Francesc de Carreras-El País
Rectificar es de sabios. Esperemos que lo haga Rivera y que los demás tiendan a agruparse en un imprescindible centro plural
España es un Estado democrático con una forma de gobierno parlamentaria. Que sea democrático significa que los titulares de sus poderes políticos son designados, directa o indirectamente, por el pueblo mediante elecciones libres. Esto es entendido y aceptado por todos. Pero no lo es, en cambio, que la forma de gobierno sea parlamentaria. En concreto, esto es algo que nuestros líderes políticos no acaban de comprender.
En una forma de gobierno parlamentaria, al contrario que la presidencialista, los ciudadanos eligen a los diputados y son éstos, por mayoría, quienes eligen a un presidente que, a su vez, designa al Gobierno. Por tanto, las elecciones no sólo tienen por finalidad elegir a los representantes de los ciudadanos sino también formar gobierno. Y el Gobierno, si quiere ser eficiente y eficaz, en caso de no tener mayoría absoluta, debe estar sostenido por fuerzas políticas afines y pactar un programa político si pretende ser estable y durar cuatro años.
La España constitucional ha funcionado hasta hace poco con una fórmula de bipartidismo imperfecto: PSOE y PP se repartían el Gobierno, auxiliados en su caso por partidos de ámbito autonómico. Pero estamos en una situación distinta y el viejo reparto ya no sirve. Se ha visto claro tras la moción de censura: era imposible que Pedro Sánchez pudiera gobernar apoyado por Podemos y los independentistas catalanes, partidos todos ellos populistas y, por tanto, de naturaleza distinta al PSOE.
Sin embargo, parece que no se ha aprendido la lección. El veto de Ciudadanos a colaborar con el PSOE es un grave error porque conduce a dividir el mapa político en los clásicos bloques de derecha e izquierda que no responden a la realidad ni a las necesidades del momento. Para hacer frente a los retos actuales se debe llegar a un acuerdo — del tipo que sea— entre los partidos centrales (PSOE, Ciudadanos y PP) dejando de lado los extremos populistas y, por supuesto, los que pretenden separarse de España. Esto lo ha visto claro Manuel Valls, un político con experiencia europea, que lo expresaba acompañado de sólidos argumentos en la carta pública dirigida a los líderes de estos tres partidos.
Rectificar es de sabios, ello concierne también a los políticos. Esperemos que lo haga Rivera y que los demás tiendan a agruparse en un imprescindible centro plural, y no populista, que pueda gobernar, mediante acuerdos, en los próximos años. Hay retos muy importantes, tanto internacionales como internos, de carácter económico, político y social. Que por cortoplacismo electoralista no se tuvieran en cuenta dichos retos sería una grave irresponsabilidad cara al futuro con un alto precio a pagar. En las elecciones también se elige a un Gobierno: es lo que deben comprender