TONIA ETXARRI-El Correo

 

Todas las encuestas que publicaron ayer su último sondeo sobre las próximas elecciones del 4 de mayo en la Comunidad de Madrid vienen a apuntalar una mayoría sobrada para el centro derecha que lidera la popular Isabel Díaz Ayuso. Y auguran un desplome de la candidatura socialista. Ni el giro radical del PSOE en la mitad de la campaña ni la desesperación de Iglesias embarrando el terreno están consiguiendo cambiar la tendencia de voto. El diletante Gabilondo abandonó la moderación para pasarse con todos sus bagajes, en mitad del juego, a las políticas radicales del ‘cordón sanitario’ y a dar guerra sin cuartel a la derecha. Y un apurado Pablo Iglesias ha intentado situar a la Corona como cómplice pasiva de un fascismo imaginario exigiendo un trato de favor con su situación de amenazado que solo él, por lo visto, sufría. Una puesta en escena tan forzada que no le siguieron ni sus aliados naturales que le vinieron a decir que «aquí venimos antifascistas ya de casa» (Joan Baldovi, de Compromís).

Movimientos en vano. De momento. La agitación de Iglesias le beneficiaría en un incremento de porcentaje de voto pero seguiría siendo el último de la Asamblea. Tan solo Más Madrid se mantendría al alza porque absorbería parte de los votos perdidos de los socialistas. El descalabro que marcan las tendencias en el PSOE es dramático para Sánchez que se ha implicado en esta contienda autonómica a nivel personal. Teledirigiendo a su candidato a imagen y conveniencia de sus necesidades.

Lo que se percibe en el mapa demoscópico es que el ‘ayusismo’ atrae voto por encima de las siglas. La batalla ideológica que Pablo Casado desechó en un principio la está librando Díaz Ayuso. Con el Zendal y la apertura de comercios y hostelería combinado con sus proclamas de libertad frente al intervencionismo. Es la impugnación permanente del ‘sanchismo’. Y está movilizando voto transversal.

No le ha funcionado a Pedro Sánchez tanta agitación del trampantojo de la extrema derecha. El reclamo del voto del miedo no parece que esté surtiendo efecto. El mismo presidente que, en la campaña de las elecciones generales, rechazó asistir a un debate de televisión porque no participaba Vox y que hace dos meses ensalzaba, en sede parlamentaria, el «sentido de Estado» del partido de Abascal, pretende presionar al PP para que no gobierne con Vox. ¿Se trata de que no se deje apoyar por el partido verde o de que no pueda gobernar Díaz Ayuso? ¿Pretende que la candidata del PP le regale la victoria electoral? ¿O estaría dispuesto Sánchez a abstenerse en la sesión de investidura para que gobierne el PP sin la ayuda de Vox? Nada está decidido hasta el 4 de mayo. Pero ante la previsión de que tanta agitación y enfrentamiento no cuaje en el electorado de izquierdas, Sánchez se prepara para el día después. Si Ayuso puede formar gobierno, sin el apoyo directo de Vox, en el caso de que obtenga más escaños que la suma de los tres partidos de izquierda, se agitará el tablero en la Moncloa.