En esta contienda electoral se cruzan dos enfoques que poco tienen que ver con la elección del alcalde o del Diputado General. Lo que está en juego es el grado de aceptación, o no, de la negociación con ETA. Y, además, las alianzas postelectorales que deberán condicionar la relación de fuerzas para la próxima campaña.
Al final nos hemos quedado «medio embarazados», decía un edil nacionalista, nada partidario de que las tapaderas de Batasuna vuelvan por sus fueros a los ayuntamientos y Juntas Generales. La campaña electoral en Euskadi ha arrancado con una polémica viciada y condicionada por la anormalidad democrática de tener que contar con los apéndices de una banda terrorista como ETA.
Decía el presidente del PNV, Josu Jon Imaz, que sentía envidia del debate político suscitado en Francia entre Sarkozy y Royal. Porque habían discutido de política con mayúsculas, decía, y no de listas camufladas y de ingeniería electoral para colar a los amigos de Otegi, por ejemplo, como está ocurriendo en nuestra contienda electoral. Es un apunte interesante, el de Imaz, que, sin embargo, se queda en la mitad del recorrido. Porque si los adversarios políticos del país vecino se pueden permitir el lujo de sostener una confrontación dialéctica sin que el terrorismo les condicione es porque ETA se beneficia de su territorio pero no interfiere en la agenda política gala. Por eso, el debate ‘va de soi’. Aquí no. Aquí, el lobi terrorista ha condicionado tanto el comienzo de la campaña que, hasta el último minuto, como si se tratara de las campanadas de medianoche de Nochevieja, todos los partidos democráticos han tenido que estar pendientes del filtro de la ley. Bueno, todos menos los presuntos implicados que, horas antes de saber cuál había sido la decisión del Tribunal Constitucional sobre la mitad de las listas de ANV impugnadas por el Tribunal Supremo, habían comenzado ya su juerga electoral.
Ningún partido democrático quiere que la presencia del entorno de ETA se ubique en el epicentro del debate. Pero, de nuevo, su voluntad va a quedar anulada por la presencia de ANV y demás agrupaciones del entorno de Batasuna que ya han empezando su campaña empujando al resto de formaciones políticas. Nos encontramos ante una contienda electoral en la que se cruzan dos enfoques que bien poco tienen que ver con la elección del alcalde o del Diputado General. Porque lo que está en juego, en primer lugar, es el grado de aceptación, o no, de la negociación con ETA sin que la banda haya mostrado voluntad alguna de abandonar el terrorismo. Y, además, las alianzas postelectorales que deberán condicionar la relación de fuerzas para la próxima campaña.
Se trata, pues, de un ensayo de las elecciones legislativas. No debiera ser así. Pero querer enfocar el debate en el terreno local sólo se le puede ocurrir a las mentes ingenuas que no alcanzan a entender que si el gobierno socialista dice que la ciudadanía tiene que elegir «entre la verdad o la mentira» (11-M) o entre «la guerra o la paz» ( la invasión de Irak) parece más que evidente que lo que está en juego no es la alcaldía de San Sebastián o las Juntas Generales de Vizcaya.
Esto no ha hecho más que empezar. Cabe esperar que, en medio de la nebulosa sobre el regreso del entorno de ETA a las instituciones, los candidatos locales puedan brillar con luz propia. Pero que no se engañe el portavoz socialista, López Garrido. Si se habla de ETA no es por voluntad del PP sino porque los propios candidatos de ANV dicen a todos los demás que se echen a temblar porque la izquierda abertzale vuelve con más fuerza que nunca. Si sigue sosteniendo que «Batasuna no va a estar en las elecciones» no hará otra cosa que el ridículo. Francamente. No hay peor ciego que el que no quiere ver.
Tonia Etxarri, EL COREO, 12/5/2007