas cambió de postura, lo cual es de agradecer, y ha pasado a la acción. Pero tengo dos preguntas malintencionadas, por una parte: ¿por qué se cedió a las autonomías la capacidad de aprobar los contenidos de los libros de texto? ¿Cuál es el motivo de esa bajada ruin de pantalones? Y, por otra parte, me cuestiono si una vez recabada la información se va a hacer algo, cosa que yo mismo respondo que no, a la luz de los precedentes.
Digo que no se va a hacer nada y que son fuegos de artificio porque llevamos décadas conociendo informes de la Alta Inspección (yo tengo alguno que no me acuerdo cómo lo conseguí pues ha pasado bastante tiempo de aquello) y no se ha producido actuación alguna de ningún género. Digo que no porque yo he vivido experiencias como un viaje a Moncloa en tiempos de Felipe González para entrevistarme con un asesor de vicepresidencia, que me dijo que me volviera por donde había venido porque no había que molestar al PNV, que era socio preferencial. Yo digo que no porque en cuanto se muevan algunas ramas de ese árbol que se llama nacionalismo, el PNV se va a liar a bofetadas con el actual Gobierno y, como sabemos, la llave de la gobernabilidad está ahora en sus manos, cosa inexplicable en un Estado democrático y donde se respete el mandato mayoritario de las urnas. Es decir, que seguiremos igual pese a que, efectivamente, sea un paso importante el reconocimiento y diagnóstico del problema que se llama adoctrinamiento nacionalista; aunque yo digo que no solamente es característico de los nacionalistas, los hay otros camuflados bajo el pretexto de que la educación sirve “para transformar la sociedad”. No les descubro de dónde viene esta cita. Revisen los programas políticos y descubrirán a los autores.
Y en todo este problema subyace la llamada inmersión lingüística, que es un eufemismo para erradicar el castellano de las aulas –yo prefiero llamarlo español pues es la lengua del conjunto de los españoles-. La imposición del catalán, del vasco, del gallego, o del valenciano se basa solamente en un objetivo que nadie reconoce, que es la sustitución del profesorado por otro adicto al sistema pro-nacionalista en cada una de esas regiones, aunque sea el PP el artífice. Es una realidad tan palpable como el reconocimiento estos días atrás en un diario de gran tirada en el País Vasco de que el 80% del profesorado vasco es abertzale, es decir patriota vasco, lo que tiene una semántica de militancia de la causa.
Para ver la aberración que supone la inmersión generalizada, voy a citar las palabras de una madre sueca, publicada en el diario La Gaceta, en la que se critica la situación en las Baleares como “incomprensible”, como “cosa de locos” “Se estableció en Ibiza hace algunos años y hoy regenta un pequeño negocio. Desde hace algunos años es mamá y ha sido desde entonces que ha descubierto con sorpresa la realidad educativa de las Islas Baleares: ‘¡No podemos elegir educación en castellano para nuestros niños en la escuela pública!’.” “Y denuncia el “fracaso escolar” que genera la situación. Un fracaso que también afecta a su propia hija: “los exámenes son exclusivamente en catalán, mi hija responde en castellano pero, aún conociendo las respuestas, ‘le ponen un cero por no responder en catalán’”. La pobre madre ha tenido que recurrir a “Madrid”.
Yo dudo de que le ayuden, pues es lo habitual. Es decir, pasar de puntillas sobre estas cuestiones. Solicitas la protección de tus derechos constitucionales y te dejan tirado, aunque procedas de Burundi. Pero lo importante es adoctrinar. Los derechos están sujetos a “los derechos colectivos” que inventó Lenin para liquidar a los individuos.