- Karla Sofía Gascón era una «gran actriz» para la izquierda, hasta que han descubierto que no le gustan los musulmanes ni el multiculturalismo
Cuando mi hermano y yo éramos pequeños, mi familia solía seguir al equipo de fútbol sala de mi ciudad (el Caja Segovia). Jugaba en Primera División, fueron campeones una vez y estaba dentro de los clubes señeros de la categoría, hasta que desapareció. Durante muchos años ocupó la portería un portero brasileño, que llegó muy joven. Jugaba con guantes sin dedos y pantalón largo, toda una novedad entonces. Y era bueno con los pies, aunque a veces asumía riesgos innecesarios que costaban goles. Cuando esto ocurría solíamos decir que «lo que Cidao te da (que así se llamaba el portero), Cidao te lo quita», porque casi siempre compensaba los errores con buenas paradas.
De la misma forma que en casa nos encomendamos a Cidao durante años, Karla Sofía Gascón ha fiado su ascenso como actriz al wokismo, ese estándar mental en el que da igual lo bueno que seas en lo tuyo… mientras seas de los míos. Karla Sofía Gascón era hasta hace dos tardes un icono para Yolanda Díaz y buena parte del progresío, quizás incluso una buena actriz, pero de la noche al día ha dejado de serlo por unos mensajes en redes donde critica al islam, entre otras cosas. Ahora se ha caído de los Goya, ha enterrado sus opciones en los Oscar y, al parecer, ya no es tan buena intérprete como decían. Lo que el wokismo te da, el wokismo te lo quita.
Seguramente algunos de los mensajes de Karla Sofía Gascón eran condenables, injuriosos e incluso faltones, pero seguro que no son peores que cualquier otro que haya escrito Pablo Iglesias, Gabriel Rufián o cualquier otro ejemplar de la izquierda fetén. El problema es que a esa izquierda no le molesta el exabrupto o la falta de respeto, sino la dirección a la que apunta. Y por eso están por despenalizar las injurias a la Corona mientras defienden asfixiar económicamente a la prensa crítica. Lo que buscan no es la libertad de expresión, sino un albedrío asimétrico en el que ellos decidan quién merece tener voz y quién merece guillotina.
Sirva el ejemplo de Gascón para confirmar algo: y es que la izquierda es mucho más intolerante que la derecha. Ocurrió en la Revolución Rusa y ocurre ahora. Van de diversos, de inclusivos, y en cuanto te sales de sus raíles (o te mantienes en ellos, como le pasó a Felipe González) te quedas fuera del paraíso progresista. La checa y el gulag de nuestro tiempo es la cancelación por parte de todo este cortijo. No hace tanto frío, pero sí te puede quitar el pan de la boca.