Juan Carlos Girauta-El Debate
  • Las competiciones de victimismo no me interesan, y además rechazo la comparación del padecimiento del pueblo judío con cualquier otro dolor colectivo. Hay que evitar por sistema a los nacionalistas catalanes porque te hacen peor

Pues es una alegría que las mayorías absolutas no traigan mayor estabilidad, según sostiene el autócrata. Por un lado, el pobre se consuela, con estas muletas de la autoayuda, por la mala suerte que ha tenido con su hermano, con su esposa, con sus manos derechas (no tiene mano izquierda), con sus fontaneras, con sus fiscales generales, con sus masones de la memoria democrática, con su tesis doctoral y con la ejtremederecha. Por otro lado, es bastante dudoso que en España vuelva a haber una mayoría absoluta en el Congreso de los Diputados, salvo escenarios de alta ficción o efímeros sueños húmedos de demoscopia partisana. Además, ¿quién se imagina que una mayoría tal fuera a obtenerla la PSOE, esa mutualidad de sacacuartos, cuyo futuro apunta más bien a la desaparición abrupta? Lo digo mirando al resto de Europa, claro. Aunque los más pesimistas no descartan que España sea la excepción, entre excepciones, la nación contra natura, y que aquí siga habiendo PSOE cuando nadie sobre la Tierra recuerde el significado de la palabra socialismo.

La mejor opción para la izquierda, o, lo que es igual, la peor opción para España, es una coalición electoral entre la PSOE y toda la chatarra, la calderilla, la ganga. Socialistas, Sumar y la podemia, sin descartar una ERC a la que Rufián –tan independentista como yo– pudiera hacer comprender lo que le conviene. Aunque es difícil imaginar a don Gabriel logrando de repente lo que nadie ha conseguido jamás: poner a la ‘colla castellera’ de Junqueras a pensar, extrayendo de ahí algo no aberrante. Si Rufián –a quien los nacionalistas catalanes le molestan tanto como a mí, aunque no lo diga, y sufra, y disimule– tuviera una iluminación, encabezaría una escisión en ERC. Algo similar temía hace veinte años una estrambótica facción del separatismo, con cabecilla en Sabadell, cuando acusaba a ERC de «españolista». Sí.

También a la plana mayor de Ciudadanos, antes de Arrimadas, nos llamó «nacionalistas catalanes» un loco peligroso, abogado vago de Barcelona, desde el otro lado de la mesa cuando organizamos la Operación Pepino, dirigida a absorber a UPyD. A ver si pillas lo que te digo: puestos a etiquetar (mi tema de ayer aquí; por lo visto no superó las expectativas), todos sabemos disparatar.

Al separatista extremo de Sabadell lo conocí en un viaje Israel. Después, durante una cena con el embajador en España de la luz de las naciones, a la que asistíamos gentes de diferente pelaje ideológico, el tío osó llamar a Cataluña «los judíos de España, siempre perseguidos». A lo que repliqué presto que los judíos de Cataluña, siempre perseguidos, éramos los catalanes que no habíamos renegado de España. No me siento orgulloso. Las competiciones de victimismo no me interesan, y además rechazo la comparación del padecimiento del pueblo judío con cualquier otro dolor colectivo. Hay que evitar por sistema a los nacionalistas catalanes porque te hacen peor. Del mismo modo que nada bueno saca quien discute con un estúpido. Digo.