Consuelo Ordóñez-El Correo
Con su gesto hacia ‘Josu Ternera’, la izquierda abertzale se vuelve a retratar. Y lo seguirá haciendo hasta que no condene los crímenes de ETA
El abrazo’, del pintor Juan Genovés, es probablemente uno de los cuadros más conocidos de la Transición. Representa la concordia y el encuentro de la España de 1976 que se encontraba expectante ante los cambios que pronto traería la democracia. Unos años más tarde, este mismo cuadro se convertiría en escultura para homenajear a los cinco abogados de Comisiones Obreras y del PCE asesinados por la extrema derecha en 1977. Los valores de este cuadro representan justo lo contrario del abrazo que Bildu ha mandado a ‘Josu Ternera’, uno de los dirigentes más sanguinarios de ETA, como muestra de alegría y apoyo tras su salida de prisión en París. Frente a los valores de reconciliación, tolerancia y convivencia libre que representó Genovés en su obra, el etarra ‘Ternera’ y sus jaleadores representan lo peor de la historia reciente de España y, en particular, del País Vasco: el asesinato y la persecución por motivos ideológicos y, todavía hoy, la cruel justificación de la existencia de una banda terrorista.
Conviene recordar quién es ‘Josu Ternera’. Es uno de los terroristas más sanguinarios de ETA con cuatro causas pendientes en la Justicia española. La más notoria quizá sea la del atentado en 1987 de la Casa Cuartel de Zaragoza, en el que fueron asesinadas once personas, de las cuales seis eran niños. También tiene pendiente la causa del asesinato de Luis Hergueta Guinea, directivo de la empresa Michelín y asesinado por ETA en 1980.
Ser terrorista a tiempo completo no le impidió, además, ser parlamentario vasco por Euskal Herritarrok -una de las marcas políticas de la izquierda abertzale de finales de los noventa- y formar parte de una Comisión de Derechos Humanos en el Parlamento vasco. ‘Josu Ternera’ lo ha sido todo para el mundo de la izquierda abertzale: terrorista y político, autor intelectual y material de múltiples crímenes, dirigente de ETA y cabeza de lista de sus marcas políticas.
Desde que ETA decidió dejar de matarnos, la izquierda abertzale ha invertido sus esfuerzos propagandísticos en presentarse como una fuerza política progresista, de izquierdas y preocupada por problemas sociales como el feminismo, el ecologismo o el racismo. En definitiva, un partido amable y defensor de causas nobles que nada tienen que ver con ETA y el terrorismo. Somos muy pocos los que nos esforzamos en desmontar su propaganda y evidenciar que Bildu son los defensores políticos y autores intelectuales del terrorismo etarra.
Aunque traten de vivir como si ETA nunca hubiera existido y se presenten como los adalides del progresismo, en el fondo no pueden zafarse de su pasado criminal porque se lo deben todo a ETA. Están donde están gracias a lo que hizo ETA: provocó una radicalización violenta permanente en la sociedad vasca que hizo tolerable el asesinato por motivos políticos. Esa radicalización no surgió de manera espontánea, sino que fue una estrategia diseñada e implementada por los dirigentes de ETA -como ‘Josu Ternera’ o Arnaldo Otegi- para instaurar un clima social que favoreciese la intimidación a los disidentes, la violencia de persecución, las actividades de apoyo a los terroristas y un discurso de odio que permeabilizase las mentes y el lenguaje de la sociedad vasca. ¿Acaso la izquierda abertzale tiene algún otro mérito que no sea este y que haga a sus dirigentes merecedores de hacer política con alfombra roja?
En definitiva, aunque traten de zafarse de su identidad criminal y asesina, la izquierda abertzale no puede ocultar sus vínculos con ETA, tal y como dejó claro Hasier Arraiz en 2013: «Reivindicamos lo que fuimos y lo que somos, lo que hemos hecho y lo que hacemos». Bildu muestra su intimidad con ETA cada vez que un terrorista sale de la cárcel y lo reciben públicamente entre aplausos y homenajes. Es más, el reciente abrazo a ‘Josu Ternera’ no ha sido la primera vez que la izquierda abertzale ha publicitado su apoyo al etarra. La candidata a lehendakari de Bildu, Maddalen Iriarte, acudió hasta la capital gala para solicitar la puesta en libertad de ‘Ternera’ cuando fue detenido. También recuerdo otras muestras de cariño a etarras como las que hizo Marian Beitialarrangoitia, la antigua alcaldesa de Hernani, en 2009, cuando pidió un aplauso para los terroristas que atentaron en la T-4 de Barajas. O los agradecimientos de Otegi a la etarra Marixol Iparagirre, ‘Anboto’, en 2019: «El escenario que hoy vivimos no habría sido posible sin las aportaciones de Marixol», dijo. Sus «aportaciones» no son otras que haber participado en al menos catorce asesinatos y haber dirigido los comandos de ETA y su aparato de extorsión.
A pesar de todas estas evidencias, hay quien se ha se ha sorprendido por el abrazo de Bildu a ‘Josu Ternera’. Parece que se han caído del guindo con este gesto hacia uno de los dirigentes más longevos y sanguinarios de ETA porque hasta ahora no tenían los ojos y los oídos bien abiertos, o porque se habían tragado el autobombo del progresismo de Bildu.
La sociedad española se dio un gran abrazo de reconciliación en la Transición. Un abrazo que Juan Genovés supo plasmar en un cuadro y que también sirvió para homenajear a cinco víctimas del terrorismo. Bildu ha querido dar un abrazo a un terrorista sanguinario, tratando así de pervertir el significado de un abrazo. Sin embargo, con este gesto tan vil se han vuelto a retratar. Aunque algunos no nos sorprendamos de que Bildu aplauda y abrace a los asesinos de nuestros familiares públicamente, nunca nos acostumbraremos a estas provocaciones. Ni a que se autoproclamen «antifascistas» y «progresistas», todo lo contrario de lo que ha sido siempre la izquierda abertzale. Y lo seguirá siendo hasta que no condene los crímenes de ETA y admita algo tan básico como que matar estuvo mal.