Lo que no ha cambiado

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 15/06/14

· La desafección política o el desafío catalán siguen ahí, pese a la entronización de Felipe VI o la catarsis en el PSOE.

· Los sorprendentes resultados de las europeas han provocado una sacudida general en la vida pública española.

Han sido tres semanas de vértigo. Los sorprendentes resultados de las elecciones europeas del 25M, esas a las que no había que hacer demasiado caso en opinión de algunos analistas y políticos porque los ciudadanos se toman en ellas licencias de voto que jamás repetirían en otro tipo de comicios, han provocado una sacudida general en la vida pública española como no se recordaba hace tiempo.

El durísimo varapalo que recibió el bipartidismo en las urnas, la caída a los infiernos del PSOE y la sorpresa Podemos derivaron en un cóctel que ha traído como consecuencia dos auténticos bombazos políticos. Uno se veía venir si la debacle era del tenor que ha sido: la renuncia de Alfredo Pérez Rubalcaba al liderazgo socialista y la convocatoria de un proceso interno en el que, por primera vez, van a ser todos los militantes del PSOE los que van a elegir a su nuevo secretario general. El otro era del todo inesperado: la decisión del Rey de abdicar la Corona en su hijo, el Príncipe de Asturias, pese a que desde su entorno siempre se había sugerido que el Monarca aspiraba a conservar el trono hasta su muerte, pese a su fortísma pérdida de popularidad y a sus evidentes problemas físicos.

El relevo en la Jefatura del Estado se completará el jueves con la entronización del Príncipe de Asturias como Felipe VI. La amplísima mayoría del 85% de que aún disfrutan el PP y el PSOE en el Parlamento –razón que sin duda ha pesado en la celeridad con la que La Zarzuela ha acometido el relevo– permitía esta semana que el Congreso hiciera por fin sus deberes, aunque con retraso, y aprobara la ley de abdicación.

El reto

El socialismo, por su parte, se encuentra en plena zambra. En pocas semanas, los afiliados del PSOE deben encumbrar a un nuevo líder con un reto cualquier cosa menos sencillo: recuperar la credibilidad perdida. Un paso previo ineludible para intentar volver a ser un partido con posibilidades de Gobierno y no un mero apéndice del PP en una eventual gran coalición o, lo que aún sería más grave, otro Pasok griego, que de hegemónico ha pasado a ser una fuerza menor.

Semejante convulsión política era el mejor argumento que podía haber encontrado el PP para quitarse de enmedio e intentar pasar de puntillas por su pírrica victoria del 25-M. Los conservadores saben que han perdido el apoyo de varios millones de votantes. Aún así, se consuelan al constatar que no les han crecido competidores por el flanco derecho como sí le ha ocurrido al PSOE por el izquierdo. Y que en el estado de debilidad en que ha quedado el partido que más años ha gobernado España desde la restauración de la democracia, sus posibilidades de conservar La Moncloa se han multiplicado, aunque sea en unas condiciones bastante más precarias que las actuales.

Moverse

Pero ni el resultado electoral, ni el relevo en la Jefatura del Estado ni el nuevo tiempo hacia el que se encamina el PSOE han resuelto sin más los problemas que cristalizaron en los sorprendentes resultados del 25-M. La desafección ciudadana hacia la política y los partidos tradicionales sigue ahí. Y lo mismo ocurre con el órdago independentista catalán.

La doctrina oficial y muchos cuadros populares insisten en que sus perspectivas partidarias mejorarán a medida que lo haga la economía y con los guiños que tiene previstos el gabinete de Rajoy hacia los bolsillos de los contribuyentes. Cuesta creer que esa simple receta permita reconducir el enorme enfado social existente por el empobrecimiento general y la pérdida de derechos que han sufrido las familias estos años, además de por la continua sucesión de escándalos de corrupción que la política ni ataja, ni condena, ni ayuda a esclarecer. Ni en Madrid, ni en Barcelona, ni en Sevilla, ni en Euskadi.

Menos discutible es la preocupación por cómo va a concluir el órdago secesionista catalán. Definitivamente CiU y ERC, Artur Mas y Oriol Junqueras, encaminan el problema hacia el choque de trenes convencidos de que cada día que pasa ganan adeptos a sus tesis. Los resultados electorales y las encuestas así parecen evidenciarlo. Relativamente, eso sí, porque votante nacionalista no es sinónimo de independentista, por mucho que sí lo sea un elevado y creciente porcentaje.

Sería razonable que el PP y la nueva dirección socialista tomaran cartas en el asunto, tan pronto la segunda se instale en Ferraz, para tratar de encontrar alguna puerta de salida al problema. Y sería bueno que movieran ficha antes de la Diada del 11 de septiembre en la que los secesionistas darán, sin duda, el pistoletazo de salida hacia la consulta del 9 de noviembre que el Gobierno jamás permitirá.

Los socialistas, a través de Ramón Jáuregui, ya desgranaron en la campaña para las europeas buena parte de lo que estarían dispuestos a poner en el platillo para reconducir la situación y desactivar la apuesta independentista. Resulta extraño que el PP tenga como único plan esperar sin más, aplicar la legalidad y confirmar el choque de trenes.

Si no hay negociación, llegarán las elecciones plebiscitarias. ¿No tiene más sentido intentar buscar una salida con cesiones por ambas partes que esperar al recuento de esa noche y arriesgarse a una desagradable sorpresa? En tal caso, ¿después qué?

ALBERTO AYALA, EL CORREO – 15/06/14