Eduardo Uriarte-Editores

Me costaba por los nervios ver la final. Me temía lo de la Armada Invencible, y paseaba por la terraza de casa hasta que un sonoro grito que celebraba el gol de Niko desde el bar de abajo me devolvió al televisor para ver su repetición. El bar de abajo es de sudamericanos y no saben todavía, ni entenderían, que en Euskadi tenemos que guardar para la intimidad nuestras adhesiones patrióticas si tienen que ver con lo español. Horas después hubo alguna celebración de autóctonos, pues los dos goles vinieron de jugadores de nuestros equipos con más solera, y hasta algunos salieron a la calle, incluso con alguna rojigualda, pero no se atrevieron a cantar Eukadi es español.

Después del partido España es más España a pesar del Gobierno, y del Congreso, y del Constitucional, y del fiscal general, y de los secesionistas, y de los regionalistas acomplejados por los secesionismos. Es decir, en marxismo, España es más España que lo que ofrece su superestructura política, dedicada a levantar muros, exaltar la guerra civil, demonizar a la derecha, al empresariado, al periodismo y al poder judicial (de momento falta la Corona aunque ahí andan). Sólo ha hecho falta una pequeña alegría provocada por este deporte de masas para que haya existido una armonía y fraternidad que ni siquiera la manipulación populista ha podido destruir, aunque lo seguirá haciendo cubriendo nuestra realidad nacional.

La izquierda históricamente no ha sido patriotera pero tenía, cuando poseía algo de intelectual orgánico, un poso de apoyo a la unidad nacional como un fundamento imprescindible de su ideario. Logro, especialmente conseguido en nuestro caso por el partido progresista, el de Espartero, O’Donnel, Prim, pues aquellos sí eran progresistas, y no esta caterva de populistas reaccionarios, más cercanos a la txapela roja que a la constitución liberal.

Son como los de Franco, que a pesar de llenársele la boca de consignas patrioteras nunca España, desde Cádiz, era menos nación. El de ahora no sabe lo que es, como no lo sabía Franco, cuya patria era preliberal amén de militar, y en esta coincidencia ideológica sobre la falsa España de ambos autócratas, sus señoras hacen más o menos lo mismo blindadas por los respectivos sistemas que ambos maridos crearon.

Disculpen la memoria de este de anciano. La única vez que vi a doña Carmen, alias La Collares, fue en una joyería esquina Dato con San Prudencio. propiedad de una familia emparentada con militares republicanos. Me llamó la atención porque en su puerta había dos coches americanos, el de los escoltas bastante viejo, en una ciudad de Seiscientos y Dos Caballos. Pero sólo llevaba dos coches. Doña Begoña cuando fue a la plaza de Castilla movió veinte furgones de policía,,, Berrogei urte eta gero hau!

¿Progreso? ¿Somos un país condenado a seguir a dictadores? Ahora promovido por la izquierda populista. Es difícil que a la situación que padecemos se le pueda calificar de progreso cuando sus promotores en el uso de la amalgama propagandística, el uso de la mentira, el clientelismo, y, sobre todo, el rechazo del adversario como fundamento de su limitada ideología tiene mucho más que ver con los movimientos fascistas del siglo XX que con las opciones de izquierdas, y no digamos, con las republicano-liberales. Lo que nos faltaba por ver ya se está dando, el amordazamiento de la prensa no afecta y la destrucción del poder judicial.  Esto no es progreso.